Novedades en el Planeta Guitarra
Presentamos sendos estrenos discográficos de dos grandes guitarristas de nuestros días, Juan Requena y Joselito Acedo, alejados ambos del clásico concepto de virtuoso flamenco
Arroyo de la miel. Juan Requena. Producido por JR. Edición del intérprete. / Andando. Joselito Acedo. Producido por JA. Nuba/Karonte
El joven pero veterano tocaor Juan Requena (Málaga, 1975) publica un disco titulado Arroyo de la miel. Las bulerías que abren la entrega se alejan del tono habitual en estos tiempos. Es decir, lejos de sonar frenéticas, eléctricas, frías, cibernéticas, son todo calidez y cercanía. Lo cual no quiere decir que la técnica de Requena no sea apabullante. Pero las melodías se dibujan con una pulcritud maravillosa. Requena sabe lo que quiere decir y conoce su instrumento a fondo como para poder trasmitirlo sin titubeos. Mucho bordón y unos jaleos tan emotivos como vibrantes. A veces la línea melódica parece que va a cesar pero siempre surge una frase contundente, una sentencia suave, una propuesta que, más que arrebatarnos, nos convence, más que seducirnos, nos acompaña en el camino. Una obra natural y discreta. Directa y sin falsos sentimentalismos. Un toque que homenajea al maestro contemporáneo de este palo, de todos los palos: Mambrú, que así se titula la pieza. O sea, Paco de Lucía.
En la misma línea serena y sentimental, las cantiñas son una fiesta pequeña, familiar, entre el tocaor y unos amigos. Esa naturalidad, ese intimismo, es la seña de identidad de Arroyo de la miel. Contundencia por intimismo, elocuencia de la cercanía. Una obra que huye del centro, de la ciudad. Y entre esa quietud apasionada surgen de repente las voces de José y Anabel Valencia. La cantaora repite en los tangos, una bonita canción de amor en donde la guitarra acústica sufre el respaldo del bajo eléctrico de Julián Heredia, el violín de Bernardo Parrilla y la percusión de Paco Vega. De nuevo se trata de un tango diferente, una obra que se aleja del bullicio festero para instalarse en el intimismo: Requena ha elegido este estilo como vehículo de expresión del amor cotidiano. La estrella invitada de la colombiana, un estilo francamente inusual en el flamenco instrumental, es la armónica de Antonio Serrano. Son, sin embargo, las seguiriyas, el estilo más contundente y frenético de Arroyo de la miel. Unas seguiriyas por bulerías que ofrecen los matices más sombríos de esta entrega. Rotundas y viscerales, pero nunca rotas. Con las voces de José Ángel Carmona y Pedro el Granaíno.
La parte de pura guitarra solista de la entrega se inicia con una taranta dedicada a la madre del tocaor. Aquí la serenidad se vuelve estatismo solar, quietud de canícula, que combina la disonancia con la miel del trémolo sin solución de continuidad y con un arpegio delicioso. Una obra maestra de sutileza y precisión que se detiene cuando el discurso así lo precisa. Taranta para la madre y rondeña para el padre: un toque más viril y rotundo, también de puro concertismo. Una entrega abstracta y mineral, rica en bordones, disonancias y matices, explosiva e impredecible, con un final a ritmo de hipnótico estribillo pletórico de sugerencias épicas. En la granaína también se concede el compositor un largo espacio para desarrollar todas sus ideas, con un par de modulaciones sorprendentes. Aunando la contundencia viril tradicional de este toque con una dulzura de nuevo cuño muy efectiva que se visualiza en la delicada conclusión de la pieza. La soleá también trascurre en todo su recorrido con la guitarra sola. Estos cuatro largos temas en solitario son lo mejor de un disco muy notable.
Menos intelectual, más social, es Andando, primer disco en solitario del tocaor trianero Joselito Acedo (Sevilla, 1979) hijo de José Acedo y sobrino, por tanto, del gran Rafael Riqueni. Su discurso musical se basa en la contundencia y el dominio técnico, tanto en lo que se refiere a digitación como en su conocimiento del compás jondo. Y, por supuesto, con los inefables jaleos del Bo en las bulerías que abren la entrega, que se cierran con un estribillo en la voz camaronera de Ismael de la Rosa. Soniquete y seguridad y lirismo en las falsetas. El vestío son unos tangos al paso con estribillo, el piano de Chiqui Cienfuegos, el violín de Bernardo Parrilla y la voz de Juan José Amador hijo. Tan naturales como la misma respiración, naturalidad que potencia el cajón de Ramón Porrina. En los tangos evanescentes titulados Mi siestecita la voz invitada es la de La Susi. En la pieza Acedo comparte la voz melódica con el piano de José María Cortina y un saxo soprano no acreditado. El amodorrado texto viene con la firma del gran Sorderita. De campanillas también el invitado de la rumba, que no es otro que Raimundo Amador y su guitarra que hace un par de variaciones brillantísimas, como en él es habitual. Un mano a mano guitarrístico sobre un compás frenético de bajo y batería que en algún momento se remansa para volverse a lanzar. Con todo, el estado de ánimo imperante en la obra es de serenidad, de activa contemplación.
La voz de otro Amador, Juan José, irrumpe en el estribillo por fandangos. Una de las voces más reconocibles y poderosas del flamenco contemporáneo, la del gran patriarca Juan José. La réplica melódica la pone aquí el violín de Bernardo Parrilla. Y los estribillos Los Makarines. Se trata de un tema de resonancias heroicas, como la obra entera, asequible a todo tipo de público. La seguiriya es una sucesión de falsetas dramáticas finamente trenzadas sobre un entramado rítmico brillante. De una pulcritud y elocuencia impresionante. Hasta que irrumpe la voz de Lole Montoya para transformarse en una canción lírica adobada con el piano, el laúd y la trompeta con sordina, no acreditada. La soleá, de nuevo sobre una red de ritmo más que notable, en el que se inserta el contrabajo de Juan Miguel Guzmán, se inicia sobre una nueva canción por soleá, con arreglos de flauta, hasta que irrumpe la voz poderosa de Juan José Amador. Flamenco divulgativo en el que las falsetas de Acedo se adornan con un brillante envoltorio.
La taranta sigue la misma línea de flamenco abierto a las sugerencias o inspiración de los intérpretes. Acedo pone sobre el tapete su concepto intimista y brillante del toque minero para luego abrirse a la voz y la inspiración de Manuel Molina. Lo que sobresale de la rondeña, como de toda la obra, es la sencillez.
ANDANDO Joselito Acedo. Producido por JA. Nuba/Karonte
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