Niña de fuego (y hielo)
Crítica 'Magical Girl'
Magical Girl. Drama, España, 2014, 127 min. Dirección y guión: Carlos Vermut. Fotografía: Santiago Racaj. Intérpretes: Luis Bermejo, José Sacristán, Bárbara Lennie, Lucía Pollán, Israel Elejalde, Alberto Chaves, Teresa Soria Ruano, Miquel Insúa, Elisabet Gelabert.
Lanzada por la Concha de Oro y el premio a la mejor dirección en el Festival de San Sebastián, Magical Girl aterriza en la cartelera con el aval de unas críticas entusiastas a las que se ha sumado, entre otros, el mismísimo Pedro Almodóvar. No parece casual que el manchego haya alabado esta segunda cinta de Carlos Vermut, que debutara en los márgenes de la industria y la exhibición convencional con la bizarra y estimulante Diamond Flash, ya que en ella no es difícil encontrar un cierto espíritu afín con su cine, esa deformación del realismo ibérico y melodramático que atraviesa su trabajo, en este caso en una variante bastante más austera, decolorada y ascética, y con el añadido y la puesta al día de elementos procedentes del cine de género, de los temas y la estética del manga y el anime (próximos a la carrera previa de Vermut como dibujante gráfico) y también de los ambientes y tipos que han circulado por algunas de las propuestas más visibles de esa comedia pos-humorística (de Venga Monjas a Juan Cavestany) que se cuenta entre lo más saludable del reciente audiovisual español.
Con todo ese universo de referencias más o menos reconocibles a cuestas, Magical Girl se articula empero como un sólido rompecabezas narrativo, como un potente melodrama capaz de mirar a la realidad de la crisis desde una perspectiva insólita y esquinada, como un artefacto ingenioso dispuesto para establecer un diálogo (culto) con un espectador al que se quiere capaz de desentrañar los guiños que se esconden tras su planteamiento.
Limpio en los encuadres, preciso en el dominio del tempo interno de la escena, más limpio y depurado aún en los diálogos, posiblemente lo mejor de la película en su mezcla entre el costumbrismo y el absurdo, Vermut nos adentra en un territorio misterioso y laberíntico del que sólo él parece conocer todas las claves, invitando al espectador a rellenar los huecos por los que se filtran la magia y la atracción por lo siniestro que mueve y trenza las tramas que unen a un profesor y padre en paro (Bermejo) en busca de dinero para complacer el último deseo de su hija enferma, una mujer desequilibrada y con impulsos autodestructivos (Lennie) y un viejo profesor y ex convicto (un estupendo Sacristán, en esta su nueva juventud como actor, voz y cuerpo fetiche para el otro cine español) convertido en justiciero.
Descompuesta y recompuesta como un ingenioso puzle con ecos, enlaces musicales y rimas, abierta a lo inesperado aún dentro de su férrea escritura, sorprendentemente interpretada por un elenco que se mueve siempre en un mismo tono entre sonámbulo y maquinal, en el elegante extrañamiento que nos propone Magical Girl queda hueco incluso para buscar fogonazos de emoción, una emoción tal vez artificial y algo tramposa, provocada por las astucias de un situación límite que deja la sensación agridulce y algo frustrante de que estas criaturas solitarias, dolientes y sacrificiales están observadas, movidas y retratadas sin empatía y cariño verdaderos.
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