Marvel+Whedon: la fórmula irresistible

Crítica 'Los Vengadores: La era de Ultrón'

Scarlett Johansson en la nueva entrega de 'Los Vengadores'.
Scarlett Johansson en la nueva entrega de 'Los Vengadores'.
Carlos Colón

03 de mayo 2015 - 05:00

Los Vengadores: La era de Ultrón. Ciencia-ficción, EEUU, 2015, 141 min. Dirección y guión: Joss Whedon (cómic: Stan Lee, Jack Kirby). Intérpretes: Robert Downey Jr., Chris Evans, Chris Hemsworth, Scarlett Johansson, Jeremy Renner, Mark Ruffalo, Alexis Denisof, James Spader, Aaron Johnson, Paul Bettany, Elizabeth Olsen, Thomas Kretschmann, Josh Brolin, Samuel L. Jackson, Hayley Atwell, Don Cheadle, Claudia Kim, Andy Serkis, Idris Elba, Anthony Mackie, Stan Leequin Phoenix, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Laura Dern.

Le bastan al polifacético y simpático Joss Whedon -guionista de cómic y de cine, director y productor cinematográfico, realizador y guionista televisivo, compositor- haber sido el guionista de Toy Story y el guionista y director de Serenity y Vengadores -entre otras películas y series de televisión- para suscitar confianza. Los Vengadores: La era de Ultrón no decepciona esta confianza. Muy al contrario: es una de las mejores películas de superhéroes -variante Marvel- de los últimos años. No vamos a recordar ahora el hartazgo de películas de superhéroes desde que el primer Batman -tras el éxito solitario del Superman de Richard Donner- y el progreso de las técnicas digitales han creado un público tan voraz como incansable que va a las salas de cine como si lo hiciera a un parque de atracciones que aturda, sorprenda y divierta.

Las industrias culturales muy evolucionadas tienen el poder de enriquecer lo simple con el talento que el dinero siempre puede comprar. Los Batman filmados por Nolan son la cumbre de esta estetización y magnificación trágica de lo en principio simple (porque, por muy fan que se sea de los cómics, no es razonable pedirles -como algunos hacen- más de lo que pueden dar). El muy inteligente Joss Whedon sigue esta senda -afortunadamente con menos pretensiones trágico-wagnerianas que Nolan- convirtiendo este nuevo tutti-frutti de superhéroes Marvel en una película visualmente atractiva, técnicamente deslumbrante, tan entretenida que su muy largo metraje pasa en un suspiro y no privada de inteligencia y de humor auto paródico.

El tema de la inteligencia artificial que se rebela contra su creador alcanzó, esta vez sí, una cima trágica y épica nunca después vuelta a alcanzar en 2001: una odisea del espacio de Kubrick. Pero no era un tebeo convertido en película, mientras que Los Vengadores: La era de Ultrón es una macedonia de superhéroes Marvel rodada al precio de muchos millones de dólares para dar aún muchos más millones ofreciendo un asombroso espectáculo en el que los rostros y las voces de los actores son casi la única presencia real en un mundo recreado digitalmente. Y filmado también digitalmente con efectos que sustituyen a los movimientos de cámara. No importa. Tampoco les importó a los espectadores de 1902 que el cohete clavándose en el ojo de la luna fuera un truco. Al revés, les encantó. Y más de un siglo después -especialmente en la era neo-Méliès que vive el cine comercial- les sigue encantando.

Si, además, a la fascinación de los personajes (muy bien desarrollados en esta nueva aparición conjunta) y al asombro del espectáculo se le suma la inteligencia de Whedon convocando nuevos y extraordinarios personajes, escribiendo un guión modélico (dentro de sus laberintos) y rodando con una seguridad apabullante sin renunciar al cuidado del detalle humorístico o dramático (hasta donde un superhéroe lo permita), el resultado es una tan perfecta fusión de estrategia comercial y talento cinematográfico (el genio es otra cosa) que no cabe más que dejarse arrastrar. No sin agarrarse durante el vertiginoso viaje a momentos de gran talento como el dialogo entre los dos sistemas de inteligencia artificial cuando aparece Ultrón, la personificación de esta perversa (y chistosa) forma de inteligencia o la visualización de la elevación de la ciudad en el combate final. Aunque se atisba también el peligro de que el exceso lo derive todo hacia el cacharreo Transformers o incluso la trivialización de tragedias reales (el final de la lucha -demasiado larga- entre Hulk e Iron Man recuerda demasiado a las imágenes del 11-M) que tal vez tengan algo que ver con este orto de los superhéroes. Quede esto último para los psicoanalistas. Y no se pierdan los títulos de crédito finales a lo estatua colosal del realismo socialista.

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