Margarita García Robayo: "Milei es la consecuencia de quienes no se han sentido atendidos por el Estado"

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La autora colombiana acaba de publicar dos libros, 'Alegría' (Páginas de Espuma) y 'El afuera' (Anagrama), donde se abordan temas como la violencia política o la desigualdad en Latinoamérica

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La escritora colombiana Margarita García Robayo / Alejandra López

Margarita García Robayo (Cartagena de Indias, 1980) acaba de publicar dos libros, un relato ilustrado y un ensayo, cuyos títulos son Alegría y El afuera, respectivamente. En ambos, ya sea a través de la ficción o el análisis, la autora trata problemas endémicos de su Colombia natal: las desigualdades, la violencia política, el desamparo de los vulnerables. García Robayo procura dar voz a aquellos que no la tienen, para que ocupen un espacio público en el que son ignorados –una vez más la literatura tomando el papel que deberían tener las instituciones-. Conversamos con la escritora colombiana acerca de estas lacras sociales, y de sus consecuencias, como el ascenso de Javier Milei en Argentina –país en el que García Robayo reside hoy día-.

-En los dos libros que acaba de publicar, relato y ensayo, trata el clasismo, o las estructuras sociales, jerarquizadas, de Latinoamérica. ¿Es este uno de los principales problemas en países como Colombia, Perú o Argentina?

-Sin duda lo es. En cuanto a mis libros, en todos converge este tema. Parte de mi propuesta literaria es intentar poner en escena estas preocupaciones. La desigualdad es una de las características que nos definen en Latinoamérica. Son sociedades construidas desde la inequidad.

-En El afuera cuenta que Cartagena se divide en estratos, que son los barrios de aquí. Sostiene que, en Colombia, nacer en un determinado lugar te marca de por vida.

-En Colombia siento que sí, aunque llevo viviendo veinte años fuera. Allí las condiciones de vida son muy difíciles. No hay una buena educación pública y es difícil acceder a esas ventajas que te permiten evolucionar en la escala social. Colombia es un país hermoso según quién seas, y horrible según quién seas. Esta característica de la inequidad está muy asentada en la sociedad colombiana. Un ejemplo podría ser la conformación política del país. La capital, Bogotá, está en el centro, muy en el centro del país, y por muchas vías es inaccesible si no tienes dinero para llegar.

-En Alegría, esa desigualdad que hablamos queda representada en Ana y Yoli. Dos personajes antagónicos que sin embargo se necesitan en un momento del relato. ¿Nos quiere usted decir algo ahí?

-Con esta historia quise contar una situación muy común en Colombia, que antes apuntaba: la brecha social insalvable. Este cuento retrataba esa injusticia.

-Tanto Ana como Yoli quieren huir del entorno en el que se criaron. Quizá porque al final todos deseamos ser otro, pensando que la felicidad siempre está en un lugar que no es el que habitamos.

-Siempre se piensa eso. Estos dos personajes tienen su destino trazado, pero también hay elecciones posibles dentro del marco de su estructura, de la vida que les tocó. Lo paradójico es que Ana, la que más posibilidades tiene, termina abrazando un destino mucho más plano. Yoli, que crece en un entorno con menos oportunidades, muestra un grado de insatisfacción mayor, y se escapa así del sistema. Se mete en la selva, un eufemismo hermoso en Colombia que significa hacerse guerrillero.

"Colombia es un país hermoso según quién seas, y horrible según quién seas"

-Así es. Otro asunto de Alegría es la violencia, la guerrilla. ¿Un mal endémico en Colombia?

-Sí. Y siempre será un mal endémico. Incluso después del proceso de paz. El problema no ha desaparecido. La violencia es algo con lo que convivimos. Es un país con violencia política y con violencia social. El hecho de que la sociedad esté tan estratificada ya es algo violento. Es muy difícil asumir que tienes que vivir la vida que te tocó, sí o sí; salvo que hagas algo que te haga escapar de tu sistema, como marcharse, emigrar, huir.

-Volviendo ahora a su ensayo, donde investiga cómo se perpetúa la lacra de la desigualdad. En él escribe que este tema fue una idea que maduró en la pandemia. ¿Por qué en ese tiempo?

-En realidad ese libro son notas que he tomado durante mucho tiempo. Todo coincidió con el plazo en el que fui mamá. Me convertí en una tomadora de nota compulsiva. La transcripción de estas notas, o cosas que pensaba, empezó a tener más sentido en la pandemia. Lo que yo venía detectando durante años es una tendencia de la clase media latinoamericana –y no solo latinoamericana- de construirse hacia dentro, como pequeños mundos privados. Dando de este modo la espalda al espacio público. Esto me parecía un síntoma que se acrecentaba en Buenos Aires, en Lima, en Bogotá, en Santiago… La clase media acomodada tiene como miedo de transitar en las afueras –porque hay inseguridad, porque no es un lugar cómodo-. Esta idea, como digo, tomó fuerza en la pandemia. Ahí lo vi claro por razones obvias: lo público se convirtió en el enemigo y empezamos a vivir en nuestras burbujas. Aquello fue una especie de profecía autocumplida.

-¿De su ensayo concluimos que la clase media, al querer preservar su estatus y vivir en su burbuja, es una causa de desigualdades?

-Absolutamente. Me da mucha emoción que hagas esa lectura. Aun cuando yo pertenezco a esa clase, soy profundamente crítica con ella. Esta conducta de la clase media por protegerse entre ellos deteriora el espacio público. Genera un nivel de individualismo mezquino. Cuando uno sale a la calle –México, Buenos Aires, Bogotá- te doy cuenta de cómo se blindan los autos para no ver más allá, por ejemplo. La gente ha naturalizado la idea de que tú tienes que estar bien en tu casa, en tu carro, en tu trabajo, y da igual que el mundo se esté cayendo a pedazos. Quizá también sea un mecanismo de defensa: hemos visto tanto, para mal, que al final aceptamos que la vida es así, y la manera que tenemos de llevar nuestros problemas es ocultarnos, ignorarlos, imaginar que no están ahí.

"Me parece un error y un disparate renunciar a la única función del Estado: dar mejor vida sus ciudadanos"

-¿Qué otra institución social, además de la familia o el entorno familiar, es origen de desigualdades?

-Es difícil saberlo. Lo que creo es que el origen de las desigualdades está en los estados que se preocupan poco de sus habitantes. O bien al revés: en los ciudadanos que son poco conscientes del papel social de los estados. Ahora en Argentina está triunfando el discurso liberal, con un presidente desequilibrado, que asegura que el estado que hemos ido construyendo a lo largo de las décadas es tan grande que no se puede sostener, como un lujo que no podemos permitírnoslo. Me parece un error y un disparate renunciar a la única función del Estado: dar mejor vida sus ciudadanos.

-¿Cómo se explica el triunfo de Milei en Argentina?

-Es sorprendente que, en un país como Argentina, con una tradición de votantes de opinión construida, se vote a un hombre de conductas extremas. Desde mi punto de vista, con los veinte años que llevo allí, el votante de Milei es gente joven, gente que vota por primera vez. Pero el verdadero éxito quizá se explique por la pandemia, donde muchos argentinos se sintieron frustrados con lo estatal, con la idea de la política. Milei es el resultado de una frustración crónica de Argentina, vivida desde hace años. No es tan simple como que Milei salió un día en televisión y con su carisma se ganó al público. Milei es la consecuencia de quienes no se han sentido atendidos por el Estado. Gente que quiere cosas muy básicas y no las tiene. Gente que no vio otra alternativa posible ante tal situación de abandono de los gobiernos.

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