Mujeres de Utrera

Flamenco

El primer disco de Mari Peña contiene 70 minutos de música flamenca tradicional de la mejor especie

J. Vergillos

21 de mayo 2018 - 08:35

La ficha

'Mi tierra'. Mari Peña. El Flamenco Vive.

Ésta es una obra densa, cargada de información. Con muchos estados de ánimo. Lo que antes se llamaba un disco doble. Con temas de larga elaboración, morosos, reticentes. Como exige el compás de Utrera. La soleá se presenta en su primera parte pulcra, fresca, minimalista. Pastueña. Solemne. Pero luego acelera su ritmo. Sin duda el número más emotivo de esta entrega, por lo que este cante significa en Utrera y en los Peña. También es el más tradicional. Los fandangos también van dichos por el ritmo más querido en Utrera. En ellos encontramos la presencia de Arcángel que canta con energía y entrega. Un hermoso contraste las dos voces, masculina y femenina, densa y diáfana. Dani de Morón ofrece una falseta de cosecha propia exquisita.Las cantiñas presentan una rica melodía compuesta por Antonio Moya, guitarrista de esta obra, y letras escritas por Manuel Molina. El zapateado lo pone Antonio Canales. Se trata de las cantiñas del Pinini de Utrera, naturalmente. La renovación del género viene de la mano de la letra y por la introducción de un poderoso coro femenino en el estribillo que abre y cierra la pieza. En la línea del corrido mairenista, que tanto arraigo encontró en el área utrero-lebrijana, se incluye un romance medieval fronterizo que, para subrayar su carácter, se hace acompañar del violín de Faiçal Kourrich. Cuatro son las bulerías que incluye esta obra, dos canciones sudamericanas por bulerías, como el tango porteño Las cuarenta de Francisco Gorrindo, que canta fieramente Peña, y la Canción de las simples cosas de César Isella, que ya tiene, al menos, dos versiones jondas previas. Y dos grabaciones en directo en familia. Uno de los grandes valores de esta obra es la guitarra de Antonio Moya, tanto por su gran acompañamiento como por los arreglos. El cante de Peña recoge la tradición cantaora de las mujeres utreranas, desde la Serneta a Fernanda y, más recientemente, Bernarda, Pepa de Benito e Inés Bacán, de las que recoge giros, intenciones, maneras y letras para adaptarlas a su sensibilidad cantaora. Peña sale airosa del envite, especialmente cuando la cantaora saca el carácter, por el contraste que se genera con el estilo reposado de esta tierra.

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