Cuando Murillo conoció a Velázquez
La Fundación Focus propone en noviembre un encuentro entre ambos artistas. Pero, ¿llegaron a conocerse personalmente? ¿Qué relación mantuvieron los dos maestros de la pintura sevillana?
Diego Velázquez (1599-1660) y Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) compartirán espacio en la exposición que desde el 8 de noviembre acogerá el Hospital de Los Venerables, sede de la Fundación Focus-Abengoa. En este encuentro artístico se podrán ver, a través de 19 obras, los motivos iconográficos comunes a ambos maestros, como el autorretrato o la pintura de género. Pero, más allá de esta cita cultural, ¿sabemos con seguridad si se conocieron Velázquez y Murillo en vida? ¿Hay constancia de algún encuentro personal entre ambos? ¿Qué relación mantuvieron?
Está sobradamente admitido que Velázquez y Murillo tuvieron la ocasión de tratarse personalmente en Madrid. En este punto coinciden casi todos los biógrafos y los historiadores del arte. Más discrepancias hay sobre la fecha del encuentro. Así, Antonio Palomino (1655-1726) recoge en las primeras décadas del siglo XVIII que Murillo viajó a Madrid en 1642, con apenas veinticuatro años, al parecer gracias al dinero obtenido por una venta de pinturas para el Nuevo Mundo. Sin embargo, no se ha hallado documento que acredite esta visita.
Pero el testimonio de Palomino tiene enorme valor porque, como él mismo asegura, "yo le alcancé [a Murillo] cerca de treinta años; y aunque no le traté, le conocí, y traté muchos sujetos familiares suyos, y que contaban toda la serie de sus fortunas". Así, expone que Murillo gozó de la protección de Velázquez. De su mano visitó la colección de pinturas del Alcázar, El Escorial y de otros palacios reales. "Mejoró mucho la casta del colorido, no descuidándose en el dibujo por las estatuas, y en las academias de esta corte; y más con la corrección, y gran manera de Velázquez, cuya comunicación le importó mucho", señala el tratadista.
A partir de las breves líneas de Palomino, Ceán Bermúdez recrea, décadas después, este primer encuentro de Murillo con Velázquez en 1642 con ciertos apuntes novelescos. Según su versión de los hechos, Velázquez lo acogió en su casa "agradado del semblante y buena disposición del joven", quien, en algún momento, le llegó a pedir cartas de presentación para ir a Roma. Murillo, no obstante, rechazó la propuesta. "Aunque don Diego sintió en extremo esta resolución, pues preveía el alto grado de perfección en la pintura al que era capaz de llegar Bartolomé en Roma, no quiso entorpecer su designio", anota el cordobés.
Otro historiador, Carl Justi, llena también de literatura el hipotético encuentro de los dos artistas en 1642. Así, narra que Murillo llegó a Madrid "curtido por el sol del largo viaje a caballo, con su abundante melena negra y ataviado con abrigo y sombrero algo deteriorados que le daban cierta apariencia agitanada". Según Justi, tanto la serie dedicada a los Milagros de San Diego de Alcalá, que Murillo pintó para el convento de San Francisco, como El joven mendigo, al que "si hubiera pintado un poco más delgado, se le habría tenido por una figura de Velázquez", demuestran que "las enseñanzas de Velázquez tuvieron buena acogida por parte de Murillo".
De una forma u otra, cuando sí consta documentalmente la presencia de Murillo en Madrid es en 1658. Sobre el asunto, se conserva un poder que el pintor otorga el 30 de abril desde la Corte a su primo Bartolomé Pérez Ortiz, racionero de la Catedral, y a José de Veitia y Linaje, un alto funcionario de la Casa de Contratación casado con una sobrina, para poder pedir, recibir y cobrar dinero en su nombre. "El envío de ese poder desde Madrid, que pudo haber dejado hecho antes de salir de Sevilla, sería motivado por alguna necesidad imprevista, y tal vez permita suponer que su retorno a Sevilla se demoraría aún por algún tiempo", indica Diego Angulo en su monografía sobre Murillo. No se sabe con exactitud la fecha de regreso, pero a final de año está de vuelta. Su firma aparece en un arrendamiento el 2 de diciembre de 1658, ya establecido el pintor en la parroquia sevillana de Santa Cruz.
Sobre los motivos del viaje, el profesor Angulo descarta rotundamente cualquier intención del artista de establecerse en la Corte. Y lo argumenta porque, en torno a esos años, Murillo ya es el primer pintor de Sevilla, tras la marcha a Madrid de Zurbarán y Herrera el Viejo. Tanto es así que sus obras figuran ya entonces en la mayor parte de los principales domicilios sevillanos y también en casi todos los edificios religiosos. Y, para colmo, la ejecución de San Antonio con el Niño en 1656 para la capilla bautismal de la Catedral de Sevilla logra un éxito arrollador. "Parece natural -concluye, con lógica, Angulo- que, disponiendo de fondos, se decidiese a pasar una temporada en Madrid para descansar, frecuentar amistades y aprender".
Si se trataba entonces de aprender, las noticias más importantes del mundo artístico madrileño giran, lógicamente, en torno a Velázquez, quien ha concluido Las Meninas y estaría ejecutando Las hilanderas. "Si con el San Antonio se abrían a Murillo las puertas del periodo más glorioso de su carrera artística, Velázquez llegaba con aquellos lienzos al final de ese mismo capítulo de su vida artística", puntualiza Angulo. El experto sugiere que posiblemente los hechos relatados por Palomino ocurriesen en 1658, y no en 1642. Y añade Angulo: "Ahora [Murillo] lo encontraría [a Velázquez] muy ocupado en sus menesteres de aposentador (…) Y muy ilusionado con la esperanza de ser Caballero de Santiago".
En cuanto a este último asunto, Diego Angulo anota que "si Murillo aún estaba en Madrid supo cómo Felipe IV, por cédula de 12 de junio, había hecho merced del hábito de Santiago a su paisano, pero desde luego ya no se encontraba en la Corte cuando el 23 de diciembre testificaron en la información para la entrega del título, entre otros, dos pintores amigos de Velázquez desde los lejanos años de su aprendizaje sevillano que también eran conocidos suyos. Me refiero -añade el experto- a Alonso Cano, que interrumpiendo su nueva vida granadina permanece en la Corte desde 1657 a 1660, y a Zurbarán, que se había trasladado a ella en el mes de junio y con quien mantiene amistad por estos años".
Sobre esta reunión de artistas, el catedrático Enrique Valdivieso sugiere en su Catálogo razonado de pinturas, siguiendo los datos aportados por Ceán Bermúdez al respecto, que "es muy posible que a Murillo, durante su estancia en Madrid, se le ofreciese la sugerencia de fundar en Sevilla una academia pictórica, idea que también acariciaban los pintores de la Corte". Tal institución celebró su primera sesión el 11 de enero de 1660 en la Casa de Contratación, liderada por Murillo y Herrera el Joven. En un estudio reciente sobre los dibujos de Murillo, la experta Manuela Mena ha destacado cómo la armonía en el seno de la institución saltó pronto por los aires, en buena medida porque la dirección de la Academia "llevaba consigo una indudable dosis de poder añadido para obtener los encargos que pudiera producirse, y que sin duda todos pretendían". Murillo la abandonó en 1664. Velázquez ya había fallecido, posiblemente a causa de un ataque al corazón, cuatro años antes.
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