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Mar García Puig: "Nadie habla de lo presente que está la muerte cuando das a luz un hijo"

Libros

La autora cuenta en 'La historia de los vertebrados' la “locura” que sufrió tras el parto de sus mellizos, un trastorno que sufren otras muchas mujeres y “que se conoce muy poco”

Mar García Puig, fotografiada este lunes en Sevilla. / Antonio Pizarro

A Mar García Puig le conmueve un detalle en las últimas horas de Sylvia Plath, cómo la poeta norteamericana preparó unos vasos de leche para sus hijos antes de encender el horno con el que acabaría con su vida. "En esa escena se conjugan los grandes temas universales con la cotidianidad más pequeña. Tú puedes pensar en la muerte, pero también tienes que cortarle las uñas a tu bebé, por ejemplo", sostiene la editora, escritora y política (Barcelona, 1977). García Puig sabe de lo que habla: como confiesa en el arranque de La historia de los vertebrados, la novela que publica en Random House, el 20 de diciembre de 2015 alumbró a dos mellizos y tras el parto empezó a sufrir terribles desvaríos y dramáticos episodios de ansiedad, un trastorno que comparten muchas mujeres tras dar a luz, como supo más tarde y analiza en este libro, un valioso y emocionante testimonio de la vulnerabilidad más absoluta. El mismo día que tuvo a su descendencia, García Puig –que presentó su obra ayer en la Librería Palas de Sevilla– había sido elegida diputada del Congreso.

–Usted empezó a angustiarse por la mortalidad el día que nacieron sus hijos.

–Creo que es un tema del que se habla poco: un parto en el que llega todo a buen término, y hay salud en los niños y en la madre, se supone que es un momento de esplendor de vida, un tiempo feliz, pero nadie habla de algo, de lo presente que se hace la muerte entonces. Rachel Cusk lo llama Un trabajo para toda la vida, y efectivamente es así, el mundo como lo conocías da paso a un nuevo mundo. Y con eso empieza el miedo, un miedo muy acentuado. Yo no era una persona temerosa, y de repente me aterraba la muerte, la mía y la de mis hijos. No todo el mundo entiende ese sentimiento. Cuando Rachel Cusk publicó su libro, en 2001, un crítico llegó a pedir que los servicios sociales le retiraran la custodia de sus hijos a la escritora, porque ella planteaba un relato muy negro de la maternidad, porque ella sufría...

–Usted se refiere a la endometriosis como "una de tantas enfermedades femeninas ignoradas por el cúmulo de batas de corte masculino de la historia". Quizás por lo mismo no se ha estudiado ni se conoce tanto la locura puerperal como otros males.

–De hecho, los temas del embarazo, el parto y la maternidad han sido tratados, si no por hombres, desde un punto de vista masculino, porque las mujeres también pueden tenerlo. Y en la medicina y en la psiquiatría ocurre eso de una manera muy bestia, porque normalmente el paciente, por defecto, es el hombre, y todo lo concebido para él se aplica a la mujer. Hay un libro que la doctora Carme Valls Llobet publicó en Capitán Swing [Mujeres invisibles para la medicina], y que entre otras cuestiones aborda la brecha farmacológica que existe: que de cada diez pastillas psiquiátricas, en España, ocho se receten a las mujeres.

–Incluso la Reina Victoria, "la gobernante del mayor imperio de la historia", sufrió un trastorno nervioso tras el parto.

–Yo no conocía ese dato, di con él con la investigación que llevé a cabo para el libro, y eso me hizo pensar que es un problema universal, que no hay un patrón claro. La precariedad es un factor de riesgo, y probablemente la reina Victoria no cayó en una crisis más profunda por sus circunstancias, pero tanto los psiquiatras decimonónicos como los actuales buscan una franja concreta que predomine, mujeres de clase alta, o mujeres de clase baja, de tal país o del otro, y comprueban que es un trastorno que nos afecta a todas.

"La política es la herramienta que tenemos sociedad, y renunciar a ella es perder la esperanza"

–Unos días después de la primera sesión en el Congreso se queja de que todos los portavoces de los grupos parlamentarios sean hombres y recibe una llamada de atención. Y cuenta otros episodios por los que no parece muy entusiasmada con la política...

–[ríe]. Yo he hecho estas dos legislaturas, y me he preocupado por no acabar esta etapa excesivamente decepcionada. Porque al final la política es la herramienta que tenemos para organizarnos como sociedad, y, si renunciamos a ella, perdemos toda esperanza. Yo me alegro de dejarlo ahora, porque hay gente que adopta una postura demasiado cínica, convencida de que los esfuerzos no sirven para mucho, que no se puede luchar contra el sistema. Es verdad que las políticas de partido tienen unas inercias y un funcionamiento que acaban siendo hostiles e ingratos, al menos para determinadas posiciones. Cuando no vienes de la política de partido, y eres independiente, se hace muy duro. Pero mi balance no es completamente negativo, aunque todo lo que queríamos cambiar en la política institucional no se ha conseguido.

Cubierta del libro. / D. S.

–Usted ha sido portavoz de la Comisión de Cultura, y allí vio cómo algunos consideraban ésta como "una distracción etérea, un pasatiempo de clases acomodadas".

–En el libro se habla de las lobotomías que se hacían en el pasado, y ahora tenemos sin duda una psicología más humana, pero pienso que hay una sobremedicación, y también una tendencia a creer ahora que la psicología y la psiquiatría pueden con todo, y eso no es realista. Habría que trabajar también por el acceso a la cultura, que contribuye a una mejor salud mental de la sociedad, a mí la cultura me salvó. Y confieso que con la Comisión de Cultura se me ha quedado una espina clavada, que las políticas culturales han sido una decepción para mí. En Igualdad, más allá de las polémicas, se han hecho cosas y hemos dirigido el foco a cuestiones importantes. Pero en la pandemia salió a la luz la precariedad del sector cultural y no hemos sabido cuidar lo que hacen los creadores, que es un bien esencial.

–Cuenta cómo a la poeta Sharon Olds le rechazaron poemas en una revista porque estaban dedicados a sus hijos. ¿Usted encontró resistencia cuando hablaba de su proyecto?

–Mucha gente me decía: Ay, otro libro sobre la maternidad. Mira, yo he leído sobre el amor romántico toda mi vida, y sobre la guerra Civil, y la Primera Guerra Mundial, y la Segunda... Y me parece muy bien, yo no creo que haya demasiados libros sobre nada. Se insiste en que los temas vinculados a las mujeres son nichos de mercado, pero la maternidad nos afecta a todos. Uno de los retos de este libro era romper con esto. Que lo recomendara Juan José Millás, por ejemplo, que lo lean hombres, y mujeres que no quieren ser madres, me indica que lo hemos conseguido. Al fin y al cabo, es un libro sobre el miedo y la locura, algo que nos concierne a todos. Volviendo a Sharon Olds y esa experiencia de cuidar a un hijo, ¿acaso eso no habla sobre la vulnerabilidad?

"Tanto los psiquiatras del XIX como los de hoy buscan un patrón concreto para esos trastornos, y no lo hay”

–El libro explora también cómo las tensiones tras el parto afectan a la relación de pareja.

–Yo me separé, y siempre le había reprochado al padre de mis hijos, con el que ahora tengo muy buena relación, que él no me apoyara en esos momentos. Escribiendo el libro, sin embargo, me he dado cuenta de lo importante que es la literatura para entendernos. Al convertir en personaje a ese hombre, y al ponerme en su piel, comprendí que él tampoco tenía los recursos para afrontar una situación así, para darme lo que yo necesitaba. Pensé en lo importantes que son los talleres de escritura. Es asombroso cómo hacer un relato sobre tu padre o tu madre, por ejemplo, te puede acercar a ellos, aclarar viejos malentendidos.

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