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Londres/Hay edades en las que el rostro que le brinda el espejo a alguien es impreciso, pero también hay un tiempo en el que la identidad se alza como una conquista y esa persona se mira y se reconoce en el reflejo. María Pagés posee la madurez suficiente para comprender, en una sociedad que defiende una belleza impostada, que el mayor atractivo radica en la autenticidad. Lo proclama estos días en el Sadler's Wells de Londres, donde representa desde el jueves hasta hoy, su Yo, Carmen. "Ser mujer es vivir, vivir de verdad", exclama la bailaora tras un delicioso tanguillo en el que ha reivindicado su "barriguita" y sus patas de gallo "de tanto reír... y de tanto llorar". A esa verdad no sólo se llega dando la espalda a las consignas estéticas que imponen las revistas y las televisiones, también -porque no se trata de una verdad superficial- adentrándose en los libros y apostando por esa formación que durante tantos siglos le fue negada a la mujer. El público que asiste al Flamenco Festival londinense, al que Pagés tiene la deferencia de traducir algunas ideas de su espectáculo al inglés, va comprendiendo con alivio el propósito de la coreógrafa: no incidir en ese anticuado mito de Carmen que moldearon desde la literatura y la música Mérimée y Bizet, sino trasladar a la escena una realidad cercana y emocionante, la de una mujer que se libera de las herencias del pasado y los prejuicios de hoy y puede ser al fin ella misma.
Pagés, que participó hace ya años en la Carmen de Antonio Gades, considera que en la narración original "la mujer no tiene la voz, Carmen no es la protagonista y es Don José quien cuenta su historia. Se crea el personaje desde una visión totalmente masculina", apunta la intérprete sevillana, que se planteó junto al escritor El Arbi El Harti, encargado de la dramaturgia, que "en Yo, Carmen ese yo tenía que ser colectivo. Queríamos definir a la mujer a partir de ella, de cómo es, cómo piensa, cuáles son sus deseos, sus fortalezas, sus fragilidades... Lo que realmente es, no lo que se ha inventado de ella".
Estrenada en 2014 en Valladolid, Yo, Carmen ofrece pese a su ya largo recorrido una reflexión que se antoja particularmente oportuna ahora, en un momento en el que se reclama una igualdad de derechos entre hombres y mujeres que pese al progreso ha sido esquiva. Pagés ve relevante que haya trabajado la obra junto a El Harti, su marido. "Es importante que en este proyecto estemos embarcados los dos, porque una sociedad equilibrada no es sólo una cuestión por la que tengan que luchar sólo las mujeres. Es un problema en el que tenemos que implicarnos juntos", argumenta.
La maternidad, el refugio que supone la cultura, el lastre que aún hoy representan las tareas domésticas, el miedo o el amor son algunos de los asuntos en los que se detiene una propuesta que presta especial atención a la palabra. "Durante siglos se le negó a la mujer el derecho a aprender a leer y a escribir", comenta Pagés, "y quisimos que en este espectáculo estuvieran presentes autoras que sí han podido expresar sus anhelos y deseos", explica sobre una selección que incluye textos de María Zambrano, Marguerite Yourcenar, Margaret Atwood, Widdad Benmoussa o Akiko Yosano.
La bailaora afirma que todas sus producciones "están encadenadas, hay detalles que ligan una a otra", y un poema de otra figura femenina, Sor Juana Inés de la Cruz, inspiró Óyeme con los ojos, en la que Pagés se marcaba el "reto" de interpretar un solo y calibrar "en qué punto estoy, dónde llego. Cuando una es joven parece que el tiempo es infinito, pero cuando creces empiezas a verle sus límites". Por ahora, sus energías no muestran signos de fatiga: la sevillana estará en abril en Madrid, en los Teatros del Canal, con Una oda al tiempo, un espectáculo que sus responsables definen como un "diálogo con la memoria", una sucesión de escenas que indagan en diferentes palos del flamenco y en las que de nuevo aflora la palabra, esta vez de Whitman, Baudelaire o Antonio Machado, entre otros.
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