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Impedimenta presenta por primera vez en España una de las grandes novelas de la escocesa Muriel Spark

La escritora escocesa Muriel Spark (1918-2006).
Pablo Bujalance

26 de enero 2011 - 05:00

Resulta visiblemente sintomática, casi descorazonadora, la recepción que España ha demostrado tradicionalmente a la obra de Muriel Spark (Edimburgo, 1918 - Civitella de la Chiana, 2006), figura clave de la literatura inglesa del siglo XX, admirada por John Updike y Evelyn Waugh y poseedora de una biografía tan interesante o más que sus propias novelas, dotadas de una ironía tan fina como implacable. Fue la editorial Lumen, cuyo olfato en épocas más bien poco favorables para la valentía debería convertirse en objeto de estudio académico, la que se atrevió a introducir la obra de Spark en los 70 con Una mujer al volante y La imagen pública (en 2006, el mismo sello lanzó también la correspondencia mantenida por la autora en los años 50 con Mary Wollstonecraft Shelley, uno de los testimonios artísticos y emocionales más deslumbrantes de la última centuria). Luego, Alfaguara publicó Muy lejos de Kensington (en 1991) y El banquete (en 1994), y el año pasado, al fin, la editorial Plataforma puso en circulación Memento mori, uno de sus textos fundamentales, aparecido originalmente en 1959. Por eso, la recuperación este mismo año por parte de Impedimenta de The girls of slender means (1963), bajo el título Las señoritas de escasos medios y con una fabulosa traducción a cargo de Gabriela Bustelo, puede considerarse un verdadero acontecimiento. Por primera vez, el lector español puede disfrutar de una novela única, divertida, poblada por personajes tan enteros como humanos y dotada de una construcción sencilla en apariencia y tremendamente eficaz en su recreación del costumbrismo como argumento literario.

Resulta ejemplar el modo en que Spark sintetiza en una obra breve y tan carente de pretensiones como de artefactos innecesarios, su dilatada y admirable experiencia. Nada hay de autobiográfico en Las señoritas de escasos medios, pero sí una determinada visión de la Historia, una toma de postura en beneficio del testigo, en la que la autora deja apuntado, como un poso, el argumento escéptico de quien ha conocido el mundo a fondo y puede afirmar que no es para tanto. Nacida en el seno de una familia judía de origen italiano en Edimburgo, la escritora contrajo matrimonio a sus 19 años con S. O. Spark e inmediatamente se trasladaron a Rodesia, actual Zimbabue. En 1938 tuvieron un hijo, pero el matrimonio acabó poco después (aunque la autora firmaría todos sus libros con su apellido de casada) y Muriel Spark se trasladó a Inglaterra en 1944. Allí desempeñó tareas de contraespionaje en el departamento de propaganda antinazi del Ministerio de Asuntos Exteriores y conoció a Graham Greene, con quien entabló una amistad que duraría toda la vida. En 1957 publicó su primera novela, The comforters, en la que ya hacía gala de la ironía que convertiría en santo y seña de su literatura y en la que abordaba su conversión al catolicismo. En otras novelas como The prime of Miss Jean Brodie (1963) profundizaría en los márgenes de la ironía para alcanzar el escepticismo a partir del descalabro de todos los modelos que pretendieron pasar por tales a los de su generación.

El arranque de Las señoritas de escasos medios da ya buena cuenta de sus intenciones: "Hace tiempo, en 1945, toda la buena gente era pobre, salvo contadas excepciones". La novela está ambientada así en el Londres inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, una ciudad arrasada y colmada de paisajes ruinosos, pero este contexto aparece filtrado, insinuado: el verdadero ecosistema de la novela es el club May of Teck, una institución del mismo Londres responsable de "proporcionar seguridad económica y amparo social a las señoritas de escasos medios, con una edad inferior a los treinta años, que se vean obligadas a residir lejos de sus familias por tener que desempeñar un trabajo en Londres". La galería de personajes que pueblan esta suerte de beneficencia, construidos con una magistral economía de medios por parte de Spark, resulta siempre deliciosa: muchachas agraciadas que confían en encontrar un buen marido, feministas concienciadas que sólo aspiran a la independencia económica y otras chicas menos agraciadas pero dotadas de una notable inquietud intelectual, que se derriten recitando a Shakespeare y escriben cartas incendiarias a Dylan Thomas. En este crisol aislado, donde cada criatura es penetrada hasta la autopsia, Muriel Spark acomete una sátira sobre las obsesiones de los segmentos sociales capaces de permanecer inmunes a todo lo que les rodea. El humor, brillante, es el principal motor del estilo. La satisfacción que resulta en la inteligencia es inolvidable.

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