De París a China vía Sevilla
LE CINESI | CRÍTICA
La ficha
****Ópera de cámara de Manuel García. Intérpretes: Catalina Paz, Teresa Villena, Helena Resurreiçao, Julen Jiménez, Belén Quirós y Alicia Naranjo. Dirección de escena: Bárbara Lluch. Dirección musical y piano: Rubén Fernández Aguirre. Producción del Teatro de la Zarzuela y de la Fundación Juan March. Lugar: Teatro de la Maestranza (Sala Manuel García). Fecha: Domingo, 21 de febrero. Aforo: Lleno.
Uno de los déficits más acusados del Teatro de la Maestranza respecto a otros muchos teatros españoles era hasta ahora la ausencia de un programa de formación de cantantes a través de un taller o de un estudio de ópera. Afortunadamente, con la nueva dirección del teatro se ha solventado esta anomalía y nada mejor que comenzar, en la Sala Manuel García, con una de las óperas de cámara que el gran sevillano compuso para sus propios alumnos en París hace casi dos siglos.
Notablemente mejorado respecto a su primera versión en la Fundación March, el diseño escénico de Lluch (subrayado por el vestuario de Gabriela Salaverri, la escenografía de Carmen Castañón y la iluminación de Urs Schoenebau) funciona a la perfección, consiguiendo extraer de los reducidos elementos escénicos auténtica vida teatral.
Catalina Paz posee una voz de un timbre de soprano ligera llena de brillo, radiante y con un metal sorprendente en las notas superiores. Fraseó con gran atención a los acentos en el recitativo dramático previo a su aria de Andrómaca y en ésta combinó los acentos más trágicos con las agilidades de la sección final. La voz más central de Villena no estuvo por detrás en cuanto a fraseo detallado en su aria “Non sperar”, rematada con un soberbio sobreagudo en piano. La Tangia de Resurreiçao fue todo morbidez y profundidad gracias a un timbre sedoso, denso y corpóreo, con la mediación de un fraseo sensual. Julen Jiménez no anduvo a la zaga de sus compañeras gracias a una voz de bellas tonalidades ligeras, bien manejada en general, salvo en pasajes de conjunto en la que su voz perdía presencia. Estupendas Quirós y Naranjo en sus apariciones evocando la música de Pauline Viardot como avance del bicentenario de su nacimiento.
Mención aparte merece Fernández Aguirre. Su capacidad imaginativa a la hora de dotar de vida a los recitativos fue impresionante, a la vez que la variedad de su acentuación y de su fraseo, siempre al servicio de la teatralidad de esta música. Su piano sonaba a la vez a pianoforte y a orquesta. Gran parte de la responsabilidad que esta música vuelva a parecer viva hoy día descansa sobre sus manos.
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