Afines | Crítica de danza
La compleja y emocionante belleza de la dualidad
Cuelga el cartel de no hay billetes y sale por la puerta grande. Así fue la faena con la que Niña Pastori demostró en la Plaza de Toros de la Maestranza que es una artista con mayúsculas, que no entiende de géneros ni de estilos y que ser fiel a una misma es el verdadero secreto para llevar un cuarto de siglo dedicada a la música.
La artista, que se encuentra en plena gira por su 25 aniversario sobre los escenarios, presentó en el penúltimo concierto del ciclo Noches en la MaestranzaNoches en la Maestranza el que será su próximo álbum. Con el tema Osú qué niña, que se ha popularizado en redes sociales, la de San Fernando mostró sus credenciales en una noche en la que no faltaron los sones flamencos, las letras románticas y los grandes clásicos.
De blanco impoluto, con un conjunto dos piezas compuesto por un pantalón y una túnica (que se cambió en un momento del recital), la artista se mostró poderosa durante todo el recital, irradiando una belleza que sólo desprenden los que se sienten plenos, dichosos. "Me siento muy orgullosa y feliz de ver todo lo que me está pasando y saber que estáis aquí", decía emocionada al comienzo del concierto.
Sevilla es plaza difícil, pero si el artista tiene ese charme (o duende, que hablamos de flamenco y de Andalucía, y en un concierto de Niña Pastori el flamenco se respira por los cuatros costaos), salir a hombros por la puerta grande (del Príncipe, en este caso) se torna sencillo. Con la naturalidad como la mejor carta de presentación, Niña Pastori interpretó los temas que componen su próximo trabajo, el undécimo de su carrera sin contar recopilatorios y con el que parece mostrar su lado más autobiográfico.
Aunque la plaza se rindió a los clásicos, esos que ya forman parte de la banda sonora de la vida de todos los que quisieron acompañar a la gaditana en una noche tan especial y llena de sorpresas. Sobre todo al final de la noche, cuando una más que pletórica madre no se lo pensó dos veces y subió al escenario a acompañar a su niña. Ataviada con sus mejores lunares (cómo iba a ser si no), Pastora puso el broche de oro a un concierto en el que las raíces flamencas se hicieron presentes en cada uno de los acordes. Ella no iba a bailar, porque está operada de la rodilla, pero no pudo evitar una discreta pataíta para acompañar su cante.
Da igual el tema que cante, Niña Pastori es una artista con tanta personalidad a la hora de cantar que lo mismo emocionaba a Juan Pablo II cantando el Ave María que a un coso que cambia de provincia y se vuelve gaditano al escuchar los primeros acordes de Cai. Personalidad, colores, matices y mucho sentimiento, eso es lo que María exhibió en cada una de las canciones que interpretó en la Maestranza. Válgame Dios, Noche de San Juan, La azotea, Cuando te beso, Dime quién soy o La raíz de mi tierra fueron algunos de los temas que la de San Fernando regaló a un público más que entregado y que no dudó en hacerle compás a las canciones cuando así lo requerían.
Temas de siempre, grandes clásicos y sones flamencos de la mano de Soleá, hija de Farru y representante de España en Eurojunior 2020, e Israel Fernández, "un gitano que canta por derecho, con corazón y alma". Ambos formaron parte del fin de fiesta, al que también se sumó el propio Farru y donde no faltaron los cantes por bulerías. Un fin de fiesta digno de una artista que lleva más de 25 años demostrando que el éxito de su poderío está en hacer lo que a una le salga del corazón.
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