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La diva sin ópera

Montserrat Caballé | Obituario

En la muerte de Montserrat Caballé, recordamos su relación con Sevilla

Montserrat Caballé en un recital en la catedral de Sevilla en mayo de 2000 / Juan Carlos Muñoz

Montserrat Caballé nunca cantó una ópera completa en Sevilla. Este será sin duda uno de los grandes estigmas con el que habrán de cargar los gestores y programadores líricos de la ciudad, no haber logrado que una de las más grandes estrellas del firmamento operístico de la segunda mitad del siglo XX encarnase a alguna de sus grandes heroínas en las tablas sevillanas. Y no es porque no la tuvieran cerca ni porque a la soprano le faltaran gestos de simpatía hacia la ciudad. Por lo que fuera, el hecho queda para la historia de las ausencias.

Nunca cantó una ópera en escena, pero hay documentadas al menos una docena de actuaciones suyas en Sevilla, hasta en cinco escenarios diferentes. La soprano de los filados infinitos ofreció ya, junto a su fiel escudero Miguel Zanetti, un recital en el Lope de Vega en octubre de 1969. Habían pasado poco más de cuatro años de su despegue internacional, tras la mítica Lucrecia Borgia del Carnegie HallLucrecia BorgiaCarnegie Hall. Las crónicas de la época hablan de asombro incomparable. Los años 70 son los años de la consolidación del prodigio en los teatros de todo el mundo. Años de adjetivos gastados por el uso. De apelaciones a herencias (la de la Callas) que ella misma siempre rechazó ("no, por favor, María es demasiado grande", decía).

Años también de penuria musical en Sevilla, que no volvió a escuchar en directo a la Caballé hasta mayo de 1984, cuando regresó al Lope de Vega en un recital de los de Cita en Sevilla, con lleno hasta en los pasillos. En 1990 repitió en el mismo mes, el mismo ciclo y el mismo escenario con dos nuevos recitales. Luego llegó el Maestranza, la Expo y las inauguraciones. Primero la del coliseo del Paseo Colón en la famosa Gala Lírica de mayo de 1991, compartiendo tablas con los grandes de la ópera española del momento (Aragall, Berganza, Carreras, Domingo, Kraus, Lavirgen, Lorengar, Pons); después con un recital en solitario en junio de aquel mismo año, aún dentro de los fastos por la apertura del teatro. Lamentablemente sus siguientes comparecencias en él fueron para ocasiones menores, siempre acompañada por su hija Montserrat Martí (1995, con la Orquesta Nacional de España dirigida por José Collado; 2002 y 2011, disminuidas ya considerablemente sus facultades vocales, en recitales benéficos). ¡Qué gran belcantista se perdió el teatro para una ópera de verdad, en una época (los 90) en la que sus medios eran aún notables!

Lo que mucha gente no sabe (o no recuerda) es que Caballé fue también protagonista en la inauguración del Teatro Central, que tuvo lugar el 20 de abril de 1992 con la recuperación de una obra teatral de Rafael Alberti (La Gallarda), que contó con la participación de Ana Belén y José Sacristán y en la que la soprano cantó música de Manolo Sanlúcar. Otro de los centros emblemáticos de las artes escénicas durante la Expo’92, el Auditorio de la Cartuja (hoy, Auditorio Rocío Jurado), vio también a Caballé en algunas funciones de la Antología de la Zarzuela, un género que prestigió más desde los recitales y las grabaciones que en funciones escénicas.

El quinto escenario sevillano que pisó la gran cantante catalana fue sacro. El 22 de mayo de 2000, en la inauguración del ciclo Ópera por Barrios, Caballé ofreció en la catedral, y junto al tenor Joaquín Pixán, un recital que oficialmente se había programado para el Monasterio de San Jerónimo y que hubo de ser aplazado once días por una caída sufrida por la soprano poco antes de coger el vuelo que la había de trasladar de Barcelona a Sevilla.

Montserrat Caballé, leyenda interminable del arte del canto, ha muerto. Y el mundo de la ópera llora. De las otras caídas que escriban otros.

Anna Bolena - Caballé

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