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Real Madrid-Sevilla en directo el partido de liga

Memoria sentimental, del vinilo a la blackberry

Las redes sociales animaron la visita de la banda · Numerosos portugueses y británicos se desplazaron al sur para ver a U2

Banderas de distintos países se vieron ayer en la Cartuja.
Patricia Godino / Sevilla

01 de octubre 2010 - 05:00

Si las crónicas del pasado 29-S pusieron el acento en que se trataba de la primera huelga general donde las redes sociales tenían un gran protagonismo, la visita de la banda irlandesa a Sevilla ha sido también el primer evento musical de dimensiones multitudinarias narrado, desde su origen, paso a paso, por los usuarios de este tipo de plataformas, sobre todo, de Facebook: desde la compra de las entradas, hace casi un año, a la entrada al recinto de La Cartuja.

Fan acérrima a partes iguales de Facebook y de U2 es Inma Carrasco, periodista onubense del 77, que ha "crecido" con las canciones de la banda y ha tenido su perfil en la red estos días repleto de enlaces con canciones de los irlandeses, con mensajes de sus compañeros de concierto y con una narración, casi milimétrica, de la cuenta atrás para una de las citas "más emocionantes" de su vida. "I'll be with you, Bono", escribía horas antes de situarse en la zona de pista. "Ya estamos aquí", informó a través de su blackberry. Para Inma, y para las decenas de miles de seguidores que ayer presenciaron el mayor espectáculo musical de la historia de esta ciudad, el concierto tenía mucho de memoria sentimental: les traía el recuerdo de una época, un novio, un viaje de fin de curso, la pandilla de verano, la primera canción que uno se aprende...

¿Y cómo se identifica a un seguidor de la banda irlandesa? Complicado. Si en el concierto de Madonna los fans de la reina del pop se distinguían a leguas por sus homenajes a alguna de las múltiples etapas de la ambición rubia y los de AC/DC hicieron acopio de camisetas negras y diademas con cuernos, los admiradores de la banda irlandesa no tienen un look definido más allá del que dan los años o pequeños tributos para la ocasión, como el de la onubense y sus amigos. Este grupo de treintañeros lució ayer una camiseta diseñada por el creativo publicitario David Robles, un homenaje al sueño de asistir a un concierto de U2 que muchos acariciaban desde niños. "De pequeñita mi amiga y yo le robábamos los vinilos a su hermano y nos pasábamos la tarde entera escuchando las canciones. Aprendí mucho inglés", bromea Inma, cuya canción favorita, dice, es el alegato pacifista One. "Éste es el primer concierto al que voy de principio a fin, porque en 2005 fui a Madrid, al Vicente Calderón, no tenía entrada y en la reventa salían carísimas. Al final, convencí a uno de los porteros para que me dejara pasar a las tres últimas canciones y cantaron With o without you", recuerda horas antes de entrar al Estadio de La Cartuja. Le acompañaron en este concierto un "número indeterminado" de amigos que convirtieron su casa anoche en una especie de piso-okupa de seguidores de Bono, entre ellos, Jesús Chacón, el hermano de la amiga al que le birlaban los vinilos. "Sobre todo, me gustan los primeros discos, October, The Unforgettable Fire... Así que espero que canten, sobre todo, de las antigüitas", deseaba sobre su primera vez frente a Bono.

Y entre la multitud que se congregó en La Cartuja los había que eran auténticos expertos en la materia, si así se puede describir a quien ayer asistió al sexto concierto en directo de U2. Abel López, de Morón de la Frontera, se define como un "amante de la música en directo", no un "fan acérrimo". "Los últimos discos no me convencen mucho, pero tienen discos muy buenos y, sobre todo, U2 en directo es un espectáculo en mayúsculas y siempre guardan alguna sorpresa", dice López tras haberlos visto por primera vez en Madrid en el año 90 y después en Barcelona, San Sebastián, Londres y Dublín.

Quienes también sabían que el espectáculo prometía eran los aficionados que venían de otros países para encontrarse con Bono y los suyos. Entre los extranjeros destacaban los portugueses y los británicos; entre los españoles había procedencias de todo tipo, como demostraba una bandera de Asturias que alguien ondeaba entre la multitud. La expectación que despertaban los irlandeses se advertía ayer en un detalle: hasta algunos indecisos que no habían albergado hasta entonces la decisión de acudir al concierto se contagiaban de la fiebre, intuían que se trataba de una cita única y se apuntaban a la propuesta. Por los alrededores del estadio había muchas posibilidades de adquirir una entrada a través de la reventa, pero todo apunta a que el negocio de quienes querían recolocar localidades no salió tan redondo: ayer los comercios despachaban la última remesa que había sacado la promotora del espectáculo para incorporaciones de última hora. Gracias a ello, una seguidora como Cristina se hizo en La Teatral con sus tickets a las ocho de la tarde y animó a venir raudo a su amigo Jorge, que tuvo apenas dos horas para surcar la autopista de Cádiz.

No hubo grandes conflictos en la entrada: las llegadas al recinto se hicieron de manera escalonada, los accesos estaban correctamente identificados. Ya dentro del recinto, el personal no ocultaba su fascinación por el despliegue de medios y el brutal escenario diseñado para la gira. "El flipe no es Bono, el flipe es cómo han montado este tinglado", manifestaba uno de los espectadores ante la impresionante estructura, bautizada como La Garra. Media hora antes del concierto, y cuando ya habían sonado los teloneros, todavía se podían apreciar algunas calvas en las gradas, pero la pista ya estaba abarrotada. Muchas parejas entre el auditorio, lo que lleva a pensar que los U2 tuviesen esa extraña cualidad de convencer por igual a hombres y mujeres de la que no pueden presumir todos los músicos. El ambiente se va caldeando y las masas se entregan a hacer una ola que no les sale del todo. La ansiedad se apodera de más de un adulto. Un tipo fornido reconoce a los amigos su debilidad. "Estoy nervioso como un quinceañero", confiesa. Para entonces, U2 ha salido a escena y, con los primeros acordes de Beautiful day, la Cartuja entra en un éxtasis colectivo.

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