Memoria de la vieja Europa

El más centroeuropeo de los escritores italianos vuelve a las librerías con ‘Alfabetos’

Ignacio F. Garmendia

12 de enero 2011 - 07:40

Ha pasado un cuarto de siglo desde que Claudio Magris, uno de los grandes autores europeos de las últimas décadas, publicara El Danubio, su obra más leída y celebrada, un libro inclasificable que marcó tendencia y es todavía hoy referente obligado a la hora de abordar esa forma híbrida de narración que combina la ficción, el ensayo, la autobiografía y el relato de viajes. Desde entonces, la consideración literaria del escritor y germanista italiano no ha dejado de crecer, confirmada por narraciones posteriores como Otro mar (1991), Microcosmos (1997) o A ciegas (2005) –sin olvidarnos de la hermosísima Conjeturas sobre un sable (1984)– y de ensayos como El anillo de Clarisse (1984) o Utopía y desencanto (1999), todos ellos felizmente disponibles en castellano. No siempre se hace fácil precisar el género, pero estos y otros títulos han ido construyendo un territorio estimulante y personalísimo donde confluyen, perfectamente imbricadas, la memoria del narrador triestino y la de la vieja Europa.

O de una parte no pequeña de ella. Tantos años después de su colapso, el fantasmal imperio de los Habsburgo –cuya tácita pervivencia fue abordada por Magris ya en su tesis doctoral, a partir de la cual redactó un ensayo todavía inédito entre nosotros– está en el corazón de la obra literaria de este autor nacido en los márgenes de Mitteleuropa, que escribe en italiano pero se reconoce deudor –como el propio término indica– de la gran tradición de la lengua alemana, representada por gigantes como Robert Musil, Hugo von Hofmannsthal, Joseph Roth o muchos otros, rescatados o redescubiertos, porque muchos ya estaban publicados, por los editores españoles en las últimas décadas. Mucho se ha escrito sobre la nostalgia de Austria-Hungría, pero las páginas de Magris trascienden la mera evocación de aquel mundo desaparecido para presentar un testimonio vivo, que combina la experiencia personal y la búsqueda de los vestigios de una época convulsa, habitada por gentes perplejas, expatriadas o desposeídas que quedaron desubicadas de un día para otro por el tiralíneas de la Historia.

La Historia, pero también el mito. De ambos se nutre la obra de Magris, como de la pasión por el mar, de las utopías prescritas, de las identidades perdidas, de los exilios y peregrinajes de todo tiempo. La última de sus obras publicadas en España, Alfabetos (Anagrama, 2010), ofrece a sus lectores un recorrido impagable por las lecturas y devociones del más centroeuropeo de los escritores italianos, algo parecido a un mapa que nos explica los contornos de su personalidad literaria, no porque vuelva sobre los escenarios acostumbrados sino porque los amplía, enmarcándolos en una visión global de inequívoca procedencia europea. Formado por artículos publicados en la prensa –casi todos en el Corriere della Sera– a lo largo de la última década, y unos pocos, más extensos, aparecidos en revistas, el volumen aúna el encanto con la erudición literaria, recoge un sinfín de referencias que trascienden la tradición en la que él mismo se inscribe y se presenta por ello como un valioso ensayo de interpretación, de los muchos temas que acoge y de los intereses del propio Magris.

Está el amor juvenil por Salgari, en cuyos libros aprendió el placer de la lectura y “un sentido de fraterna igualdad de todos los pueblos de la tierra”. Están Homero y Heródoto y los clásicos de la Antigüedad, pero también la Biblia, “raíz primaria (junto con aquellos) de la identidad europea y occidental”, que más allá de la geografía contiene verdades de validez universal. Están Kafka, Musil, Roth y Svevo, por supuesto, pero también Dante, Goethe, Flaubert, Conrad, Ibsen o Tolstói, junto a muchos otros autores de las literaturas europeas –algunos de lengua española, como Jorge Semprún, José Ángel González Sáinz (traductor de Magris) o los argentinos Borges y Sábato– que le sirven al articulista para impartir breves y estimulantes lecciones a propósito del amor, el mal, la muerte, la felicidad o la melancolía.

Hay varios artículos sobre literatura alemana –en particular los románticos y los autores de entreguerras– o sobre autores italianos contemporáneos, un magnífico prefacio al Kim de Kipling, un discurso sobre el imprescindible Gregor von Rezzori –ya publicado como prólogo a La gran trilogía en la edición de Anagrama– y un sugerente miniensayo sobre el alma de Praga. Hay una reflexión sobre las vanguardias, sendas denuncias de las dictaduras chilena y argentina, una reivindicación del lugar de África, una diatriba contra los best seller o un repertorio de lúcidas nociones a propósito del compromiso. No en todos los casos pasa desapercibido el origen circunstancial de los artículos, pero la prosa de Magris, además de clara e incitadora, es siempre inteligente y rigurosa, desprovista de adornos innecesarios.

“La historia de la literatura funda y crea una identidad nacional que sobrepasa fronteras cada vez más amplias”. Acogido a lo mejor de la tradición humanista, Magris descree de los particularismos, las barreras y los discursos excluyentes. No ignora que pertenece a la vieja Europa, pero sabe que su patria es el mundo.

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