Nobel para Alice Munro, la gran maestra del relato contemporáneo
La autora obtiene a sus 82 años el galardón de la Academia sueca. Es la decimotercera mujer que logra el premio, que distingue por primera vez a las letras canadienses.
La heredera moral de las grandes narradoras del sur estadounidense, Flannery O' Connor y Eudora Welty, se convirtió ayer en la decimotercera mujer que logra el Nobel de Literatura, el primero para su país, Canadá. Alice Munro (Wingham, 1931), "maestra del relato breve contemporáneo" según el fallo de la Academia sueca, autora de ficciones que en apenas treinta páginas logran la densidad de las mayores novelas, como Demasiada felicidad, no alteró sus rutinas y tuvo que ser despertada a las cuatro de la madrugada por una de sus hijas porque había olvidado que ayer se fallaba el máximo galardón literario, que ella conquista a sus 82 años y tras anunciar en junio pasado que dejaba de escribir "por causas de la edad".
Exploradora de la condición humana, de las infinitas aristas y tonos grises de la existencia cotidiana que ella ilumina inesperadamente en sus relatos, Munro suele ambientar sus historias en comunidades rurales, en poblaciones pequeñas y, hasta cierto punto, claustrofóbicas. Siempre ha sido fiel a los paisajes de su infancia, muchos de cuyos detalles vertió en su primera y única novela (La vida de las mujeres, publicada en España en 2011 por Lumen), cuya protagonista, Del Jordan, vive en una humilde granja con sus padres. El texto, de aliento autobiográfico, es un retrato de la vocación literaria tanto como un homenaje a su estrafalaria madre, que se hizo vendedora ambulante de enciclopedias para escapar de las rígidas costumbres religiosas del pueblo en que vivían, y a su padre, un hombre apocado que quiso prosperar en vano criando zorros plateados. A ambos progenitores volvió a rendir tributo en las páginas que cierran su último libro, Mi vida querida, del que Antonio Muñoz Molina, otro de sus confesos admiradores, afirmaba que "la lectura que piden estos cuentos no es la de la prosa, sino la de la poesía". Porque el lirismo es sin duda el arma del que ella se vale para convertir en extraordinarias las existencias más banales.
Alice Munro estudió Filología y Periodismo en la Universidad de Western de Ontario pero tuvo que abandonar ambas carreras al casarse en 1951 con su primer marido, con el que abrió una librería en Victoria y tuvo tres hijas. Compaginó su vocación con la educación de las niñas, con las labores domésticas, y ella misma reconoció en varias entrevistas que escribía sobre la tabla de planchar mientras sus hijas dormían la siesta. Tras la buena acogida de su primer libro de cuentos (Dance of the Happy Shades, 1968) y un año después de completar La vida de las mujeres (1971), se separó de su esposo y se volcó en su carrera literaria. Cuatro años después se casó con Gerald Fremlin, fallecido el pasado abril, y del que ayer dijo que "habría sido muy feliz" al conocer la noticia de su Nobel.
En España, y durante años, la obra de Munro fue un secreto a voces entre lectores en lengua inglesa y suscriptores de la revista The New Yorker, donde ella publicó con regularidad sus historias. Por fin, en 2002, Siglo XXI Editores reunió en España el volumen El amor de una mujer generosa y al año siguiente, de la mano de RBA, su obra comenzó a publicarse íntegra en este país a partir de Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, compendio de su interés por las relaciones humanas desde inéditos puntos de vista. Luego llegaron al mercado títulos como Escapada, Secretos a voces (2005), la reedición de El amor de una mujer generosa (2009), El progreso del amor y La vista desde Castle Rock, su personal aproximación a la realidad histórica en la que se remonta a su saga familiar de origen escocés, los Laidlaw.
A partir de 2010 es Lumen quien se hace cargo de su catálogo y publica los volúmenes de relatos que marcan su plenitud literaria: Demasiada felicidad (2010), la reedición de La vida de las mujeres (2011, conmemorando los 40 años de su publicación) y la colección de relatos con la que anunció su adiós a la escritura, Mi vida querida.
"Es maravilloso para mí y para el cuento. Estoy asombrada y muy agradecida, particularmente contenta de que el conseguir este galardón satisfaga a tantos canadienses. Y también estoy contenta de que esto atraiga más atención a la literatura canadiense", dijo ayer Munro en sus primeras declaraciones tras recibir el Nobel, dotado con 916.000 euros y que el año anterior obtuvo el chino Mo Yan.
En la obra de esta escritora experta en elipsis y silencios, la prosa siempre es clara y prístina, aunque se aborden temas de la mayor crueldad que le permiten asombrarnos por su comprensión ilimitada de la naturaleza humana, como ocurre en Dimensiones, su estremecedor relato sobre el infanticidio. Con sutiles matices ella acrecienta la complejidad de sus personajes, con muy pocos detalles, como le enseñara Chéjov.
La habilidad para diseccionar vidas ajenas descuella en sus relatos sobre el amor. Es tal vez su tema favorito, del que sus cuentos ofrecen miles de variaciones, como Amundsen, el homenaje a La montaña mágica de Thomas Mann incluido en Demasiada felicidad. El desequilibrio entre los dos hemisferios de una pareja y el conflicto que puede plantear la inteligencia femenina alumbran otra de sus obras maestras, el relato que da título al libro Demasiada felicidad, basado en un personaje real: la matemática rusa del XIX Sofia Kovalevski, primera mujer que obtuvo una plaza de profesora universitaria en Europa, venerada por las ciencias suecas y desgraciada por elegir amar a quien más supo decepcionarla. El Nobel de Munro es también así un homenaje a Kovalevski, enterrada en Estocolmo, y a tantas mujeres adelantadas a su tiempo.
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