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Cuando las mujeres conquistaron las ciudades

'Mujeres. Entre Renoir y Sorolla'

Unicaja explora en una muestra cómo trataron el universo femenino artistas como Renoir o Sorolla.

La exposición puede verse hasta el 28 de junio.

Braulio Medel y Patricia del Pozo, este martes en la inauguración. / Juan Carlos Muñoz

La ficha

'Mujeres. Entre Renoir y Sorolla'. Centro Cultural Unicaja (Avenida de la Palmera, 45). Hasta el 28 de junio. De lunes a viernes de 9:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00. Sábados, domingos y festivos de 9:00 a 14:00

El Centro Fundación Unicaja explora en Mujeres. Entre Renoir y Sorolla, una muestra que abre sus puertas hasta el 28 de junio, cómo los pintores de finales del siglo XIX y principios del XX retrataron el cambio que experimentó la población femenina, en un tiempo en el que ésta empezaba a apartarse de los patrones tradicionales a los que parecía condenada y encontraba en los libros y en la aventura de la gran ciudad vías de escape y maneras de reivindicarse. Los ya citados en el título Pierre-Auguste Renoir y Joaquín Sorolla, Ramón Casas, Anglada Camarasa o Benjamín Palencia están entre los 29 autores recogidos en una exposición que reúne 47 piezas –42 pinturas y cinco esculturas– procedentes de la Fundación Fran Daurel.

La muestra, inaugurada este martes por el presidente de la Fundación Unicaja Braulio Medel y la consejera de Cultura Patricia del Pozo, recorre así, "con un discurso riguroso que al mismo tiempo quiere ser ameno", explica la comisaria Helena Alonso, el cambio de paradigma que trajo el siglo XX, aunque la selección deja un dato significativo que señala que la emancipación real de la mujer era aún una fantasía. "Salta un hecho relevante cuando uno ve la exposición: no hay una sola creadora", señala Alonso. "Era muy difícil acceder a la formación artística si eras mujer, y si lo hacías, como es el caso de María Blanchard, el mercado del arte se resistía a apostar por ti", admite la especialista.

'Femme et jeune fille dans un paysage', de Renoir. / José Ángel García

El itinerario arranca con una serie de obras en las que se repite un mismo motivo: en ellas se suceden mujeres ensimismadas en las páginas de un libro. En La lectura, Modest Teixidor retrata a una religiosa que atraviesa un paisaje plagado de cerezos con el ejemplar de una obra entre las manos; en La lectura preferida, un lienzo de Román Ribera, una joven desconecta del mundo y se mantiene abstraída en un texto. "Entre 1860 y 1900 se triplica la alfabetización femenina, y la lectura llega a ser uno de los temas más representados", comenta Alonso sobre un tiempo en el que las damas encuentran en novelas y en revistas el conocimiento que se les escamotea con una educación superficial y marcada por los convencionalismos.

Tras el incremento de la alfabetización femenina los cuadros retrataron con frecuencia la lectura

También en esos años, gracias a la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza, el contacto con la naturaleza empieza a percibirse como una forma de aprendizaje. Dos cuadros ilustran este nuevo pensamiento: Descanso de los ciclistas, un lienzo de Ramón Casas –uno de los artistas más representados en la muestra–, perfila a un grupo de amigos que hace una pausa en una excursión en bicicleta; en Mujer pintando, un óleo que firman Josep y Lluís Masriera, una artista retrata un paisaje. En la acción de la protagonista se da cierta transgresión: está empleando el óleo, una técnica hasta entonces destinada a los hombres, y no se expresa, como es habitual, mediante el pastel o la acuarela.

La comisaria Helena Alonso con 'Desnudo en el diván amarillo', de Sorolla. / José Ángel García

Las primeras salas de la muestra ahondan en esa transformación que vive la sociedad. En otra de las estancias, se describe a través de las pinturas seleccionadas "cómo la mujer desea salir al exterior, a la conquista de las calles, de la ciudad", apunta Alonso. Dos pequeños cuadros de Antonio Utrillo son simbólicos de esta evolución: en Dos amigas, dos mujeres caminan solas, una de ellas porta un sombrerero y al fondo la noche iluminada promete diversión y libertad; en Pareja, la silueta de una joven vestida de fiesta eclipsa al hombre que tiene tras ella, un relieve que sólo un observador atento apreciará. "En ese tiempo empieza la sociedad de consumo, abundan las revistas dirigidas a mujeres... Es una época en que la mujer se incorpora al espacio público y se convierte en una espectadora que asiste a teatros y cafés", sostiene la comisaria de la muestra.

'Mirando al exterior', de Ramón Casas.

Otras dos pinturas, muy diferentes entre sí, de Ramón Casas registran este momento en que la mujer deja atrás el enclaustramiento en su hogar. En Mirando al exterior, una dama aparta un visillo y observa la calle, como si ese personaje supiera que la vida real aguarda más allá de esas paredes; en Invierno, otra posa ataviada con un abrigo y pieles, ya inmersa en la vorágine de fiestas y actos sociales. Tras ese cuadro, como sucede con otros del creador, se esconde la historia tantas veces silenciada de Julia Peraire. "Era una vendedora ambulante de lotería que Casas toma como modelo y que acaba convirtiendo en su amante, lo que constituye todo un escándalo para la sociedad de Barcelona, que la rechaza. Está muy presente en su obra, y, sin embargo, cuando el pintor muere el nombre de Julia no aparece en las primeras biografías que se escriben de él", reconstruye Alonso.

En esas salidas al exterior, las escapadas a la costa también cobran protagonismo. Una de las piezas más llamativas de la exposición, pese a su pequeño tamaño, es En la playa, una colorida composición de Lluís Masriera. Se trata de una versión de La sombrilla japonesa, una obra que el propio Masriera presentó en la Exposición General de Bellas Artes de Madrid y con la que causó furor en su tiempo: según Alonso "llega a convertirse en uno de los motivos decorativos más solicitados de la época".

Pese a que la percepción del universo femenino está cambiando, los pintores siguen invocando a la mujer desde el desnudo. En este apartado puede verse una de las piezas más sorprendentes de la muestra y una obra insólita en la producción de Sorolla, Desnudo en el diván amarillo, un cuadro que llegó a ser conocido popularmente como La puta borracha y que incluso se exhibió con una cortinilla que tapaba el pubis a la mujer recostada que protagoniza la escena. Puede parecer una propuesta demasiado atrevida para la paleta siempre refinada de su artífice, pero tal vez Sorolla, que regresaba entonces de su gira triunfal por Estados Unidos, se inspiraba en la grandeza de Velázquez. "Siempre sintió fascinación por la Venus del espejo", desvela Alonso, que suscribe la hipótesis de que la modelo del cuadro era la esposa del maestro valenciano, Clotilde García del Castillo. Varias pistas apuntan en este sentido: el diván es el mismo que el de Clotilde sentada en un sofá, un retrato de ella que custodia el Museo Sorolla; la esposa había vetado además la entrada de otras modelos en el estudio de su marido.

Renoir, ya anciano y limitado por la artritis, muestra su oposición a la guerra en su obra

Mujeres. Entre Renoir y Sorolla trasciende los salones burgueses para detenerse también en la clase trabajadora, un ámbito en el que destacan la escultura de Manolo HuguéLa llovera, que representa a una vieja campesina catalana, o el lienzo Familia de pescadores, en el que Dionís Baixeras retrata a unos padres que dan cuenta, junto a sus hijos y sentados al borde del mar, de la pesca conseguida ese día.

En la sala dedicada a los retratos convive la serenidad de la Figura femenina pintada por Francisco Masriera con la rotunda Gitana vieja de Isidre Nonell, muestra representativa de un pintor que se sentía atraído por "lo marginal" y "la cara más triste de la realidad", analiza Alonso. "No he podido amar la belleza como habría querido", confesó Nonell, un creador que dejó una profunda huella en Picasso. En la misma estancia, un gouache en el que Sorolla inmortaliza a una mujer vestida a la moda del momento deja constancia del interés con el que el autor seguía las últimas tendencias. "Mándame de vuelta de correo las medidas de tu cuerpo saleroso y de tu pie, pues he visto zapatos muy bonitos", le escribía a Clotilde en uno de sus viajes.

'Pareja' y 'Dos amigas', de Antonio Utrillo. / José Ángel García

Uno de los mayores atractivos de Mujeres es la obra de Renoir que incluye en su catálogo. En Femme et jeune fille dans un paysage, fechada en 1916, el genio francés, ya mayor y limitado por la artritis, se rebela contra las nefastas consecuencias que ha traído el progreso y la barbarie de la I Guerra Mundial. El autor retrata a "una mujer que ha sabido permanecer unida a la naturaleza, que transmite una serie de valores a su descendencia y que remite a la cultura clásica", concluye la comisaria.

El Centro Cultural Unicaja, como recordó Braulio Medel, programa con Mujeres su primera exposición coral desde que abriera sus puertas hace poco más de un año con una muestra sobre los hermanos Machado. A esta nueva inauguración asistieron, entre otros, Emilia Garrido, responsable de Artes Plásticas y Espacios Museísticos de la Fundación Unicaja, y Elena Daurella y Jorge Campins, vicepresidenta y patrono de la Fundación Daurel, una institución con sedes en Madrid y Barcelona que custodia y divulga los fondos que ha reunido a lo largo de su vida el empresario y mecenas Francisco Daurella.

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