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Mudanzas de la familia Pericet

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La periodista y crítica Marta Carrasco Benítez ofrece en su libro 'Familia Pericet' un brioso homenaje a esta saga de bailarines y, de paso, a la versión más sevillana de la Escuela Bolera.

Carmencita, Amparo y Eloy Pericet ataviados de majos en 'La Tertulia'.
Juan Vergillos

03 de agosto 2014 - 05:00

La escuela bolera sevillana. Familia Pericet. Marta Carrasco Benítez. Consejería de Cultura, 133 páginas.

La familia Pericet cifró su paso a la posteridad en lo que, desde la publicación de su manual en 1942, se conoce como Escuela Bolera. Esta denominación no existía con anterioridad, aunque sí, por supuesto, la de bailes boleros. Boleros y boleras fueron los castizos que a finales del siglo XVIII reivindican una forma nacional, propia, no sólo de bailar y cantar, sino también de vestir, peinarse, de hablar, de gesticular y hasta de alimentarse. Era, naturalmente, una respuesta a la influencia cultural francesa, respuesta que, en otro orden de cosas, dio pie al nacimiento del concepto de nacionalismo en Alemania. Un concepto que, como saben, aún hoy tiene mucho predicamento. En España, esta respuesta cultural de autoafirmación es el majismo, que tiene en los bailes nacionales, de palillos o boleros, su faceta coreográfica. El majismo, los bailes boleros, se nutre de la tradición de bailes nacionales que se remonta, al menos, hasta el siglo XVI con la seguidilla y a principios del siglo XVIII con el fandango. Claro que este último, tan nacional, inequívoca seña de identidad hispana, es conocido en esta época como "fandango indiano", lo que demuestra sus orígenes diversos. Hay que volver a decir que ninguna cultura, musical, literaria, coreográfica o de otro tipo, es simple, incontaminada, pura.

Toda manifestación artística es mezcla y los bailes boleros lo son de lo español, o nacional español, indiano, negro, gitano, árabe, judío... pero también francés e italiano. El bolero, al cabo, es la fusión de la hispana seguidilla con las técnicas del ballet europeo del momento. Este mestizaje se refiere no sólo a la procedencia geográfica sino también a su origen social. En España no hubo distancia en ningún lugar entre lo que pasaba en el escenario y lo que pasaba en la calle: el pueblo se alimentaba de lo que veía en la escena de la misma manera que los profesionales, que también eran pueblo, artesanos, se inspiraban en su público. No es hasta el siglo XIX cuando surgiría el concepto del artista como entidad socialmente separada, en su torre de marfil y, en consecuencia, surge también el de folclore que, lejos de explicar nada, complica más las cosas.

Es en la posguerra española que, como demuestra el tratado de los Pericet entre otros, se decide codificar, delimitar y separar en estancias incomunicadas la danza española. Ángel Pericet, en la entrevista que incluye la serie de televisión Rito y geografía del cante,afirma, a mediados de los años 70, que el folclore, el flamenco y la escuela bolera eran cosas muy distintas que no había que mezclar. Eso nunca ha sido cierto. Ni siquiera hoy. Ni siquiera cuando la estricta separación de géneros, promovida por Mariemma, entró en los conservatorios de danza españoles. La propia actividad de la familia Pericet, cuyos avatares evoca este libro, lo corrobora: ahora bailan el bolero liso, más tarde unas alegrías, luego a Albéniz y finalmente coreografían un espectáculo de Juanita Reina.

Amparo Álvarez La Campanera es un buen ejemplo de esta promiscuidad artística. La sevillana bailaba el jaleo, el olé, la malagueña, el fandango y el jaleo gitano. Es un buen ejemplo del cambio estético que se dio en el majismo sevillano, que a mediados del siglo XIX muta, poco a poco, hacia el gitanismo. El gitanismo había sido una pequeña parte del majismo deciochesco. Pero, mediado el siglo XIX, el gitanismo sustituye al majismo. También por la influencia francesa: los viajeros, novelistas, pintores, coreógrafos y músicos franceses, el público parisino por tanto, comienza a estar interesadísimo en la gitana Carmen y sus congéneres, sus bailes, sus costumbres, sus formas de vida. Y en España, por no ser menos que Mérimée, las exportamos y las creamos desde entonces. El baile bolero pasa a ser baile gitano o flamenco: en este momento las palabras son sinónimas. Es decir, el baile gitano o flamenco es una creación puramente escénica. Ambas estéticas, bolera y gitana, conviven durante un tiempo. Ángel Pericet Carmona, discípulo de La Campanera, conserva la memoria de esos bailes boleros que la moda gitana o flamenca había ido arrumbando. Y la conserva como un fósil, no sólo en los aspectos coreográficos y musicales, también en lo que se refiere al vestuario y argumento, en el caso de las danzas que lo tienen. Creo que esto es la Escuela Bolera: la memoria de ese tiempo ido, ese fósil vivo que la familia Pericet, por temperamento artístico, por voluntad conservacionista, siempre mantuvo. Incluso otras versiones, como la de Mariemma, tienen su origen, a mi entender, en la familia Pericet.

Esta obra de Marta Carrasco es un recorrido biográfico familiar. Es una larga entrevista con Ángel Pericet Blanco, el nieto del discípulo de La Campanera, en el que éste, a menudo de viva voz, da cuenta de la peripecia familiar y personal, tanto en los escenarios como en los ámbitos privados, de los Pericet. Incluyendo los múltiples cambios de domicilio: la populosa familia vivió en las ciudades de Aguilar de la Frontera (Córdoba), Sevilla, Madrid, Valencia y Buenos Aires, entre otras. Se trata de una obra redactada desde la fascinación y la admiración absoluta, donde la narradora cede todo el protagonismo a sus entrevistados.

Eso sí, el pulso narrativo de la periodista se mantiene a lo largo de toda la obra, haciéndola asequible a todo tipo de públicos. Estamos por tanto ante una obra fundamental porque gira en torno al legado de la más importante familia de la danza española. Con esta y otras iniciativas, como la declaración de la Escuela Bolera como Bien de Interés Cultural de Andalucía o el Aula Pericet del Centro Andaluz de Danza, que también están glosados en el libro, Andalucía retoma parte del legado de los Pericet que, aunque nació artísticamente en la Sevilla de La Campanera, se repartía hasta ahora entre Madrid, Buenos Aires y Londres. Madrid y Buenos Aires conservan aún la memoria de las academias Pericet en tanto que en Londres se publicó en 2002, firmado por Marina Grut, The bolero School, el método más completo de Escuela Bolera, aún no traducido al español.

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