Misterio de la incandescencia

La revista especializada 'Lumière' edita su primer libro, un texto esencial de Nathaniel Dorsky, autor clave del cine experimental y pensador cinematográfico de primer orden.

Ingrid Bergman y George Sanders en 'Viaggio in Italia' de Rossellini, una de las obras que inspiran al autor.
Manuel J. Lombardo

24 de febrero 2013 - 05:00

El cine de la devoción.Nathaniel Dorsky. Trad. Miguel García. Lumière. Sevilla, 2013. 60 páginas. 8 euros (www.elumiere.net)

Era hasta cierto punto lógico que, en su paulatino proceso de expansión y crecimiento, un crecimiento que en su caso es siempre cualitativo antes de cuantitativo, siempre hacia una excelencia y un rigor impropios entre las publicaciones cinematográficas, la revista Lumière, con un sólido pie en tierra cercana en la figura de su editor Francisco Algarín, acogiera la edición de libros de pensamiento cinematográfico.

Como también es lógico que esta nueva y esperemos que fecunda travesía se inaugure con El cine de la devoción, de Nathaniel Dorsky, texto esencial, revelador y poderoso del que acaso es uno de los cineastas más queridos por la redacción, principal impulsora de la difusión de su trabajo (cuyo origen se remonta a los años 60 y prosigue hoy con títulos como Aubade, Compline, Pastourelle, April o The Return), que recoge estos días los frutos del reconocimiento cinéfilo con la presencia del cineasta en varias ciudades españolas (Barcelona, La Coruña, Madrid) para presentar esta cuidadosa traducción de Miguel García junto a algunas de sus últimas películas, que él mismo ha traído en su equipaje desde San Francisco como viene haciendo desde hace décadas por los museos, filmotecas o centros de arte contemporáneo que dan cabida al mejor cine experimental.

El cine de la devoción, un libro nacido de una serie de clases impartidas en la universidades de Princeton y Berkeley y publicado originalmente en 2003, se consagra a la celebración y el análisis de una suerte de mística del cine a partir de las preocupaciones esenciales de su propia práctica de vanguardia, a saber, sorteando metodologías externas e intrusivas, para proponer un estudio desde dentro, desde la materia, la luz, la oscuridad, el montaje o la pantalla como elementos primordiales para establecer una ontología de la imagen cinematográfica que, en el caso de Dorsky, apunta a un sentido sagrado en comunión con el metabolismo del cuerpo humano.

Así, Dorsky parece buscar en la esencia mecánica del cine, en sus propiedades físicas, un correlato con el hombre: "comencé a pensar -apunta- en el cine como una metáfora, como una maqueta directa e íntima de nuestro ser; una maqueta que tenía el potencial de transformar las cosas, de ser una evocación del espíritu y de convertirse en una forma de devoción". Y para Dorsky, esa devoción es "la apertura o la interrupción que nos permite experimentar lo que está oculto, y aceptar con nuestro corazón una situación dada".

Sobre estos cimientos, y a partir de la constatación reveladora de la experiencia posfílmica (Dorsky refiere aquí el recuerdo de la sensación de vulnerabilidad y accesibilidad del público al terminar una proyección de Viaggio in Italia, de Rossellini), El cine de la devoción va desgranando los componentes y etapas de este proceso, los elementos para que se produzca esa "alquimia" en la que la forma incluya la expresión de su propia materialidad, en la que esta materialidad esté en comunión con la cuestión de su tema, las tradiciones en la Historia del arte, desde las pinturas rupestres hasta las óperas de Mozart, pasando por las vidrieras de las catedrales góticas o la escultura religiosa del XII, que han preludiado un mismo concepto del que ahora el cine adopta una nueva y, tal vez, definitiva forma: la sala iluminada, la pantalla como metáfora de la propia visión, el carácter mental de esa visión, la necesidad de huir de la oralidad para volver a ver el mundo, la intermitencia, los distintos niveles de temporalidad (el tiempo relativo, el flujo, frente al tiempo absoluto, el ahora), el carácter autosimbólico, los planos y los cortes, observados y desgranados a partir del análisis, con una prosa poética de altura, de escenas memorables de La notte, de Antonioni, Le mépris, de Godard, La pasión de Juana de Arco y Ordet, de Dreyer, El hijo único o Primavera tardía, de Ozu, o del cine de John Ford, cuyos "planos escudriñan la luz que viene hacia nosotros". Palabras mayores sobre un cine mayor en un libro que se nos antoja imprescindible.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

ROSS. Gran Sinfónico 4 | Crítica

La ROSS arde y vibra con Prokófiev

Lo último