Murillo en las mejores manos
El taller de restauración del Museo de Bellas Artes de Sevilla devuelve toda su belleza al 'Jubileo de la Porciúncula', de cuya llegada a la ciudad procedente de Colonia se cumple un año
Sevilla/ El Jubileo de la Porciúncula de Murillo celebra este fin de semana su primer año en el Bellas Artes de Sevilla, adonde este lienzo procedente del museo Wallraf-Richartz de Colonia (Alemania) llegó el 23 de junio de 2016 en un completo mutismo y fuera de los focos -un acontecimiento así en otra ciudad hubiera aparecido en los informativos nacionales-, cedido por un período de diez años. La que fue pintura central del retablo mayor de la iglesia del convento sevillano de Capuchinos la está restaurando desde hace meses a la vista del público el que probablemente sea el equipo mejor preparado del mundo en la técnica del pintor barroco: el taller del propio museo, que capitanea desde 1998 Fuensanta de la Paz. Carmen Álvarez e Ignacio Bolaños son los especialistas a los que De la Paz y la directora de la pinacoteca, Valme Muñoz, han confiado la minuciosa intervención que está devolviendo toda su luz y materia pictórica al mayor lienzo de Murillo en Alemania, que lo atesora desde 1876.
Las dimensiones del Jubileo de la Porciúncula, pese a los diversos avatares que ha sufrido a lo largo de los siglos, siguen siendo abrumadoras: 4,30 metros de alto y 2,95 de ancho. Por ello, el elevado andamio al que se suben diariamente los restauradores es una pieza esencial en el taller que acoge la sala V del Bellas Artes, donde se trabaja a todo ritmo con vistas a la primera gran exposición del programa oficial del cuarto centenario: Murillo. Pinturas para el Convento de Capuchinos de Sevilla, que abrirá sus puertas el 28 de noviembre y reunirá uno de sus mejores conjuntos pictóricos.
Valme Muñoz es la comisaria de esta cita que promueve la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y que, hasta el mes de marzo de 2018, concentrará las obras que Murillo realizó -perfectamente restauradas- para los frailes capuchinos de Sevilla. Esas pinturas, verdadero hito del barroco español, permanecieron en su lugar original hasta el siglo XIX, cuando las circunstancias históricas provocaron su dispersión. La mayoría ingresó en 1840 en los fondos del Bellas Artes, pero el lienzo central quedó en manos privadas hasta que en 1876 entró a formar parte de la colección del museo de Colonia. El préstamo del Wallraf-Richartz suple ahora esa ausencia histórica pero, además, Muñoz ha logrado recuperar para el proyecto otros tres lienzos del convento de Capuchinos que se encuentran en distintas colecciones: el Arcángel San Miguel que se conserva en el Kunsthistorisches Museum de Viena, el Ángel de la Guarda de la Catedral de Sevilla y la Santa Faz que cede una colección privada británica.
No menos importante ha sido recuperar también los dibujos preparatorios de Murillo que ilustran el proceso creativo de la serie. Entre esas joyas que volverán a reunirse durante la muestra -que se distribuirá por la totalidad de la sala de temporales y una parte de la sala V del museo- figuran dos versiones de San Francisco abrazando al crucifijo (procedentes del Courtauld Institute de Londres y del Kunsthalle de Hamburgo), las Santas Justa y Rufina del Museo Bonnat de Bayona y San Félix Cantalicio con el Niño, que aporta la Morgan Library de Nueva York. Todos estos dibujos sirvieron al pintor para componer las pinturas mayores del mismo título que sí conserva el Bellas Artes sevillano.
Otra de las aportaciones de la exposición es que las obras de Murillo que formaron parte del ciclo de capuchinos se podrán ver, restauradas en su totalidad en los últimos dos años, con una iluminación más cuidada y a la altura de una pintura de caballete dentro de un montaje específicamente diseñado. "La técnica de Murillo es tan prodigiosa que, pese a que estas obras fueron concebidas para ser vistas en el retablo a gran altura, podremos recrearnos en sus detalles y cualidades disfrutándolas mucho más cerca", incide la comisaria.
Por supuesto, la estrella de la muestra será El Jubileo de la Porciúncula, un lienzo que nos permite ver, como un muestrario de su talento, toda la técnica de Murillo y hasta sus grandes conocimientos teológicos. "De su pintura más terrenal y naturalista en la base pasamos aquí a la más etérea y evanescente del rompimiento de gloria, donde preludia ya la pintura rococó del siguiente periodo", detalla Valme Muñoz al delegado territorial de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía en Sevilla, José Manuel Girela, que acudió ayer a visitar el taller de restauración.
El Museo de Colonia consideró en su momento que esta restauración debían hacerla los profesionales del Bellas Artes de Sevilla, que son los más familiarizados con la técnica del pintor. "Muchas instituciones de todo el mundo nos consultan sobre cómo restaurar los cuadros de Murillo que poseen pero aquí, además, nos han confiado su intervención a cambio de prestárnoslo por una década", añade la directora del museo, que junto a Fuensanta de la Paz profundizó en el tema con motivo del estudio científico que ambas realizaron para el catálogo de la muestra El joven Murillo, de la que fueron comisarios Alfonso Pérez Sánchez y Benito Navarrete.
"La obra restaurada va a sorprender muchísimo. En Colonia El Jubileo de la Porciúncula pasaba desapercibida porque estaba cubierta por un espeso barniz que velaba las figuras. Vamos a redescubrir un trabajo clave de Murillo y a recuperar para futuras generaciones un patrimonio que la gente desconocía pese a haber sido la obra principal del retablo", considera Fuensanta de la Paz, que no oculta su aprecio por la labor que desarrollan, a la vista del público, Carmen Álvarez e Ignacio Bolaños. "Estos restauradores no escatiman nada, ni tiempo ni esfuerzo. Son mi equipo de referencia para los trabajos más importantes, en los que delego con total confianza para las obras maestras", valora Fuensanta de estos expertos que también suelen restaurar esculturas, como ocurrió con la Inmaculada de la iglesia de la Anunciación que se atribuye a la gubia de Martínez Montañés y que intervinieron junto a Manuel Pedro Franco Rufino para la exposición Lo sagrado hecho real de la National Gallery de Londres.
Como por arte de magia, día a día salen a la superficie esos colores maravillosos de Murillo que durante décadas estuvieron atrapados y cegados por barnices coloreados y por repintes realizados en las azarosas épocas que conoció el cuadro. Por ejemplo, el pintor sevillano Joaquín Bejarano, a quien los frailes llegaron a regalar la obra en gratitud por la restauración que llevó a cabo, no dudó en incluir una figura de su propia mano que ahora se está eliminando para que aflore la imagen original de Murillo que ocultaba.
"Todo el lienzo tenía una falsa luz ambarina, como si lo cubriera un metacrilato espeso que no dejaba ver ni las transparencias, ni la luz de Murillo ni las alas delicadas de sus ángeles", aclara Muñoz. Esos barnices oxidados por el tiempo quisieron tapar todas las intervenciones -estucados de distintas naturalezas, repintes- y darle una unidad al lienzo pero, en cambio, lo volvieron amarillento, plano y sin matices. Ahora, el rompimiento de gloria, los blancos de los paños de la túnica de la virgen, los azules del manto y los rojos de Jesucristo van emergiendo ante los ojos del espectador con la intensidad y belleza cromática con que fueron concebidos.
"Los colores han subido mucho. Su técnica es bien conocida para nosotros porque éste es el Museo de Murillo y hemos estudiado arduamente las imprimaciones que daba y cómo pintaba. Pero esta intervención confirma que en El Jubileo de la Porciúncula está el mejor Murillo posible, es una obra de madurez de una calidad extraordinaria", valora Fuensanta.
Radiografiar al completo este lienzo ha supuesto un gran esfuerzo, humano y económico, pero ha aportado datos muy beneficiosos para el trabajo de los restauradores y pistas sobre cómo proceder, más allá del imprescindible estudio histórico-artístico. La intención es que todo ese material, junto con los análisis radiográficos de otras obras, como la Virgen de la servilleta, se incluyan en el recorrido expositivo de la muestra, donde se proyectará un documental que recogerá toda la intervención.
"El Jubileo de la Porciúncula es una síntesis perfecta de la obra de Murillo. Veo rasgos del Murillo joven porque a lo largo de toda su carrera repitió ciertas constantes de su obra temprana, aunque entonces el dibujo era más prieto y, con el paso del tiempo, su pincelada ganó en soltura y versatilidad. Pero me gusta recrearme en esa idea de que desde abajo, la zona terrena, hasta arriba, la zona celeste, vemos resumida la evolución pictórica de un Murillo que nunca dio del todo la espalda al naturalismo y siempre estuvo evolucionando, atento a los nuevos aires de la pintura europea", glosa Muñoz.
En estos momentos se están restaurando también en los talleres del Bellas Artes los siguientes lienzos del pintor: la Virgen de la servilleta, la Inmaculada del coro, San Francisco abrazando al Crucifijo y las dos pinturas que remataban el altar mayor, San Antonio con el Niño y San Félix Cantalicio con el Niño. Estas obras, además, van a recuperar el que los expertos del museo consideran que fue su formato original para que el ciclo de Capuchinos luzca, varios siglos después, como Murillo lo soñó.
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