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Muere Caballero Bonald
Pese a ser uno de los grandes estilistas del idioma castellano de la segunda mitad del siglo XX, considero que la mayor contribución de Caballero Bonald al mundo del flamenco no es su obra literaria sobre el tema sino su condición de productor y ocasional letrista. En este sentido, me quedo con el delicioso Archivo del cante flamenco (1968) de Vergara que, de inspiración mairenista, sería el germen de la mítica serie de TVE Rito y geografía del cante en la que, obviamente, también fue un asiduo colaborador. El Archivo está grabado in situ, aprovechando la tecnología del momento para registrar en su entorno natural a Juan Talegas, La Periñaca, Tomás Torre, Joselero, Perrate, Fernanda, Bernarda, Manuel de Angustias, Curro Mairena, El Borrico y algunos más. Es la continuación natural de la Antología del cante flamenco y cante gitano publicada una década antes bajo la dirección de Antonio Mairena y lleva a sus últimas consecuencias los presupuestos de la misma y también de la actividad ensayista del gran cantaor de los Alcores. También produjo, y escribió, para artistas como Diego Clavel (Cantes vividos, 1973, La raíz del grito 1974), José Mercé (Bandera de Andalucia, 1977), El Turronero, El Sordera o El Lebrijano (Encuentros, 1985, ¡Tierra!, 1992).
Su principal contribución al ensayo jondo fue Luces y sombras del flamenco (1975) que reeditó en diferentes ocasiones. El poner su rica y pulida prosa al servicio del flamenco es algo que siempre le agradeceremos. Por otra parte, el libro no se puede leer como un estudio, sino como obra de ficción o texto político. No está basada en una investigación sino que es fruto de unas vivencias, unas creencias, un ejercicio de lirismo, como otros que se hicieron en ese momento (Grande, Ríos Ruiz, Quiñones, etc.). Y como un texto político en un momento en el que no era fácil escribir abiertamente de política desde la óptica izquierdista en España. De hecho, Caballero Bonald dejó de escribir de flamenco, salvo algún encargo puntual, y siempre trabajos menores, a partir de 1975. Si el flamenco es una forma de "protesta", como afirma Caballero Bonald en esta obra, es porque en ese momento no resultaba fácil protestar por vías más directas. Pero en el momento en el que ello fue posible, el autor dejó de escribir sobre flamenco, como digo, y, casi, se olvidó de lo jondo, como señala en sus memorias, en las que cantaores como Menese no quedan bien parados. Lo que me sorprendió siempre de la actitud de Caballero Bonald, como de otros artistas experimentales, es que la libertad de experimentación que concedían a su propia actividad artística la censuraran en relación a lo jondo.
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