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Noa | crítica
En la noche del sábado tuvo lugar en el Teatro Maestranza un gran concierto de la cantante israelí Noa, dentro de la iniciativa Andalucía con La Palma, que organiza la Junta de Andalucía. El recinto registró un lleno absoluto de espectadores que posiblemente atraídos por la canción de la película La vida es bella disfrutaron de casi dos horas de jazz, variaciones sobre la música de Bach e incluso algún blues, en la voz de increíble rango e impresionante técnica de la cantante, que se desafió constantemente a sí misma, acompañada por tres grandes músicos que en todo momento estuvieron a la misma altura que ella: Gil Dor a la guitarra acústica, Or Lubianiker al bajo eléctrico y Gadi Sari a la batería.
Después de una canción, Little song for Spain, que en realidad fue un saludo a los presentes, Noa comenzó a mostrarse como el animal escénico que es con las interpretaciones de tres de los standards del jazz que incluye Afterallogy, su disco más reciente, en las que alternó las erupciones de fuego y granizo a través de Something’s coming, This masquerade y la grandiosa Anything goes, conectadas espiritualmente con la libertad y la creatividad que ella siempre ha mostrado. Todavía nos regaló otra increíble pieza de jazz que no está en el disco pero que Noa nos dijo que es una de sus favoritas, My romance, que comenzó interpretando acompañada solamente por el bajo de Lubianiker para después, cuando estaba llegando al final de ella, hacer leves indicaciones a los otros dos músicos para que se uniesen paulatinamente, Sari con una percusión suave y apenas perceptible y Dor con el primero de los magníficos solos de guitarra que le escuchamos durante la noche.
Nos dijo Noa también que admira a Joaquín Sabina, porque encarna la cruda belleza, la complejidad y el misterio de España, por eso se inspiró en él para componer la siguiente canción que interpretó, Tú y yo, mitad en inglés y mitad en español. Fue solamente un interludio, porque volvió de nuevo al jazz recordando las canciones que hace ya casi treinta años le produjo Pat Metheny, desgranando Mishaela, Pokeach, para la que subió a un set de percusiones que manejó con gran soltura y en el que permaneció para una larga recreación de I don’t know, ayudándose de las voces de los espectadores.
Mientras los tres músicos se lucían solos en el escenario, Noa lo abandonó para volver tras un cambio de vestuario y adentrarse en la piezas, o inventos, como ella les denominó, de Bach, con algunas de las composiciones que Dor adaptó para la guitarra y Noa les puso letra, que incluyeron en su disco Letters to Bach, del 2018. Letras que reflexionan sobre cosas tan diversas como la guerra y la paz, el consumismo, el calentamiento global, los desafíos, en fin, sobre crecer en el extraño y tecnológico mundo moderno, del que forman parte las redes sociales, como nos recordó en Mars, el invento dedicado a su hija mediana, adolescente, a la que calificó como la reina del Instagram, algo que pude apreciar fielmente porque tuve a la chica durante gran parte del concierto sentada en la escalera al lado de mi butaca sin parar de hacerle fotos y videos a su madre. Oh mama dear, No baby y Little loving fueron otros de esos inventos, este último una fusión de Bach con Elon Musk porque, como nos contó Noa entre risas, la Tocata y Fuga del primero suena en los sistemas de alarma de los coches Tesla del segundo, según le han dicho sus amigos, porque ella no puede permitirse un coche tan caro.
La recta final pasó por Child of man, Blues y una Karen Dor para la que volvió a las percusiones, comenzando luego los bises con una nana dedicada a su madre, presente en el teatro, entonada a capella y derrochando emoción con cada centímetro de su cuerpo y alma; una evocación a Serrat, a través de su canción Es caprichoso el azar y, por fin, la que todos esperaban, La vida es bella, como recordatorio de que la vivamos con todas nuestras fuerzas a pesar de pandemias y otras calamidades que puedan sobrevenirnos.
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