Pasiones a tres voces
GARNATI ENSEMBLE | CRÍTICA
La ficha
*** Festival de Primavera de Juventudes Musicales de Sevilla. Programa: Trío op. 49 nº 1 de F. Mendelssohn y Trío op. 67 nº 2 de D. Shostakovich. Garnati Ensemble (Pablo Martos, violín; Alberto Martos, violonchelo; Ambrosio Valero, piano). Lugar: Teatro Cajasol. Fecha: Lunes, 6 de junio. Aforo: Un tercio.
Aunque se suele considerar al cuarteto de cuerda como la formación camerística por excelencia, algo tiene el trío con piano que lo hace más cercano, más proclive a las confidencias o a las efusiones emocionales. Será por su más reducida formación, será por el toque cromático diferencial que le aporta el piano, pero el caso es que nos sentimos más identificados con este diálogo a tres. Claro es que siempre y cuando las obras programadas y sus intérpretes sepan tocar nuestra fibra sensible.
Es el caso de las dos obras que pusieron sobre sus atriles los integrantes del Garnati Ensemble, dos composiciones que hacen de la efusión expresiva y del afloramiento de los sentimientos su raíz más íntima. Creo que es un error conceptuar a Mendelssohn como un compositor más clásico que sus contemporáneos, como si ello supusiera apartarlo de la corriente romántica. Nada más lejos de la verdad, porque el respeto a la forma y a la estructura no supone en Mendelssohn un recorte de la vena expresiva. Todo lo contrario, como este soberbio trío lo dice bien a las claras. Por eso, porque el Garnati Ensemble pareció asentarse sobre esa visión tradicional del compositor, a su interpretación le faltó una mayor implicación expresiva, una mayor carga en los ataques y en los acentos, sobre todo en el Molto Allegro agitato inicial, cuyo maravilloso primer tema fue enunciado con sonido profundo y de gran resonancia por el chelo, para luego perder intensidad en el fraseo menos intenso del violín. Ambos instrumentos, por otra parte, regalaron una cantidad excesiva de vibrato innecesario. El piano mostró una articulación ágil y ligera en el Scherzo, en una buena exhibición del control del sonido y del color. Afortundamente, en el Finale los tres intérpretes fueron subiendo el nivel de implicación emocional mediante una articulación más enérgica, cerrando con brillantez el movimiento.
Desde un principio el Garnati mostró una mayor sintonía con el complejo mundo anímico del trío de Shostakovich, a caballo, como buena parte de su obra, entre lo irónico y lo desesperanzado. El inicio del primer tiempo, con chelo y violín con sordinas y tocando armónicos, fue mágico, creando un sonido etéreo fuera de este mundo sostenido por un acuciante ostinato del piano muy bien regulado por Valero, quien supo encontrar el sonido casi percutivo del instrumento que demanda el Allegro con brio. Al tono elegíaco del Largo le sucedió la explosión de intensidad trágica, teñida de lo demoniaco, del último tiempo, con un violín, por fin, entregado en su totalidad al alma de esta música desolada.
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