Miguel Poveda: "Hay seres humanos con la sensibilidad dormida y hay que zarandearlos"
CULTURA
El artista ofrece un triple concierto este fin de semana en el Cartuja Center con motivo de su gira de despedida
Este viernes lanza el primer 'single' de su próximo álbum, en el que regresa a Lorca
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Su ADN es flamenco, sus raíces andaluzas y su alma lorquiana. Miguel Poveda (Badalona, 1973) lleva más de 35 años sobre los escenarios. Es su zona de confort. Ese lugar en el que despliega todos los artistas que lleva dentro: el popular, el clásico, el coplero, el vanguardista o el reivindicativo. Entre bulerías, tangos y alegrías, el intérprete sabe mostrar con soltura su artillería pesada, sin medias tintas ni medias verdades. El primero, una gira de despedida –no por mucho tiempo– que recalará en el Cartuja Center CITE desde el viernes al domingo. El segundo, cumple su trigésimo aniversario desde que ganó el Festival del Cante de las Minas. Una cita que lo encumbró desde La Unión (Murcia) y que le abrió las primeras puertas hacia un camino que ha forjado con esfuerzo, tesón y pasión. Ya está trabajando en su próximo trabajo, en el que volverá a Lorca y a su obra Poema del cante jondo.
–¿Cuántos Migueles habrá en este final de gira?
–Todos. No me quiero guardar ninguno. Aparece el Miguel de los inicios en mi barrio de Badalona que es el punto cero. También el cantaor, el flamenco, el amante de lo tradicional y de lo clásico. No faltará el comprometido con la naturaleza y con algunas causas sociales. Y el que da gracias a todos los maestros que han servido de inspiración. Creo que no me dejo a ninguno. Es lo que hice en Diverso. Mostrarme con todos los colores posibles.
–Sus conciertos tienen partes bien diferenciadas pero perfectamente ensambladas como un buen guión de cine. ¿Cómo realiza este viaje a través de tantos palos, sones e incluso puntos geográficos?
–Es un viaje que te deja extasiado. Es un poco agotador, pero fascinante. En todos los lugares por los que transito intento ser yo y que la música no sea un disfraz, sino un acercamiento para expandirme, tender puentes y abrazar diferentes culturas.
–Además, tiene la capacidad de conquistar a un público con edades muy variadas y que no es necesariamente devoto del flamenco. ¿Cuál es su secreto?
–El secreto lo tiene la propia música flamenca. Este género en directo te engancha de manera distinta a escucharlo en discos. Por eso siempre recomiendo ir a disfrutarlo en vivo. Cualquiera que pruebe la experiencia, seguro que queda atrapado.
–Es impactante que muchas personas lleguen a llorar de emoción cuando lo escuchan en directo. ¿Qué siente al ser protagonista de este tipo de manifestaciones?
–Es el mayor pago y la cima de todo. No hay nada más emocionante que saber que cuando te abres en canal, a través de los textos y de la música que amas, has provocado algo especial sobre el que está enfrente. Cuando a mí me ocurre como espectador es tan bello, que saber que yo también tengo ese poder de hacerlo es el éxtasis.
–Además del cante siempre deja sitio para las reivindicaciones. ¿Nunca ha temido el posicionarse abiertamente sobre una cuestión?
–No, porque siempre me posiciono con el sentido común, que no tiene nada que ver con la política. Es una cuestión social, de lógica, de humanidad y no cabría tener que hacer según qué reivindicaciones. Desgraciadamente hay seres humanos que tienen el alma o la sensibilidad dormida y hay que zarandearlos. Como mi discurso nunca tiene que ver con la política, no tengo ningún miedo en cuestionar qué mal hay que en que dos hombres o dos mujeres se amen. ¿Quién busca problema al amor?
–No quiero volver a este jodido país en mi vida, dijo Federico García, el padre de Lorca. ¿Cómo se le ocurrió visitar su tumba en Nueva York?
–Hay que ponerse en la situación de un hombre que, cuatro años antes de emigrar, vivió el asesinato de su hijo y de su yerno. Visité su tumba, porque voy tras los pasos de Federico. Necesito sentir que ese ser tan especial y tan mágico, más allá del artista, ha pasado por la Tierra de verdad. Sigo su andar y me emociona mucho pensar que ese hombre murió allí en Nueva York lleno de dolor y rabia. Su familia volvió a España en los 50 y se quedó allí solo. Seguro que le gustaría estar enterrado en La Vega de Granada o cerca de Valderrubio. Necesité llevar flores a un señor que respaldó la trayectoria de Federico en unos tiempos en los que el hombre era poco sensible a apoyar una carrera de poeta. Sin embargo, financió los primeros libros de su hijo y si llegó a ser alguien en el mundo de la literatura fue gracias a su padre.
–Este año se cumple el 30 aniversario de su triunfo en el Festival de las Minas de flamenco. ¿Qué queda del joven Miguel que comenzó a despuntar en ese momento?
–Queda la misma vocación por la música, por cantar y por los escenarios. Afortunada, y desgraciadamente, no tengo nada que ver. He crecido, pero he tenido que aprender a base de palos, de decepciones y de un camino que no es tan bonito como lo idealizaba cuando tenía 20 años. Para llegar al Miguel que soy hoy, con el que estoy encantado, hay que pasar por ahí.
–En agosto le otorgaron la Medalla de Oro Ciudad de La Unión. ¿Le ha dado usted más a la Lámpara Minera o ella a usted?
–Ambos. La Unión a mí muchísimo. Me ofreció un paso de gigante para ponerme en la palestra del flamenco. Antes de eso estaba solapado en mi Cataluña, en mis peñas, en mi tablao flamenco de Barcelona y me conocía poquita gente. Por otro lado, tengo que admitir que el Festival de La Unión ha crecido en el sentido de que muchos jóvenes han comenzado a apuntarse a ese concurso y a prestar atención a un lugar que estaba un poco apagado. Esa Lámpara de 1993 nos iluminó a todos y cambió también el certamen.
–Ha sido reconocido como una de las voces más importantes de su generación.
–Que va, hay voces mejores. Hago las cosas con amor y hay gente a la que le gusta. Lo bello del flamenco es que haya diferentes formas de expresión. Como se hace en Sevilla no tiene nada que ver a como se realiza en Huelva, en Jerez o en Almería. Toda la amalgama de colores hace grande al universo del flamenco. Solo aporto mi granito de arena y decir que soy una de las voces más importantes sería minimizar algo que considero infinito.
–¿Cómo ve las nuevas oleadas de artistas?
–Celebro cada día la cantidad de artistas jóvenes que hacen flamenco tradicional con mucha sabiduría, como si se hubieran tragado todos los siglos de un sorbo. Ahí están Israel Fernández, María Terremoto, Yerai Cortés, Jesús Herrero, Dani de Morón, Diego del Morao...Hay una lista tan grande de jóvenes conociendo la base del flamenco que hay que celebrarlo. Algunos son más pesimistas, pero creo que hay que darles aliento.
–Siempre ha sido muy generoso en cuanto a colaborar con otros compañeros. ¿Qué debe tener un intérprete para que quiera compartir una canción?
–Sentido del compartir, que esté exento de ego, que no tome el arte como una competición sino como una oportunidad para tender puentes. Que la colaboración no responda a un interés comercial, sino a uno espiritual.
–¿Cómo ve el debate sobre qué es flamenco y qué no lo es?
–Siempre ha ocurrido y se seguirá dando con mayor frecuencia, porque el flamenco está cada vez más globalizado. Está claro que el estilo tradicional tiene su idiosincrasia, su estética muy marcada, que hay que respetar a muerte y sobre el que no hay ninguna duda. Luego están otras aportaciones a las que podemos llamar de mil maneras. Hay líneas que se pasan y que dejan de ser flamenco, pero eso no quiere decir que sea más malo. Simplemente nos queda otorgar un nombre a ciertas cosas que metemos en un carro al que no pertenecen.
–No pongo en duda que ya está fraguando su próximo trabajo. ¿En qué anda metido?
–El viernes sale el primer single de Poema del cante jondo, el disco que estoy grabando. Vuelvo a Federico García Lorca. Enlorquecido estaba formado por poemas de diferentes épocas e incluso el fragmento de alguna carta, pero este disco está centrado únicamente en el libro Poema del cante jondo. Es un trabajo muy flamenco y tradicional. Mi gratitud hacia un señor que dio la cara por este género. Se juntó con Falla para organizar el primer concurso de Cante Jondo en 1922 e hizo conferencias para convencer a los intelectuales de la importancia de la cultura flamenca. Vuelvo a dar las gracias a mi poeta favorito y a ese hombre que apoyó a las músicas más maltratadas.
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