Los Max 2018 consagran el poder del público y del teatro de texto

El homenaje a Sanchis Sinisterra y su teatro político marcan una ceremonia reivindicativa en el Cartuja Center, en la que triunfó la danza de Daniel Abreu y la granadina Eva Yerbabuena

Los integrantes de la compañía Kulunka Teatro, tras recibir el galardón al mejor espectáculo por 'Solitudes'.
Los integrantes de la compañía Kulunka Teatro, tras recibir el galardón al mejor espectáculo por 'Solitudes'. / José Manuel Vidal / Efe
Charo Ramos

19 de junio 2018 - 06:56

Sevilla/Romper con la cuarta pared fue la obsesión de la gala de los XXI Premios Max, celebrada en el último teatro inaugurado en Sevilla, el Cartuja Center Cite. El recurso de un espejo gigante que reflejaba al público, como el que el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo incorporó en una reciente intervención de Dan Graham, presidió una noche en la que las cámaras enfocaron con insistencia a José Miguel Fernández Sastrón, presidente de la SGAE, que organiza este evento, y a sus acompañantes en el patio de butacas: el nuevo ministro de Cultura, José Guirao, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y el delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis.

A ellos se dirigieron, con sus reivindicaciones, muchos de los creadores y artistas reconocidos en una velada que coronó a la bailaora granadina Eva Yerbabuena como mejor intérprete de danza por Apariencias (premio que recogió su hija, al estar ella de gira) y a Julio Manrique como mejor director por L'Anec salvatge Su intervención fue una de las más agitadoras de la noche, al pedir "libertad de expresión sin mordazas". El coreógrafo Daniel Abreu fue uno de los principales triunfadores, al conquistar los Max al mejor intérprete masculino, mejor coreografía y mejor espectáculo de danza por La desnudez.

Alfonso Zurro dirigió esta gala televisada y presentada por la actriz Cristina Medina, que sirvió de plataforma al talento andaluz en todas sus disciplinas, desde actores como Mari Paz Sayago y Paco León al Ballet Flamenco de Andalucía, pasando por estilistas como Manolo Cortés y voces jóvenes como la Escolanía de Los Palacios, que con el tema Desde que tú te has ido de Cecilia emocionó al recordar a los socios desaparecidos.

La compañía sevillana Danza Mobile, premiada como el Max de carácter social, fue una de las primeras en subir al escenario del Cartuja Center. Su directora, Esmeralda Valderrama, recordó que "para nosotros es un reconocimiento a un proyecto que empezamos hace más de 23 años; lo hemos disfrutado y sufrido mucho. Danza Mobile siempre fue un proyecto artístico pero nos alegra que nos hayan dado el Max por lo social porque creemos que con el arte se puede cambiar el mundo de verdad". La compañía lo celebró sobre las tablas con el baile de uno de sus mejores intérpretes, Helliot Baeza.

Nacho Sánchez logró el mejor actor protagonista por Iván y los perros y Pilar Gómez, una de las más aplaudidas de la noche, se consagró como mejor actriz protagonista por Emilia (Mujeres que se atreven, Primera parte). Agradeció a Alberto San Juan y a Teatro del Barrio "por pensar que una andaluza podía hacer de gallega".

La producción valenciana Tic-Tac celebró su Max al mejor espectáculo musical y Solitudes de Kulunka Teatro se impuso como mejor espectáculo de teatro a un rival tan potente como Los Gondra (Una historia vasca), producción del Centro Dramático Nacional.

El momento más emocionante de la velada llegó cuando José Sanchis Sinisterra recibió su Max de Honor de manos de la actriz Verónica Forqué. El autor de ¡Ay Carmela!, a cuyos sones recibió el premio con el teatro puesto en pie, reivindicó el teatro de texto pese a quienes critican ahora su carácter anacrónico. "No sé si es modestia o vanidad pero me viene a la mente esta frase asociada a Rimbaud: 'Yo somos muchos'. Los miembros de la SGAE no me están honrando sólo a mí. Soy el eslabón de una cadena donde están mis incontables maestros, que yo concreto en cinco nombres a los que regreso permanentemente: Brecht, Kafka, Beckett, Pinter y Cortázar. Y también están mis discípulos, jóvenes y no tan jóvenes que se han atrevido a compartir los momentos de mi actividad y han compartido conmigo el amor por el texto, por esa partitura literaria que es también escénica. El texto, tan vilipendiado desde los 60 del siglo pasado, ha sobrevivido lozano a tantas formas como el audiovisual o el teatro de gesto y del espasmo colectivo".

Y para sellar estas palabras, la mejor autoría teatral fue para Borja Ortiz de Gondra por Los Gondra (una historia vasca). Un espectáculo que, según su creador, "nació de una herida muy profunda que las familias vascas arrastramos desde el XIX: la incapacidad de convivir con el diferente, el que habla otra lengua. Y ese dolor profundo lo convertimos aquí en un momento de teatro donde planteamos si seremos capaces de perdonar y mirarnos al fin a los ojos".

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