El ministro de propaganda | Crítica
Retrato del siniestro maestro de la propaganda
Mayca Teba | Soprano
Sevilla/Mayca Teba, María del Carmen Medrano Gamero en el siglo, es una cantante-actriz andaluza, sevillana, que nació... "después de los dolores", dice en un tic de cómica con el que guarda su secreto artístico: la fecha de nacimiento. De cualidades canoras innatas, la vertiente cómica la descubrió durante su formación como belcantista. Del conservatorio de Sevilla a Cardiff y la eclosión como actriz humorística en The Opera Locos, un espectáculo de ópera y teatro musical para todas las edades, de Händel a Freddie Mercury. "Don Fernando España fue mi padrino musical en el conservatorio". Su afición a la música es familiar. "Mi abuela, Carmen Gamito, era una enamorada de Maria Callas y de la zarzuela, la música clásica y el bel canto".
Tras la formación académica en el conservatorio, amplió sus conocimientos en Cardiff. "Nunca se termina de estudiar, porque la voz es un músculo en constante desarrollo, hay que usarlo diariamente porque es un instrumento vivo". E idiomas. "Hay que conocer al menos la fonética: alemán, francés, inglés, italiano, checo... Al ruso, no he llegado. Debes saber lo que estás cantando. Si no, no puedes transmitir dramáticamente".
–Sus inicios como cantante-actriz fueron en...
–La Compañía lírica María Malibrán (2001), con la que introdujimos en muchos pueblos de Andalucía la ópera, la zarzuela... María Malibrán era una de las hijas de Manuel García, un tenor sevillano internacional. Siempre barriendo para casa, porque hay que barrer para casa y reivindicar lo de casa. Hacíamos los circuitos Cipaem de la Diputación y de la Junta de Andalucía, hasta que vino la crisis. Fue cuando se disgregó la Joven Orquesta de Andalucía. Yllana, la compañía de The Opera Locos, fue un cénit importante de mi trayectoria profesional.
–La crisis provocó que Andalucía se le quedara pequeña.
–Me fui a Cardiff, Tacita de Plataff, a hacer un post graduado en ópera y teatro musical. Y trabajé para la productora londinense Belinda King Productions, que trabaja para la naviera Cunard, la del Titanic, montando espectáculos musicales en el transatlántico Queen Mary II. Es el Broadway marítimo, con un teatro de 1.200 localidades, tramoya, pirotecnia, todo un espectáculo...
–¿Cómo se actúa en el vaivén de las olas de alta mar?
–Estuve dos años y ya no notaba las olas. He cantado por todo el mundo, en medio del océano. Allí conocí a Wim van der Broeck, el padre de mi hija Victoria. Surgió the emotion of the ocean... Si me hubiera puesto de apellido Van der Broeck seguro que me habrían contratado más en Andalucía.
–Tardaron en volver a Andalucía.
–Sí, él es editor. Iba de cameraman para la televisión belga en el Queen Mary II. En 2006 no había nada en Andalucía. Nos fuimos a Madrid. Allí realicé producciones para el Teatro de la Zarzuela, como Quo Vadis, una zarzuela que se rescata. Hay diez mil títulos de zarzuela y se rescató esta de Chapí. Hasta que surgió Yllana, hace dos años. Me eligieron porque vocalmente daba la talla y porque vieron en mí una vis cómica clave para ellos. Basan sus espectáculos en el humor. Buscaban a alguien que fuera cantante de ópera pero que cantase otros géneros musicales y fuera actriz.
–¿Estudió Artes Dramáticas?
–Lo del teatro me viene innato. He hecho cursos teatrales, pero en el conservatorio, cuando yo estudié, no había asignaturas de arte escénico. Y por eso me fui a Cardiff, porque una actriz lo que quiere son las tablas, el contacto con el público. La ópera en sí es teatro cantado y es importantísimo el desarrollo del cantante como actor. Maria Callas fue un antes y un después en la interpretación de la ópera. Antes de ella, salía el cantante como un palo, se movía por el escenario, pero la que introdujo el drama en el canto fue ella.
–¿Es su diva de referencia? Soprano como usted...
–Sí, tengo otras. Soy una soprano que, por mi registro vocal, puedo desarrollar roles de mezzosoprano, porque con la edad se va desarrollando más el instrumento. Plácido Domingo empezó de barítono, pasó a tenor, y ahora ha vuelto a la cuerda de barítono. La voz es un instrumento vivo.
–¿Y qué compositor le encaja más a su estilo de canto?
–Me encanta la música barroca. En Inglaterra se hace mucho. Purcell, Händel... Y Mozart me encanta, para mi voz me va muy bien. Rossini, las agilidades de sus partituras me vienen muy bien. Pero no tengo una voz propia para Verdi, Wagner o Puccini, son para voces con más peso. Luego de Rossini vendría el bel canto, que no me gusta mucho. Y el verismo de Wagner, tampoco. Lo más contemporáneo sí me va mucho, Gershwin, Bernstein..., que rozan con el teatro musical americano, ahí es donde más disfruto.
–Se salta el bel canto...
–Eso lo he descubierto conforme se ha desarrollado mi voz. En la carrera se estudia y se hace mucho bel canto, es una misma técnica operística, pero la emisión de la voz es más purista, más técnica. Pero en el barroco y en Rossini hay mucho virtuosismo y muchos melismas.
–¿Hay un lenguaje más universal que la música?
–Un pintor diría que la pintura es universal, igual que un escultor. Lo que más me atrae de la música es lo efímero de la creación del arte. El sonido que emites, sea malo o bueno, se queda, no lo puedes rectificar. Ahí radica su magia. Y luego vienen los críticos... No soy de leer las críticas.
–Y eso que ha actuado en el Queen Mary II...
–Allí aprendí registros de jazz, teatro musical. En mi otro bebé, que es Mucho más que ópera, mezclo géneros, el lírico y el rock y el pop. Antes de firmar con Yllana hice conciertos de Queen, rock sinfónico, como soprano. En la canción Barcelona hice el papel de Montserrat Caballé. He cantado Bohemian Rapsody, The show must go on, Somebody to love, Don't stop me now… El aburrimiento es la peor enfermedad, decía Freddie Mercury.
–Un artistazo insospechado para los críticos de ópera...
–A Monserrat Caballé, cuando empezaba, le dijo su maestro de canto que se dedicara a otra cosa. La visión de este hombre fue nefasta. Ha sido una de las grandes. Los pianos y agudos los atacaba como nadie.
–¿Otras grandes?
–Aparte de Maria Callas, Teresa Berganza, Audra McDonald, Joyce DiDonato... Y entre los hombres, Juan Diego Flórez, un tenor rossiniano muy bueno. Y tengo la suerte de trabajar como compañero en The Opera Locos con uno de los tenores más versátiles en España, Antonio Comas, que trabajó mucho con Carles Santos, compositor de ópera contemporánea. El otro día hablaba con él de que la ópera contemporánea carece de composiciones llevadas a la escena. Escuchamos las óperas que ya están archirrepresentadas. Más que Casa de la Ópera tendríamos que decir Museo de la Ópera, porque no dejamos de representar las mismas óperas de siempre. Musicalmente ha evolucionado la composición, pero vocalmente seguimos emitiendo igual que se emitía en el siglo XVIII o el XIX.
–¿Falta determinación ahí?
–Quizá por temor a las críticas. Si algún compositor pidiese esa evolución de la voz, abrirla en lugar de impostarla, que no sea tan de bel canto... En el teatro musical se canta con una emisión mucho más abierta. Quizá falte atrevimiento ahí, hay un muro infranqueable en España.
–¿Eso pasa sólo en España?
–En Estados Unidos, Audra McDonald es una soprano que pasó del repertorio clásico al teatro musical, y va del Metropolitan de Nueva York a Broadway con total naturalidad, y es un plus. Aquí, no, aquí como te desvíes parece que cantas cosas de menor nivel. Y las orquestas agradecen esos otros repertorios, porque están toda la temporada tocando Mozart, Tchaikovsky... y le pones un repertorio de Queen, de Los Miserables, de rock sinfónico, y lo agradecen muchísimo. Falta ese desarrollo en el canto.
–¿Qué programa lleva The Opera Locos?
–Se mezcla la lírica, la ópera, con el pop y el rock. Desde la habanera de Carmen o Mon Coeur, de Sansón y Dalila, a I will always love you, de Whitney Houston. Y luego en mi concierto Mucho más que Ópera hacemos ópera, zarzuela, pop, rock sinfónico y teatro musical. Hay una cabida para ese tipo de espectáculos. Y al no tener texto, al hacerse todo sobre mímica, llega a los más diversos públicos. Hemos estado en Bratislava, en París, y en septiembre vamos a Corea del Sur.
–¿Ha estrenado en Andalucía Mucho más que Ópera?
–Me lo produce el cónsul de Puerto Rico y es allí donde lo estreno. En León sí lo pude estrenar en 2016 y en 2018. Tamayo, el productor de zarzuela con el que empezaron Plácido Domingo, Caballé, Carreras, Teresa Berganza..., creó una primera antología y en Qatar, apadrinados por Plácido Domingo, me escuchó el cónsul de Omán, Tomás Rodríguez Pantoja, que es sevillano. Y él me invitó a cantar en Puerto Rico. Me gustaría hacerlo en mi tierra, si es posible.
–Faltan apoyos aquí para ese tipo de espectáculos...
–Aunque sea una respuesta políticamente incorrecta, faltan. The Opera Locos se estrenó en Jerez, en el Puerto de Santa María el 16 de agosto, y el 15 de noviembre va a Carmona. En mi ciudad natal, Sevilla, no hemos podido, no encuentro el apoyo suficiente en mi tierra. No sé qué pasa en Sevilla. No quiero caer en el tópico del flamenco, porque adoro el flamenco, y adoro todo tipo de música, menos el reguetón, que es insoportable. El otro día le escuché a Vanesa Martín decir que cómo es posible que todo lo que ha avanzado la mujer en la sociedad tenga un gran paso atrás con ese tipo de letras del reguetón que llega a la juventud, ese mensaje de la mujer como objeto sexual... Las niñas lo escuchan en el colegio. Mi niña me viene con unas letras... Son letras degradantes para la mujer. Aunque algunas letras de zarzuela o la ópera, también me parecen muy machistas.
–Pero eran composiciones decimonónicas...
–Claro. Mozart sí fue más avanzado, un siglo antes creó papeles masculinos interpretados por mujeres. Vocalmente incluso me vienen fenomenales esos papeles.
–¿Fue la ópera pionera en la igualdad de divos y divas? La pricipal competencia de la mujer en el siglo XVIII eran los castrati...
–Bueno, aún hay mucho machismo. Lucía Marín está triunfando como directora de orquesta, pero son muy pocas. Y directoras de escena, igual. En cuanto a los castrati... Los castrati, como tenían el registro agudo, lo que hacían era apartar de la escena a la voz femenina. Pero Mozart sí fue más avanzado porque incluyó personajes y roles masculinos para mujeres, para voz femenina.
–Habla de cantar en Sevilla, tan cantada en la ópera: Don Giovanni, Las bodas de Fígaro, Fidelio, El barbero de Sevilla...
–Carmen, Il Trovatore... Sevilla es la ciudad más nombrada en la historia de la ópera. Es así. En el Festival de las Juventudes Musicales estamos intentando arrancar un proyecto de ópera para el turismo. Cuando un turista visita Sevilla y quiere escuchar flamenco, tiene infinidad de tablaos y de escenarios. Pero si quiere escuchar una Carmen, ¿dónde va? No hay sitios, a menos que tengas la suerte de que el Maestranza en ese momento la esté programando, y tampoco, porque sólo hay cuatro títulos al año de ópera, frente a los ocho del Teatro Real o el Liceo. El turista que viene a una ciudad como Sevilla, la ciudad más nombrada en la historia de la ópera, no tiene dónde escuchar ópera permanentemente.
–Ni el sevillano o el residente...
–Ni el sevillano o el residente. Mejor me lo pone. Lo digo porque ahora también se ha convertido, con la visita de Barack Obama durante la Cumbre Mundial del Turismo, en una ciudad que se reivindica en un primer plano internacional. Estamos intentando presentar ese proyecto al Ayuntamiento, y ahora viene el problema del dinero.
–Quizá falte cultura musical desde la base, desde la infancia, para esa visualización popular que reivindica.
–Hay un proyecto en el que participo, Coralsón, dirigido por Pasión Benítez, que presenta una obra escrita por un andaluz en distintos colegios de la capital. Y eso sólo tiene apoyo privado, cuando yo creo que debería estar financiado de forma pública por lo que significa de formación musical para los niños. Pasión está luchando todos los años para que eso salga adelante en los colegios. Era un proyecto catalán, Cantania, pero se desvinculó por gente andaluza, por compositores andaluces, cantantes andaluces... Es un proyecto precioso, que a los niños los instruye dentro de la música clásica. Y también en valores como el esfuerzo, el compañerismo. Al concierto final van todos los colegios de forma coral, sin haber ensayado juntos.
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