Miguel Falomir: “El Museo del Prado es una de las pocas cosas que suscita consenso en España”
Bicentenario del Museo del Prado 1819-2019
Al frente de la pinacoteca desde hace dos años, el conservador de pintura italiana vuelto gestor ha logrado más apoyo del Gobierno para la ampliación y sacar adelante el ambicioso programa del Bicentenario
Madrid/Miguel Falomir (Valencia, 1966) acaba de almorzar con los Reyes de España y tras esta entrevista atenderá a la televisión pública para el especial del primer Bicentenario del Prado, que dirige desde hace dos años. En los próximos doce meses toda España se contagiará del espíritu de una celebración que reivindica a la primera pinacoteca nacional como la casa de todos y como un símbolo de las políticas españolas de tutela del patrimonio -la primera ley se aprobó en 1933 durante la República y fue tan valiosa que ni Franco la derogó-. También festeja la implicación de la sociedad a través de donaciones, legados y campañas de subscripción popular, como la que ha lanzado para comprar un óleo de Simon Vouet.
Para que la fiesta de cumpleaños no pierda fuelle en ningún momento, hasta su culminación el 19 de noviembre de 2019, que es cuando el museo cumple 200 años, se encadenarán ambiciosas exposiciones con algunas de las mejores obras de Rembrandt, Fra Angelico, Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana, Goya y Giacometti para dialogar con una colección de arte única en el mundo.
Pese a la vorágine de trabajo, Falomir se muestra contento y elige hablar con este medio ante algunas de las joyas andaluzas de la primera exposición del Bicentenario, Un lugar de memoria (1819-2019), que ha comisariado Javier Portús. Muy cerca quedan la Inmaculada de los Venerables de Murillo y la Virgen del Lucero de Alonso Cano, uno de los primeros cuadros que el Prado depositó en el Bellas Artes de Granada.
-¿Qué sería de España sin el Museo del Prado?
-España podría vivir sin el Prado pero sería una España peor, y la historia de la pintura se habría escrito sin el Prado pero sería muy distinta porque son muchos los artistas, como Manet, que aquí cambiaron por completo su forma de entender la pintura. Como director puedo dar fe de que una de las pocas cosas en España que ahora suscitan consenso es el Museo del Prado y también es de lo mejor que proyectamos al exterior. Tiene una lectura nacional, no lo vamos a negar, y estamos orgullosísimos de ser la primera pinacoteca española, pero además, como escribió Ramón Gaya desde el exilio, el Prado es una patria no en el sentido político sino en el imaginario, con la que se identifican todos los que han amado el arte y la cultura durante muchas décadas.
-¿Qué papel jugará en la efeméride el Prado disperso?
-Acaso porque nací en Valencia y no soy madrileño me parece importante recordar que los museos son realidades físicas y la grandeza del Prado es que incluso las trasciende. El museo tiene una ubicación física obviamente en el Paseo del Prado, lo que acabó rebautizándolo, porque se inauguró originalmente como Museo Real de Pintura. Y desde 1860 tiene un compromiso muy activo con la realidad española: el Prado es nacional no sólo porque un político le dio ese título sino porque tiene esa vocación. En 1860 comenzamos la política de depósitos que se traduce actualmente en más de 3.000 pinturas del Prado que se localizan en toda la realidad española. Solo hay dos provincias donde no hay, Vizcaya y Guadalajara, y la delegada de cultura de Melilla también ha venido a pedir un depósito. En la muestra Un lugar de memoria incluimos un mapa donde detallamos la ubicación de ese Prado disperso, del que hemos de admitir que el museo nunca ha hecho una buena pedagogía. Pero estamos en ello y una buena forma de recordarlo es el que para mí es el programa más importante del Bicentenario, De gira por España, que llevará una obra maestra de nuestras colecciones a cada comunidad y a Ceuta y Melilla, y que debe recordar en toda España que el Prado es de todos. En 2017 sólo las exposiciones organizadas exclusivamente con fondos de este museo obtuvieron 350.000 visitas.
-Por primera vez se han lanzado a una campaña de micromecenazgo para que todo el que lo desee, a partir de cinco euros, pueda contribuir a la compra de un retrato inédito del pintor francés Simon Vouet (1590-1649). ¿Por qué se decidió por esa obra y no por, pongamos por caso, una de Goya o Murillo?
-El crowdfunding designa algo que siempre ha existido. Gracias a la subscripción popular hace 100 años se erigieron la mayoría de estatuas que vemos por toda España. Pedir la ayuda de la sociedad para contribuir al engrandecimiento del Prado es algo que siempre ha ocurrido y que en este museo se ha hecho en buena medida gracias a muchos españoles que pensaron que donando obras al Prado contribuían al engrandecimiento de la nación y a que piezas que hasta entonces habían sido disfrutadas por muy pocos a través de su depósito aquí serían disfrutadas por muchos más. Esa idea atractiva estaba ya hace cien años y sigue vigente. En cuanto a este Retrato de niña con paloma de Vouet, cuando uno tiene que elegir un cuadro debe ser consciente de que se adentra en terrenos con los que no está familiarizado. No sabía cuál iba a ser la reacción de la sociedad, y por eso no pensé en intentar adquirir un Goya valorado en tres millones sino en una obra modesta en cuanto a la cantidad y excelente en su calidad, y testar así la realidad de la situación. Si vemos que somos capaces de culminar satisfactoriamente esta empresa nos embarcaremos en otras más ambiciosas. Pero nos pareció que entre los cuadros que podríamos afrontar, éste de Vouet tenía particularidades que lo hacían atractivo para el Prado: un artista aunque francés importante que dialogaba muy bien con otra pieza que ya teníamos.
-Su antecesor, Miguel Zugaza, realizó una labor espléndida en la transformación de la pinacoteca y además la engrandeció con un Brueghel el Viejo, El vino de la fiesta de San Martín. ¿Se imagina que una nueva atribución le pusiera al alcance una obra de Fra Angelico o Da Vinci?
-Cualquiera es consciente de que eso es azaroso pero España tiene una historia muy importante y en Andalucía, particularmente, hay obras muy importantes que pueden salir a la luz. Pero hemos de asumir nuestra realidad: no podemos competir en el mercado internacional, ni con los grandes museos ni con los grandes coleccionistas. Tenemos que servirnos de una ley patrimonial que los propietarios a veces tachan de injusta pero que a las instituciones nacionales les resulta bastante beneficiosa. Y aún en España hay cuadros importantes de algunas escuelas determinadas. Me gustaría pensar que va a aparecer un Fra Angelico pero lo veo imposible; en cambio hay pintura italiana, flamenca y española del XVII de mucho interés.
-¿Ni siquiera un dibujo de Leonardo en el mercado español?
- Ojalá lo hubiera y no lo dejaríamos pasar pero Da Vinci tiene un problema, que fue un un pintor muy poco productivo, apenas acababa uno de cada diez trabajos que empezaba. Ojalá fuera Ribera o Luca Giordano, que pintaban con una cadencia importante pero no es el caso de Leonardo, los que hay son los que hay y mucho me temo que no aparecerá uno. Pero ojalá me equivoque.
-El próximo jueves se reúne con el Real Patronato del museo. ¿Qué espera de ese encuentro?
-Los españoles deberían familiarizarse más con esta importante institución que es como el abogado del Prado frente a las presiones del poder económico y político. Se creó hace un siglo y ha jugado un papel importante, y algunas de las principales donaciones que han llegado al museo en las últimas décadas proceden de miembros del Patronato. En este momento tenemos una relación magnífica entre ellos y el equipo de dirección. Son un aliento, un refuerzo, y como director tengo una suerte increíble de tener a un andaluz de pro, José Pedro Pérez-Llorca, como presidente del Patronato. El Real Patronato es como el ángel de la guarda que custodia la independencia del museo. Te da la seguridad de que siempre tienes un respaldo, que tus opiniones y tus ideas, que consensuamos con ellos, serán defendidas.
-El Gobierno prometió apoyar más al museo, sensible a su queja de que los presupuestos no alcanzaban ni para pagar las nóminas. ¿Habrá dinero para afrontar la ampliación al Salón de Reinos?
-Estamos esperanzados por la receptividad que hemos encontrado en el Gobierno, que ha sido muy positiva. El presidente Pedro Sánchez nos visitó hace un mes y se comprometió a financiar el 75% de las obras del Salón de Reinos. El ministerio de Cultura se ha comprometido además a elevar la aportación regular del Estado al Museo del Prado. Y a partir de ahí nos adentramos en un terreno que se me escapa a mí y me temo que también por desgracia al Gobierno, como es el de la aprobación de los Presupuestos del Estado. Yo lo que tengo que hacer es agradecer ese gesto y esperar y confiar en que los presupuestos se aprueben.
-¿Estarían en plazo para asumir el proyecto de Norman Foster?
-En el momento en que se aprueben los Presupuestos Generales del Estado comenzarán a trabajar las excavadoras. La legislación española, que en eso es bastante sabia, establece que no puede iniciarse una obra hasta que no está aprobaba la línea de crédito, para que no se queden inacabadas las obras. En el momento en que se apruebe la línea de crédito, en teoría son cuatro años para su consecución, y eso valorando que estamos hablando de un edificio histórico, donde sabemos lo que tenemos pero nunca lo que nos vamos a encontrar. El propio proyecto intentaba minimizar todo tipo de sorpresas. Con todo, creo que podemos hablar de un plazo de cuatro años.
-Hablemos del programa expositivo del Bicentenario, que no ha hecho más que arrancar. ¿Por qué apostó por estos nombres (Rembrandt, Giacometti, Goya, Fra Angelico...) y descartó otros?
-He intentado que las exposiciones del Bicentenario tengan una coherencia y que de alguna manera contribuyeran a paliar lo que han sido los déficit crónicos del Museo del Prado. Si preguntamos a cualquier historiador del arte, identificará tres lagunas en el Prado. Una es la pintura holandesa, que intentamos paliar con una gran exposición que reúne a Velázquez y Rembrandt con otros iconos de la pintura española y holandesa [Velázquez, Rembrandt, Vermeer. Miradas afines en España y Holanda se inaugurará el 25 de junio de 2019]. Será una exposición memorable, porque ver en el Prado un cuadro de Rembrandt como Los síndicos de los pañeros, procedente del Rijksmuseum, que es lo primero que se me viene a la cabeza, es algo realmente impresionante. Otra laguna es la pintura del Quattrocento italiano y para ello vamos a inaugurar una muestra sobre Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia [del 28 de mayo al 15 de septiembre de 2019]. Y la tercera gran carencia es la presencia de mujeres en el Prado y para eso vamos a dedicar a partir de octubre de 2019 una gran muestra a dos pintoras, Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Aparte no podíamos renunciar a hacer guiños a nuestra propia historia y también haremos una gran exposición de los dibujos de Goya porque si le preguntas a cualquier trabajador del Museo que se retrotraiga al imaginario del 19 de noviembre de 1819, todo el mundo se imagina a Goya paseando por las salas hace dos siglos, y es muy plausible que así fuera porque era el gran pintor del rey, y el artista vivo más importante cuando se inaugura el Prado. Y finalmente haremos otro guiño al papel del Prado como motor inspirador de los artistas de la vanguardia del siglo XX con una exposición de Giacometti, para mí el artista capital del siglo XX que probablemente nunca vino al Prado aunque pudo ver sus obras evacuadas en Ginebra. Hemos ideado una gran intervención en la galería central con las obras de Giacometti desfilando de cara a Las Meninas.
-¿No le hubiera gustado adquirir el Autorretrato de Artemisia Gentileschi que ha comprado la National Gallery de Londres por 3,6 millones de libras (el 75% financiado por The American Friends)?
-Por desgracia, si vamos al mercado internacional con nuestra chequera hacemos el ridículo, ya me gustaría a mí que fuera de otra forma. Si hubiera estado en España ese retrato barroco femenino no se nos hubiera escapado. Lo que es importante es ir ampliando el imaginario de la gente. Todo el mundo piensa quién fue Artemisia Gentileschi pero muy poca gente sabe que hubo una pintora que en muchos casos la anticipó. Algunos de los cuadros más célebres de Artemisia, como Judit decapitando a Holofernes, tienen su precedente en obras de Lavinia Fontana que no conoce nadie. Y ahí entramos nosotros, en intentar abrir el abanico y mostrar a pintoras anteriores a Artemisia, un corpus que por desgracia es bastante reducido.
-Clara Peeters fue durante muchos años la única artista con obra colgada en las paredes del Museo del Prado. Le dedicaron una muestra significativa pero pequeña. ¿Qué nos deparará la cita con Fontana y Anguissola?
-Será una gran exposición y enfrentaremos dos formas distintas de entender la pintura y a dos artistas que no forman parte del canon que manejamos, nacidas con doce años de diferencia y apenas 80 kilómetros de distancia. Por un lado Sofonisba Anguissola, que procede de la baja nobleza, que trabaja en ambientes cortesanos y nunca usa la pintura como profesión sino como hobby, autolimitándose al retrato y al autorretrato. Y por otro lado Lavinia Fontana, hija de pintores, que compite en igualdad de condiciones con sus colegas masculinos y que aborda todos los géneros, incluida la pintura erótica, aparentemente la más alejada de ella. Lavinia Fontana fue prolífica, pintaba para vivir, y eso es un dato importante porque otras mujeres artistas de esa época eran más diletantes. Tendremos préstamos de los grandes museos internacionales y de importantes colecciones particulares.
-El Bicentenario arranca con esta muestra espléndida donde el Prado nos cuenta su propia historia y también con un crespón de luto por Francisco Calvo Serraller. ¿Qué huella ha dejado en usted?
-Me ha apenado mucho no poder llegar a mostrarle esta exposición junto con el comisario porque lo habíamos dispuesto todo para que el miércoles de la semana pasada pudiera verla en la intimidad, conscientes de que su estado físico no era el idóneo. Si hay una muestra que le hubiera gustado por encima de otras sería esta, porque él amó tanto al museo... Y no sólo en los doscientos días que lo dirigió, sino porque toda su vida estuvo atravesada por el Prado y esta exposición le hubiera emocionado sobremanera. Así que, cuando supimos de su fallecimiento, lo primero que pensamos fue dedicarle la muestra y espero que, dondequiera que esté siga teniendo en el Prado su patria.
-¿Con qué libro del profesor Calvo Serraller se identifica más?
-Para mí es muy difícil elegir solo uno pero voy a decir algo que tal vez resulte extraño. Paco Calvo fue una persona genial y polifacética, escribió muchos libros y muy distintos, pero yo me quedo con el primero que escribió, su tesis doctoral, porque fue una obra que marcó un antes y un después en nuestra forma de acercarnos al arte los españoles. Me refiero a su edición crítica de los Diálogos de la pintura de Vicente Carducho. Fue la primera edición crítica de un tratado pictórico y una de las mejores que se han hecho en ningún país desde el punto de vista de la pintura. Me causó pasmo aquella mezcla de erudición y sensibilidad, fue para mí muy importante. Es un libro que queda y donde hasta las notas a pie de página son pequeños ensayos que me conmueven. Las notas a pie de página, incluidas las que yo escribo, suelen ser bastante aburridas pero en esas de Calvo Serraller había un todo, un continuo, que me subyugaba.
-En Un lugar de memoria el comisario ha incluido muchas obras literarias que han enriquecido nuestra visión del Prado, como A la pintura de Rafael Alberti. ¿Recomienda un libro de cabecera para entender mejor al museo?
-Soy una persona positiva. Y aunque creo que el Museo del Prado ha generado poca literatura interesante sobre su historia, aunque están los clásicos como Tres horas en el Prado de Eugenio D’Ors, sí ha generado una excelente literatura de ficción, hay novelas y poemarios extraordinarios sobre la pinacoteca. Pero sin ánimo mercantil diría que habría que leer el catálogo de nuestra muestra Un lugar de memoria. El Prado debe congratularse de tener a un sabio como Javier Portús en su plantilla y quien lea este catálogo encontrará una historia real, emotiva y fidedigna del Prado y miles de caminos para explorar por sí solo todo lo que el museo ha generado en tanta gente durante décadas.
-La semana que viene el Museo del Prado tendrá una fuerte presencia en la capital andaluza. El miércoles inauguran en Caixafórum Sevilla la muestra Mitos y musas (que llegará a Cádiz en septiembre de 2019) y el jueves el Bellas Artes abre al público la mayor antológica de Murillo en España, para la que la pinacoteca que dirige ha cedido varias de sus obras maestras del artista, como el Buen Pastor. ¿Qué significa Bartolomé Esteban Murillo en su IV Centenario para usted y el Museo del Prado?
-Murillo es un pintor tan importante que nos ha obligado a hacer una de las pocas excepciones con la moratoria de préstamos del Bicentenario porque este año, como saben, queremos tener las mejores obras en casa. Felicito a Sevilla por el esfuerzo extraordinario que ha hecho para recuperar la vinculación de Murillo con su ciudad natal. Murillo es un pintor grandísimo con todas las sílabas, que cada vez genera más interés en el extranjero, nos piden constantemente obras de Murillo, muchas Inmaculadas suyas especialmente. Y hay algo en la respuesta, algo en él que está volviendo a conectar con generaciones de todo el mundo. Así que es muy grato para el Museo del Prado y su director servir de correo de transmisión de ese sentimiento.
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