"España es ahora un país estancado y de gestos agrios, falta cordialidad"
Manuel Vilas | Escritor
El finalista del Premio Planeta con 'Alegría' regresa a las relaciones familiares como en su anterior 'Ordesa' pero ahora enfoca a un padre que trata de recuperar el afecto de sus hijos
Manuel Vilas es el finalista del Premio Planeta 2019 con Alegría, una novela que por momentos parece el reverso luminoso o la cara B de Ordesa, la obra que dedicó a la muerte de sus padres y con la que este poeta intenso y minoritario irrumpió en la lista de más vendidos catapultado como un nuevo clásico de la narrativa contemporánea española. Convertido ahora en pareja literaria de Javier Cercas -ganador con Terra Alta- en la gira del Premio Planeta, Vilas ofrece su perfil más amable y optimista tras haber regresado de los avernos del alcohol y la soledad que exploró en su referencial Ordesa. En su nuevo libro seguimos por hoteles y aeropuertos a un escritor que, como ha sido su caso, viaja por el mundo para presentar su novela más exitosa o le oímos reflexionar con agudeza sobre su vida y sus ancestros desde los Estados Unidos, donde vive e imparte clases su segunda esposa.
-¿Qué es Alegría y qué no es con respecto a su predecesora?
-Es una novela independiente; el lector de Alegría no necesita haber leído antes Ordesa pero si se da una vuelta por ella verá temas concurrentes como los lazos familiares. Ordesa era un libro de duelo, donde un hijo lamentaba la muerte del padre y la madre, y ahora en Alegría ese dolor ha sanado y se aborda más la relación de un padre con sus hijos. Son novelas biológicas que tratan de la única verdad que he encontrado: ser padre, ser hijo. La maternidad y la paternidad para mí no están diferenciadas, tienen la misma importancia. Pero en la literatura ha primado la figura del padre, la madre como relato literario no ha sido tan frecuente hasta ahora.
-El narrador de Alegría celebra cada poro de la vida y afirma que "el éxito es eso: que te espere alguien en algún sitio".
-La alegría es un sentimiento instintivo, atávico, animal. El mayor éxito del universo es estar vivo: la autonomía física, el control de tu cuerpo y de tus órganos, el recibir la luz del sol... Y recordarlo hoy no me parecía que estuviera de más. Yo ya he cruzado los 50 y me di de bruces con el sentimiento de la alegría, como muchos seres humanos, desde Beethoven a José Hierro. Tener salud, respirar, mirar el sol, el agua, la lluvia, son milagros.
-Sin embargo, en Alegría está muy presente el tema de la depresión a la que, como al resto de personajes de la novela, bautiza con el nombre de un compositor, en este caso Arnold (por Schönberg).
-Arnold es el equivalente del diagnóstico psiquiátrico de la depresión pero para mí la depresión es más. El deprimido, como antes el melancólico, es un clarividente que ve el vacío del mundo y se solidariza con él. Hay una guerra en esta novela entre la alegría y el vacío. Cuando un ser humano se levanta y decide vivir, lo que hace es construir un significado para luchar contra la nada. El mundo laboral es la construcción de un significado y por eso el paro es tan doloroso. Quedarte sin trabajo va de la mano del abatimiento y el vacío. El narrador de Alegría tiene todo el rato ideas suicidas pero finalmente decide no ceder a la tentación porque sabe que su padre nunca lo haría. Y en ese momento el narrador crea a la manera de Kafka una religión personal, la más humilde del mundo, una religión de sólo tres personas: dos dioses (padre y madre) y un único feligrés, el hijo que cree en ellos. Pero en Alegría hay además una reclamación constante de que la belleza venga a la vida de la gente porque la belleza crea sentido. Contemplar la belleza de tus hijos, repasar tu memoria de la infancia, escuchar una ópera, todo lo que sea belleza ayuda a vivir. Este libro te dice: pon amor en tu vida, intenta no deprimirte, encuentra la alegría donde sea, piensa en la gente que te quiere, no hay más.
-La escritora francesa Annie Ernaux reconocía al recoger el Premio Formentor que ha puesto su vida como prenda de su literatura. Su narrativa también explora la veta autobiográfica.
-Soy muy admirador de Ernaux, la he leído mucho y Los años me fascina, en ese libro trata de averiguar el gran misterio de los seres humanos, cómo y cuándo cambiamos. Los dos usamos la autobiografía, que en España se está descubriendo ahora porque el franquismo y la religión católica no ayudaron al desarrollo de ese tipo de relatos, lo que no pasó en Francia y el ejemplo recurrente es Marcel Proust. El relato de base autobiográfica busca crear una verdad novelesca desde otro ángulo, no es que uno piense que su vida es importante y por eso la cuenta. Tu pones la cámara en un sitio y el narrador realista la pone en otro lado.
-Una de las obsesiones de su protagonista es la indefensión que sufre el menor de sus hijos como repartidor de Glovo.
-Es un tema que he hablado con muchos padres y todos sienten solidaridad cuando sus hijos realizan trabajos físicos de ese tipo; todos compartimos la ternura y el deseo de llevarles la bicicleta un rato, ayudarles con esa carrera que hacen por cinco euros... Es miseria, qué mundo de mierda están heredando...
-En su novela hay muchas reflexiones sobre la materia, las creaciones humanas y hasta sobre la industria del automóvil, que según su narrador es más visionaria que la literatura o el arte para abordar el cambio social.
-Me interesa mucho la industria del automóvil y me llama la atención la fe de la gente en los coches eléctricos, esa nueva religión que tiene que ver con la mala conciencia ecológica europea pues en EEUU nadie se lo plantea porque allí son productores y el petróleo es más barato. En el románico hacíamos catedrales y ahora creamos Ikeas y rascacielos, los seres humanos somos sobre todo constructores de cosas. Por eso cuando en Alegría el narrador se encuentra con Felipe González se pregunta cómo puede funcionar España si los presidentes aquí no crean nada, no construyen. Los bomberos apagan incendios, los periodistas toman nota, los periodistas escriben, y por eso funciona España.
-Su narrador viaja constantemente, a veces solo presentando sus libros, a veces con sus hijos o con Mo (por Mozart), su segunda esposa, que trabaja como profesora en Estados Unidos pero también imparte seminarios en lugares como Zurich. ¿Qué ideas le permite explorar esta estructura de road movie?
-Me interesa la idea de suspensión de la identidad que se produce en cada viaje al entrar en un hotel. Cualquier señor o señora que aparece a 4.000 kilómetros de donde vive puede ser otro, puede inventarse otra identidad, como nos mostró la película Up in the air interpretada por George Clooney. El viaje trastorna, abre la posibilidad de una alternativa identitaria.
-¿Cómo es la España que ve Vilas cuando viaja con Cercas en la gira del Premio Planeta?
-Con Javier Cercas hablamos muchísimo de todo, no sólo de literatura o de política, y también nos reímos. Yo veo España en este momento como un mundo muy estancado. EEUU tiene al loco de Trump y no es modelo de nada pero hay una energía positiva, esa voluntad de hacer cosas que tiene que ver con la alegría. En EEUU el sentimiento de alegría es muy importante y por eso les gusta tanto celebrar la Navidad y llenarlo todo de luces y bombillas. Alegría del corazón, eso es para ellos la Navidad. España en cambio ha perdido el sentimiento de la cordialidad, que es tener una buena relación con el vecino aunque sus planteamientos sean distintos a los tuyos. Este es ahora un país de gestos agrios, aquí no hay adversarios sino enemigos declarados. La Transición decretó un espacio de confrontación cordial entre proyectos tan alejados como los que representaban Carrillo y Fraga pero había ese afán de mantener el afecto y la franqueza pensando diferente. Y eso es importante porque si la gente ve la cordialidad en el escenario político la replica en el espacio social. En la Transición todo el mundo tenía la idea de sacar el país adelante. Esa idea de progreso y de mejorar el país, de que la vida vaya mejor para todos debería ser común a los adversarios políticos pero se ha perdido.
-Es un planteamiento que su paisano Goya hubiera suscrito pero le hubieran tachado, como sucedió, de afrancesado.
-Los afrancesados querían el progreso de España y ahora hay dos palabras ausentes de la política española: modernidad y progreso. Asistimos a un debate político muy agrio donde esas ideas no están presentes, sólo hay insultos, hay una pérdida de la cordialidad en resumidas cuentas.
-José Hierro escribió tras salir de la cárcel, donde ingresó por ayudar a su propio padre preso, un poemario llamado Alegría con el que ganó el Adonais y que usted ha leído con provecho (Llegué por el dolor a la alegría/ supe por el dolor que el alma existe...). ¿Hasta qué punto el ejemplo personal y literario de Hierro está en la génesis de su novela?
-Me pareció inquietante que un hombre después de salir de la cárcel, donde ingresó no tanto por cuestiones políticas como por ayudar a su padre que estaba preso, en vez de tener un resentimiento justificado escribiera un libro llamado Alegría con una orientación distinta. Hierro no salió odiando, eligió la alegría que es creadora, eligió la creación. En la sociedad de hoy se eligen el odio y los sentimientos negativos.
-¿No tiene ello que ver con el auge de la ultraderecha?
-No. La ultraderecha estaba en las catacumbas, era arqueología y ha surgido por el nacionalismo catalán. Uno espera que ante el nacionalismo aparezcan intelectuales e ilustrados que mediten y razonen pero no, ha salido Vox, que es una contestación nacionalista a otro nacionalismo. Porque no creo que la inmigración sea el problema. La gente de este país puede tener algún miedo pero no es racista, racismo he visto yo en muchos otros sitios. Por eso creo que el auge de Vox está relacionado con el nacionalismo catalán.
-¿Volverá pronto a la poesía?
-Ojalá pero nunca se sabe. Ahora estoy muy atento a un sentimiento que es nuevo para mí: la angustia política. Cada vez hay más gente que no sabe qué opinar porque ya no sabe cómo valorar lo que está viviendo, no sabe qué decir. Lo que pasa en España no es privativo de este país. En Francia convocan una huelga general, en Italia tienen la liga Norte, en Inglaterra el Brexit, en Rusia a Putin... Hay una inestabilidad y un ataque a la democracia desde sitios insospechados, desde el interior de la propia democracia, como vemos con el secesionismo catalán, el Estado atacándose a sí mismo.
-Veo que insiste en hablar de política.
-Porque los tres millones de votos de Vox son votos prestados, no son de ellos, y cuando vuelvan a donde tengan que volver se quedarán sorprendidos. Son votos de gente cabreada en su mayoría, 2.900.000 españoles que han recalado ahí porque están frustrados, cabreados, iracundos, furiosos. Los partidos demócratas tradicionales deberían reflexionar sobre qué han hecho ellos para generar 2.900.000 desafectos pero lo que están haciendo es lo contrario, criminalizar el voto de Vox. Y si lo criminalizas, insistirá en ese voto. Como mucho Vox tiene 100.000 votos, no hay 2.900.000 fascistas en España. Hay que desarticular a la extrema derecha desde la inteligencia y descabrearla para que vuelva a la racionalidad porque si la criminalizas, la haces más fuerte.
-¿Y cuál es su interpretación de la debacle de Ciudadanos?
-Con Ciudadanos pasó algo que es de comedia de Berlanga. En abril los votantes del PP estaban cabreados con su partido por la corrupción y muchos votantes se decantaron por Ciudadanos porque estos no habían robado ni nada de nada. Pero en noviembre se olvidaron y volvieron a votar lo que votaban antes de abril. Hay un componente de comedia en todo esto que escapa a los analistas porque ellos sobrevaloran mucho el voto. Y el voto va por laberintos muy raros, cada vez más hay un voto irracional, se vota con las tripas y no con la cabeza. Ahora las encuestas se han acercado más pero cuando ganó Donald Trump hubo una hecatombe mundial porque nadie pensaba que iba a salir, todas las encuestas daban por ganadora a Hillary Clinton pero cuando salieron los resultados se constató, y yo estaba viviendo en Estados Unidos en ese momento, que cuando vas a votar a un tío como Trump nunca lo dices. Ahora con Vox sí han acertado las encuestas pero el voto nihilista, el del acabóse, no se dice. Con independencia de tu ideología en España han pasado muchas cosas inquietantes. Todos los proyectos son dignos de ser contemplados pero había muchas cosas lesivas para la convivencia y los primeros que las han padecido son los propios catalanes. Pienso mucho en por qué una sociedad próspera, como la catalana o la británica en el caso del Brexit, elige de repente una especie de harakiri donde la mitad del cuerpo va por un lado y la mitad por otro cuando se trataba de un tema de detalle político pues no dependía de ello la supervivencia de la especie ni tu plato de comida. Pero el origen de todo lo que está pasando está en 2008 y la crisis económica: había un modelo de crecimiento económico y de prosperidad para las clases medias que estalló y esto generó una crisis política en cada país. Cataluña no acepta en 2008 que la crisis es global, piensa que la culpa es del Estado español y genera un cuestionamiento de su estatuto político porque prefiere culpar a Madrid al igual que en el Reino Unido piensan que la culpa de que vivan peor es de Bruselas y los de Trump consideran que los trabajadores blancos viven peor por culpa de los inmigrantes. Pero la realidad es: tengo menos dinero en la cartera y si eso es así alguien tiene que tener la culpa. El ejercicio intelectual de decir que se ha roto un sistema económico de producción, que el modelo en que nos basábamos se ha venido abajo no lo ha hecho nadie. Para eso hay que tener políticos que lean libros pero los políticos son los primeros que se apuntan al populismo y prefieren buscar culpables, chivos expiatorios.
-¿Qué supone quedar finalista del Planeta para un autor que fue minoritario y de culto?
-Si la literatura es algo es comunicación, con Ordesa experimenté la importancia de tener alguien al otro lado y el Planeta supone miles y miles de lectores. No hay autor que diga no a eso y si el Premio Planeta decide premiar novelas literarias los escritores tienen que estar ahí. Trabajamos para la literatura y para la conversión de la literatura en algo útil. La gente le ha ido dando la espalda a la literatura pero Cervantes, Galdós, Dickens o Flaubert eran autores populares a los que leía todo el mundo. La literatura tiene que intentar volver a ser leída y estar con la gente y el Planeta garantiza eso.
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