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El Medievo más melancólico

Guillermo Pérez/ Tasto Solo | CRÍTICA

Tasto Solo actuando en la iglesia de San Luis. / Lolo Vasco
Juan Ramón Lara

07 de abril 2019 - 18:53

La ficha

**** Femás 2019. Guillermo Pérez y Tasto Solo. Guillermo Pérez, organetto, y David Mayoral, percusión / Tasto Solo: B. Zanichelli, K. Olsen, A. Riera, R. Pisani y T. Maxé, canto; A. A. Gómez, órgano; R. Waldek, arpa;P. Marcos, viola. Guillermo Pérez, organetto y dirección. Programas: 'Los órganos dizen chançones' / 'Déplorations. Polifonías fúnebres reales'. Lugar: Iglesia de San Luis. Fecha: Sábado 6 de abril. Aforo: Lleno.

No jugaba con cartas fáciles Guillermo Pérez en su doble concierto de este año en el Femás. En el primero de ellos se presentaba como (valga la palabra) organettista solista, apenas acompañado por un percusionista. En el segundo se enfrentaba a un repertorio que hace muy pocas concesiones al público: la polifonía fúnebre del Medievo final, una música en extremo austera y llena de tantos mensajes crípticos como una catedral gótica.

En ambas triunfó con argumentos exclusivamente musicales, sin reconstrucciones litúrgicas, trucos ni atajos. Al organetto, tocando de memoria, desplegó los recursos que un músico de cualquier época necesita para cantar una melodía con riqueza: ornamentaciones delicadas, variedad de articulación y, sobre todo, un sutil manejo del fuelle con su mano izquierda (omitiremos por decoro la polisémica palabra que designa esa acción en buen castellano); esa sutileza le permitió frasear con una delicada dinámica sin dejar de controlar la afinación, algo tan difícil en su instrumento como lo es en una flauta de pico (bien lo sabe cualquier vecino de un escolar). La sofisticada percusión de los dedos de Mayoral dio dirección a unas ágiles danzas.

Por la noche su grupo, vocal e instrumental, sacó adelante con brillantez un repertorio oscuro para el público y en el que la línea que separa la belleza del tedio es muy delgada. Para estar siempre en el buen lado de ella los cantantes añadieron a la calidad de sus voces una gran seguridad, desde la que dieron el impulso necesario al pulso rítmico. Bien trabajado el programa, el sonido del grupo, afinadísimo y muy preciso, fue siempre compacto y a la vez transparente, dejándose escuchar incluso la débil sonoridad de la viola. Destacó la voz de Riccardo Pisani en un empastado grupo vocal que comunicó la profunda melancolía de esa música venida del invierno de la Edad Media; una música que, como dijo Grout, nos suena al tiempo lejana y extrañamente familiar.

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