Mahleriana de estío
El creciente interés por la música de Mahler está llevando a muchas orquestas y directores nuevos a sus pentagramas
Orquesta Sinfónica de Bamberg. Jonathan Nott. Tudor (Diverdi)
Pasados dos años consecutivos de efemérides a cuenta de sus fechas vitales, la figura de Gustav Mahler (1860-1911) se asienta como una de las más populares entre los aficionados a la música sinfónica. Aunque su carácter monumental determina que buena parte de estas obras no sean adecuadas para todas las orquestas españolas, la proliferación de publicaciones bibliográficas y discográficas de estos años ha acercado el arte del compositor austriaco al melómano español medio.
Uno de los más significativos efectos provocados por la creciente difusión de la música de Mahler y el aprecio que los aficionados parecen sentir por ella tiene que ver con la multiplicación del número de orquestas y de directores que se consideran capacitados para acercarse a sus pentagramas, lo que tiene también su reflejo en el mundo del disco. Las grandes orquestas y los más célebres maestros siguen produciendo grabaciones mahlerianas con regularidad (y ahí están, por ejemplo, las series de la Orquesta del Concertegbouw con Jansons y la de San Francisco con Tilson Thomas), pero a su lado empiezan a destacar proyectos de conjuntos y directores menos conocidos.
Muy interesante es el registro de la 9ª Sinfonía que un conjunto modesto pero histórico publica en el sello Pan Classics. Se trata de la Badische Staaskapelle de Karslruhe, que grabó la obra en directo en julio de 2011, dentro de los actos conmemorativos de su 350º aniversario. Nada menos que tres siglos y medio de una orquesta que ahora está regida por la batuta del británico Justin Brown (Londres, 1964), quien hace aquí un Mahler intenso y nervioso, incluso urgente, un rasgo que alcanza su paroxismo en el frenético final del tercer movimiento para desintegrarse en un final de un lirismo apaciguante, bastante diferente al que consigue el polémico director ruso Mark Gorenstein (Odesa, 1946) al frente de otro conjunto histórico, pero que ha pasado por peripecias muy diversas, la Orquesta Académica Estatal de la Federación Rusa, que rigiera durante años el mítico Svetlanov. Su registro, realizado en 2010 y publicado hace poco por el sello MDG, ofrece la cara más trágica de Mahler: el tempo es siempre muy lento (95 minutos le dura la obra, 15 más que a Brown), los contrastes llegan a lo agresivo, y la serenidad del final aparece atravesada por sombras inquietantes. El conjunto ruso muestra un sonido más afilado, hiriente, también más nítido, que el alemán.
Una de las sorpresas mahlerianas de los últimos años es la del director inglés Jonathan Nott (Solihull, 1962), quien al frente de la Sinfónica de Bamberg está ofreciendo en el sello suizo Tudor una integral que llega a su séptima etapa justo con la 7ª (y a falta, que yo sepa, de 6ª, 8ª, 10ª y Canción de la Tierra). El registro confirma, aun a despecho de cierta falta de poesía y misterio en las dos Nachtmusik, la solidez del proyecto: hay en el Mahler de Nott elegancia, contraste, variedad expresiva y un equilibrio extraordinario entre las grandes líneas y los detalles. La respuesta del conjunto de Bamberg es en todo caso brillante.
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