De arreglos, transcripciones y adaptaciones

Si la adaptación de obras a diferentes combinaciones de instrumentos es tan vieja como la música, poco habitual es que una colección pase por los avatares de las Pièces de Rameau. Escritas en forma de cinco concerts para clave solo, el autor abrió la posibilidad de que fuera acompañado por violín y viola da gamba, ya con una escritura algo retorcida para estos; a finales del siglo XVIII fueron arregladas para sexteto de cuerdas, con dos chelos; finalmente, la OBS sustituyó el segundo chelo por un contrabajo y readaptó con inteligencia ese arreglo para ajustar la escritura al más grave de los instrumentos.

El resultado de la adaptación a sexteto de cuerdas es desigual: la escritura, algo bizarra y llena de arpegios y saltos, es en general más idiomática para el teclado que para la cuerda frotada, y los cambios de tesitura y el reparto del material melódico resultaron en algunas piezas del primer y del tercer concert en un magma sonoro del que apenas emergían las melodías principales, que el oído del oyente debía pescar dificultosamente.

Sin embargo ya en piezas como La Boucon –bellísima– o los minuetos del segundo concierto los solistas dela OBS lograron un sonido denso, expresivo y equilibrado, que abrió el camino a un cuarto concert brillante y lleno de alegría de vivir: la música de Rameau, galante, sofisticada y a la vez un tanto campestre, pareció transmutarse en un Haydn temprano, con ese optimismo tan de la Ilustración. Un quinto concert de caracteres perfectamente perfilados cerró el concierto con pleno éxito.