Matemáticas y rugby para empezar
Francisco Luque, primer Premio Nacional de Bachillerato, reconoce las complejidades de pasar del instituto a la universidad solo en una ciudad nueva. "No es fácil pero te hace madurar", afirma.
Francisco Luque es el estudiante que ha obtenido el mejor resultado en la última edición del Premio Nacional de Bachillerato. La gesta no es menor, aunque para él resulte solo una estación más en un camino que le llevó a cerrar el bachillerato, cursado en el instituto Tablero de Córdoba, con un 10 de nota media y a poner fin al primer cuatrimestre del grado en Informática y Matemáticas en la Universidad de Granada “por encima de notable y con una matrícula”.
Confiesa abiertamente que el paso del instituto a la universidad tiene sus complejidades, quizás por lo que ha implicado también de cambio vital: ha tenido que abandonar el domicilio familiar e instalarse en Granada. “El cambio es grande y al principio no es fácil. Pasas de un entorno protegido a una ciudad nueva, con profesores nuevos, materias nuevas, nuevas maneras de trabajar y de relacionarse”, subraya para matizar inmediatamente “pero me alegro mucho porque todo esto te hace madurar”.
Explica que el ritmo universitario es “muy diferente. En mi carrera hay muchas prácticas y se nota menos, pero como te despistes se te acumula la materia y te llevas un susto. Cuesta llevarlo todo al día”.
Uno de los elementos que ha tenido a favor para adaptarse a esta etapa son los amigos forjados en su etapa de educación secundaria con los que compartía el interés por las matemáticas y con parte de los cuales ha vuelto a coincidir en la universidad. Formó parte de Estalmat, proyecto de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales para promover las vocaciones científicas. A través de esta iniciativa se seleccionan cada año 25 estudiantes destacados en matemáticas y durante toda la ESO asisten periódicamente a clases en las universidades de Granada y Sevilla preparadas específicamente para ellos.
Enfilado el final del curso da muestras de adaptación plena a su nueva vida. “La actividad cultural aquí no para, siempre hay cosas que hacer”, subraya. Aunque el cambio de ciudad le ha obligado a abandonar el Cajasur de Balonmano, equipo con el que ha jugado durante ocho años, ahora ha encontrado nuevas ocupaciones con los equipos deportivos del colegio mayor en el que reside. De hecho a finales de mayo lucía ocho puntos en una ceja fruto de un cabezazo durante un partido de rugby, del que todavía se aprecian las últimas huellas en la fotografía superior. Además de toca la guitarra “desde hace años” y siempre encuentra “un rato para leer”. Solo lamenta tener que haber dejado un poco de lado el grupo de teatro con el que colaboraba en la residencia universitaria.
Puntualiza que su fórmula para compaginar sus múltiples intereses extra académicos y conseguir buenas notas es “la organización. Cuando me pongo delante del libro intento no distraerme ni un momento”.
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