Un Murillo poliédrico llega al SEFF
seff 2017
El director José Manuel Gómez Vidal estrena en el Lope de Vega su riguroso documental sobre el pintor sevillano, que tiene en el testimonio de los expertos su principal baza
Sevilla/En tan sólo un año, de 1649 a 1650, Sevilla perdió por causa de la epidemia de peste la mitad de su población, que se redujo de 120.000 a 60.000 habitantes. Familias enteras murieron y era difícil dar sepultura a todos los fallecidos en una ciudad que estaba enferma y en bancarrota. La religión, ante tan aciago panorama, se convirtió en una vía de escape para todas las clases sociales. Un artista, que también había perdido a casi todos sus hijos durante la plaga, comprendió mejor que ningún otro que era necesaria una pintura amable y cercana, en el fondo y en la forma, para aliviar el sufrimiento de los sevillanos. La trayectoria vital y artística de ese pintor es la que narra Murillo, el último viaje, el documental dirigido por José Manuel Gómez Vidal, que anoche se estrenó en el Teatro Lope de Vega de la mano del Festival de Cine de Sevilla (SEFF). La obra cuenta, según su productor Bernabé Rico, "con los testimonios de los principales expertos en Murillo del mundo", que van abordando con rigor y pasión las distintas etapas creativas del pintor, los hitos de su carrera, su técnica, la recepción de su obra en los últimos tres siglos y el destino de los cuadros, repartidos por museos y colecciones de todo el mundo.
"En la pintura seca y distante de Zurbarán ningún personaje sonríe. En cambio, en la de Murillo los personajes celestiales miran amablemente a los de la tierra", explica a la cámara el catedrático Enrique Valdivieso, autor del catálogo razonado de la obra de Murillo e insigne experto también en Zurbarán. "Murillo, al acaparar los encargos de las principales órdenes religiosas sevillanas, como los capuchinos, acabó relegando a Zurbarán, que tuvo que subsistir atendiendo al mercado americano y marchándose finalmente a Madrid, donde murió", reflexionó en la presentación a la prensa Benito Navarrete, historiador y comisario también del Año Murillo, cuyas intervenciones ante el objetivo de Gómez Vidal se cuentan entre los momentos más estimulantes de una película que, gracias a la colaboración del Ayuntamiento y Canal Sur, se proyectará en las sedes de las grandes exposiciones municipales de la efeméride y tiene garantizada su distribución con Versión Digital, la empresa que se encargó de acercar al gran público el documental El Bosco, el jardín de los sueños. Lo más inmediato será, la semana que viene, una serie de proyecciones especiales en el Cine Cervantes los días 17, 18 y 19.
El documental, que cuenta también con testimonios de Valme Muñoz e Ignacio Cano, directora y subdirector del Bellas Artes sevillano, o de Manuela Mena, conservadora del Prado, arranca y concluye con el cuadro El joven mendigo o Niño espulgándose que atesora el Museo del Louvre. La llegada del lienzo a la sede de la Fundación Focus en el Hospital de los Venerables, donde formó parte de la muestra Velázquez. Murillo. Sevilla que comisarió Gabriele Finaldi, director de la National Gallery y otro de los protagonistas del filme, da inicio a la narración, que seguirá a Murillo por algunas de las instituciones que atesoran su obra hasta concluir de nuevo en el Louvre, donde el conservador Guillaume Kientz supervisa la llegada de la pintura junto al correo y los operarios de la prestigiosa empresa de transporte SIT.
Para Gómez Vidal, que presentó la película junto a Navarrete, Rico y la directora general de Cultura del Consistorio, Isabel Ojeda, "el reto era contar en 70 minutos y desde otra perspectiva, con sus claroscuros, la vida de un artista muy poco cinematográfico comparado con El Greco, Velázquez y, sobre todo, con Caravaggio, el pintor atormentado, oscuro, homosexual y sanguinario por antonomasia". "Había que ser muy fieles a la realidad y al mismo tiempo entretener a quien no tenía contacto con el mundo del arte, descubriendo al artista más conocido de su tiempo pero al que la Historia fue cubriendo con una pátina de prejuicios que impidieron comprenderlo en su toda grandeza en el siglo XX", prosiguió.
A finales del XIX la obra de Murillo comenzó a ser reproducida por la imprenta en postales, grabados, estampas y calendarios hechos con mala calidad técnica que degradaban profundamente en forma y en color sus originales. La recepción de ese Murillo kitsch la abordan aquí, entre otros expertos, los dos comisarios de la exposición La modernidad de Murillo, que el Ayuntamiento ofrecerá entre abril y septiembre de 2018: "Se potenció la lectura beata de Murillo porque era la que le interesaba al franquismo", asegura Luis Martínez Montiel. "En el reparto de papeles en el siglo XX, a Murillo le tocó la de perder frente a Velázquez", oímos decir a Pedro G. Romero. Y es que, como glosa en la cinta el conservador de pintura española del Museo del Prado Javier Portús, Zurbarán acabó cobrándose la revancha "porque las vanguardias privilegiaron su pintura volumétrica y denostaron la dulcificada de Murillo".
La mayor conexión emocional del espectador con el documental se produce cuando aborda el tema del expolio de las obras de Murillo durante la invasión napoleónica por el mariscal Soult, un personaje "demoníaco" para los españoles y una figura "positiva" para los franceses, según la apreciación de Kientz. Tras robar las obras de Murillo de los conventos e iglesias sevillanos y sacarlas a toda prisa de España, estos tesoros pictóricos se dispersaron desde Francia por todo el mundo y la colección personal de Soult acabó siendo vendida por sus herederos por una ingente cantidad. Fue así como el Louvre adquirió El joven mendigo.
Con su impecable factura, Murillo, el último viaje, en cuyo metraje final suena La Follia de Vivaldi en la versión de Hesperión XXI, el grupo de Jordi Savall -encargado de inaugurar el Año Murillo con su concierto del 28 de noviembre en el Maestranza- nos devuelve al pintor más complejo y poliédrico, "con muchas más profundidades de las que imaginamos", a decir de su director, que rinde de paso un sincero homenaje a su ciudad natal porque, como recuerda con soltura el anticuario Miguel Caiceo, "Murillo es y será Sevilla".
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