Miguel Ángel Oeste: “Mostrar nuestra fragilidad nos fortalece, pero no nos atrevemos”
De libros
El autor malagueño toma al músico Nick Drake como ‘macguffin’ para “hablar de los temas que me interesan”
Los himnos de la soledad
"¿A cuántas revoluciones por minuto giran los recuerdos?", se pregunta uno de los personajes de Perro negro (Tusquets), la novela con la que Miguel Ángel Oeste invoca al espectro de Nick Drake, ese músico que "cantaba, pero muy bajito, más bajo que la gente que iba a verlo y que hablaba más alto de lo que él susurraba sus canciones". El parentesco entre ficción y memoria, la presión del éxito y las expectativas incumplidas y el dolor y el vértigo de vivir asoman por esta reescritura de un viejo proyecto, Far Leys, que Oeste ha llevado a cabo "con un cuchillo en la mano" y que confirma al malagueño, tras Arena y Vengo de ese miedo, como uno de los grandes.
–Esta es, se dice al comienzo del libro, "la historia de alguien que nació con el estigma de los vampiros".
–Yo digo que es una novela de vampiros sin vampiros y una novela de fantasmas sin fantasmas. Aquí la novela de Bram Stoker está muy presente, y los vínculos afectivos, familiares, de amistad, se observan desde un punto de vista muy vampírico. Hay algo espectral y maldito también en la creación, en el libro se habla de la creación musical pero podría ser también la escritura o la pintura de un cuadro: la obsesión por crear belleza y la paradoja de que esa belleza tiene un lado oscuro que te puede destruir. Reconozco algunas influencias en Perro negro: Drácula, por supuesto, del que tomo su estructura de diario en un fragmento; Jardines de Kensington, de Rodrigo Fresán, sobre la figura de J. M. Barrie pero también sobre Ray Davies, el líder de los Kinks; y El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, por su tono melancólico y por el amor imposible que atraviesa a las dos parejas de esta novela.
–Uno de los personajes define las canciones de Nick Drake como "una puerta que te enseña el abismo".
–Pero a la vez esas canciones le ofrecieron un salvavidas a su autor. Él tenía una especie de depresión crónica que le impedía enfrentarse a su vida cotidiana, y las canciones le abrían una puerta a su salvación, es como si en ellas inventara un mundo donde puede sobrevivir. Tiene tres discos que no llegan a las dos horas de música, apenas hay imágenes de él, ninguna en movimiento... Todo lo que se sabe está rodeado por la neblina, hay un montón de lagunas en su historia. Eso era maravilloso para un escritor, te permitía fabular. Yo he tomado a Drake como una especie de macguffin para hablar de temas que me interesan: el éxito y el fracaso, la salud mental...
–¿Está de acuerdo en que "con una película o una novela se puede alumbrar una parte de la persona a la que la biografía no llega"?
–Sí, para mí la ficción es más importante que un libro de Historia, una ficción cuenta más la verdad. Con el libro anterior todo el mundo me decía: Son unas memorias, no hay ficción. No es así en absoluto. ¡La memoria es imaginación! Los lectores no sospechan todo lo que fabulé en la anterior historia, aunque estuviese inspirada en mi vida.
–Drake cautiva como sólo lo hacen los malditos. Richard, uno de los protagonistas, cree que si hubiese tenido éxito no estaríamos hablando hoy de él.
–Exactamente. Nick Drake lo tuvo todo a favor para triunfar: la familia lo apoyaba, tenía un productor como Joe Boyd... En esa época estaban Leonard Cohen, John Martyn, Bob Dylan, Randy Newman, cantautores similares que consiguieron hacerse un hueco, pero por lo que sea Drake no triunfó. Richard se inspira en Heath Ledger, un actor con un talento brutal y arrastrado también por sus propios demonios. Usó la canción Black eyed dog para un corto y planeaba hacer un documental sobre Drake. Ledger sí triunfó, pero la memoria de Hollywood es muy efímera y hoy no se le recuerda mucho.
–En la novela se describe a Drake como "un niño desvalido al que su madre acaba de abandonar en un centro comercial".
–Yo creo que en la infancia está todo, y lo ideal sería ver el mundo con los ojos de un niño pero con la perspicacia de un adulto, y para eso hay que ser muy maduro. He leído biografías de Nick Drake en las que sale muy bien parado y esto es una novela: aquí hay claroscuros. Uno lo describe como un arrogante, otro como un egoísta, porque todos somos imperfectos y cargamos con nuestras oscuridades, nuestras máscaras cuando convivimos con los otros. Él se mueve además en un tiempo convulso y cambiante: en el 69 publicó su primer álbum, Five Leaves Left, un momento de ebullición, de liberación sexual, de confusión. En mis novelas el contexto social y político siempre tiene importancia.
–Cuenta en el epílogo que cuando preparaba Far Leys y escuchaba a Nick Drake sentía "una afinidad difícil de explicar" y también "miedo, miedo por estar vivo".
–Porque la muerte está ahí, al acecho de cualquiera, y porque todos estamos un poco mal pero no mostramos nuestra vulnerabilidad. Nadie habla de esto. Vivimos en una sociedad de mentira, hipócrita, en la que todo tiene que estar bien, pero ¿estamos realmente bien? A veces nos veo como una comunidad con bastante dolor, rota y enferma. Creo que mostrar la fragilidad nos fortalece, pero no nos atrevemos. De todo eso habla la novela, aunque no lo haga en un primer plano.
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