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“Escribir me dio la fórmula para hablar con mis muertos”

'Un mar violeta oscuro'

Ayanta Barilli novela la historia de las mujeres de su familia en 'Un mar violeta oscuro', con la que la autora quedó finalista del Premio Planeta

Ayanta Barilli, en una visita reciente a Andalucía. / Belén Vargas

"Las mujeres de entonces tenían una única oportunidad. O ganaban o perdían", escribe Ayanta Barilli (Roma, 1969) en Un mar violeta oscuro, el libro con el que quedó finalista del Premio Planeta y en el que reconstruye la historia de su familia y recrea las vidas de tres mujeres "avanzadas a su tiempo que sufrieron muchísimo por tener otros intereses, por el hecho de que la sociedad les imponía unos valores que no eran los suyos".

Así, Barilli firma una obra "absolutamente autobiográfica" en la que un personaje que comparte nombre con la autora, Ayanta, "se adentra en un bosque como Alicia lo hacía en el país de las maravillas" y trenza una narración con los relatos que han llegado hasta ella. "Todas las partes en las que yo aún no vivía, especialmente las del personaje de Elvira, han sido reconstruidas.

Pero Un mar violeta oscuro engaña, es como un cadáver exquisito, un proyecto complejo", opina la escritora. "Hay un juego entre la verdad y la mentira, yo misma no sé distinguir a veces dónde está lo real y dónde lo ficticio. Cuando haces un texto así dependes de lo que te cuentan, de lo que tú decides asumir como cierto... Al final, llegué a la conclusión de que contaba la historia de mi familia que me resultaba tolerable", explica sobre una novela en la que se ha dado, dice, "el lujo de fabular".

"Quería sacar del silencio la voz de nuestros mayores. Hoy se les ningunea, se les trata de forma condescendiente", lamenta

Como ocurría en la rama italiana de su familia -la parte materna, en la que se centra la novela-, un clan donde abundaban los pintores, los músicos, los escritores y los actores y en el que se recurría a menudo a la imaginación para construir "castillos de naipes cada vez más altos, cada vez más frágiles" y escapar así del carácter anodino de la existencia. La protagonista se sirve también de la fantasía para hacer que todo vuelva "a ser hermoso" en su entorno: así, por ejemplo, llega a creer que las mujeres de su casa, que han perdido un pecho por culpa del cáncer de mama, son descendientes de las míticas amazonas. "Me han criado personas que estaban todo el tiempo reinventando la realidad para que ésta fuera más amable, más interesante, y de un modo inconsciente asumí esa manera de actuar. Ante el cáncer yo fantaseaba con otra historia. Si no llamabas a las cosas por su nombre, sentías que los problemas se resolvían momentáneamente".

Ayanta Barilli. / Belén Vargas

De esas mujeres heredó Barilli una suerte de maldición: todas se habían enamorado de "demonios" junto a los que fueron infelices, un infortunio que la escritora pensó que también le perseguiría a ella. "Estaba convencida de que no tardaría en dejarme. Todo me parecía demasiado bonito para ser verdad", expresa la protagonista cuando se enamora de quien acabaría siendo una pareja duradera. "Estos patrones que se repiten en el ámbito familiar son muy dañinos, porque acaban siendo como profecías que se cumplen, y que tú misma tomas como un destino", asegura la novelista.

"Cuento el pasado de mi familia, pero a veces no distingo lo que es real y lo ficticio", dice la autora

Barilli, a quien su padre, Fernando Sánchez Dragó, advirtió que un escritor debe meterse en todos los lodos "pero siempre con un impermeable puesto", vivió momentos de "zozobra" cuando se enfrentaba a la novela, pero finalmente percibe Un mar violeta oscuro como una experiencia "terapéutica. Yo tenía la necesidad de hablar con mis muertas. Cuando pierdes a tu madre siendo niña, éste es un hecho totalmente incomprensible: las madres no se mueren, por definición. Me llevé años esperando que volviera", confiesa la también periodista, para quien el libro es "la fórmula por la que me he podido tomar un largo café con ella y con las otras mujeres de la familia que ya no están".

La autora, que ya no incluye en su currículum su etapa como actriz -"hace veinte años que lo dejé, pero no reniego: haber estudiado arte dramático me enseñó a desarrollar personajes"-, quería "sacar del silencio las voces de nuestros mayores" con esta narración. "Hoy, con la forma en que vivimos, se les ningunea, se les trata de forma condescendiente, pero a mí siempre me ha interesado más el relato de lo que me contaban que lo que yo estaba viviendo".

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