Borgo | Crítica
Una mujer en Córcega
La reina del pop cumple 60 años
"¿De qué se habla cuando se habla de Madonna?", se pregunta el guitarrista y compositor Igor Paskual, intrigado por la paradoja de una artista que ha logrado mantenerse en la cima durante más de tres décadas, que en su carrera ha sabido tomar el pulso de su tiempo e incluso adelantarse a él, que ha dado forma a canciones tan memorables como Like a Virgin, Into The Groove, Vogue o Ray of Light pero que, sin embargo, a menudo, sigue siendo considerada, simplemente, como una astuta empresaria que supo medrar a golpe de polémicas y a la que cierto sector de la crítica y de sus compañeros de gremio le niegan el respeto que merecería. "Sin duda", prosigue Paskual, sobre los temas con los que suele asociarse a la cantante de Michigan, con ella "aparecen las palabras escándalo, videoclip, espectáculo, imagen, trabajo, negocio, baile, sexo, provocación y transformación. Incluso moda, tendencia, ambición, inteligencia y éxito, pero muy pocas veces se habla de lo más importante: sus discos. Se habla muy poco de la música de Madonna, cuando ha sido la autora de algunos de los mejores álbumes de la historia de la música popular".
De su figura poliédrica, sus desdoblamientos y reinvenciones, su influencia en la cultura popular, su condición de icono en el movimiento feminista y en el colectivo LGTB habla, entre otros temas, Bitch She's Madonna. La reina del pop en la cultura contemporánea, Bitch She's Madonna. La reina del pop en la cultura contemporánea,un libro que publica el sello Dos Bigotes y que reivindica, a través de ensayos de diferentes autores, que "analizar a Madonna es profundizar en la evolución de muchos de los aspectos más relevantes de la sociedad de las últimas décadas". Quienes juzgaban a la diva, sostiene Eduardo Viñuela, encargado de la edición y doctor en Musicología, de ser "un pastiche vacío de contenido" o apenas "un producto comercial" erraban en su juicio: este estudio ahonda en la variedad de lecturas que depara una intérprete y productora que lidió su propia batalla en un mundo regido por hombres y abanderó la lucha por el empoderamiento de la mujer, que también desafió las normas al perpetuarse en un género hasta entonces tan efímero como el pop, "denostado por comercial, sencillo, adolescente", que gracias al audiovisual -sus videoclips, su difusión en el canal MTV, sus espectaculares giras- se alzó como "paradigma de los postulados de la modernidad, creando un personaje ambiguo (a veces contradictorio) con recursos como la ironía, la parodia, la nostalgia y la cita", armas de una creadora que igualmente se adentró, con proyectos osados como el libro Sex o el disco Erotica, en el complejo y apasionante territorio de la sexualidad humana.
En el capítulo What It Feels Like For a Girl: Madonna y las otras mujeres, Mar Álvarez y Laura Viñuela exponen cómo la ambición rubia -que este jueves cumple los 60 años- rompió los moldes al proponer "de una manera lúdica, con alegría", rehuyendo de figuras paternales que eran hasta ese momento "habituales en las carreras de las mujeres músicas", un modelo femenino libre y provisto de múltiples caras, una actitud desprejuiciada e indómita que representaba un "reto al patriarcado. ¿Por qué? Porque no se está quieta en ningún rol, porque hace lo que quiere y como quiere, algo que constituye una rareza en una mujer. (…) De virgen a puta, de princesita a macarra, Madonna menea los extremos de los arquetipos femeninos y, entre que va y viene, genera todo un espectro que, antes de su paso, no existía". Las autoras del ensayo recuerdan cómo la irrupción de la cantante animó a las jóvenes a ser ellas mismas, lejos del patrón de sometimiento y dependencia que les venía heredado. "A principios de los 80 no todas las mujeres de Estados Unidos o Europa tenían acceso a las nuevas libertades que traían las movilizaciones feministas, pero sí que existía un burbujeo que anunciaba que se avecinaban nuevos tiempos. Una vez más, Madonna ejerce aquí uno de sus roles fundamentales: el de traductora de la vanguardia a través del mainstream".
Esa capacidad para intuir y reflejar las particularidades de su tiempo se percibe también en su música, un olfato que ya asoma en el primer disco, al que tituló con su nombre artístico, publicado en 1983 e "imbuido de aquello que sonaba en determinadas discotecas de Nueva York", defiende Igor Paskual, que señala las diferentes reinvenciones a las que se somete una artista camaleónica y reacia a encasillarse: entre ellas la de Erotica (1992), "un disco atrevido, y no tanto por toda la polémica que rodeó su edición, sino porque se aleja por completo del tipo de pop que Madonna había hecho hasta entonces" y que marca "la forma de hacer música de las grandes estrellas femeninas de la actualidad"; o la del Ray of Light (1998), donde la colaboración con William Orbit deja sin palabras a los escépticos. "Influirá tanto en el sonido de años posteriores y se hará tan ubicuo que la propia Madonna tendrá que cambiar de productor si quiere seguir marcando los tiempos. Y vaya si lo hará...", continúa Paskual.
Bitch She’s Madonna profundiza también, de la mano de la profesora de educación musical y componente de la banda Petit Pop Lara González, en cómo la apuesta de la norteamericana por las giras llegó a adelantarse a "retos que la industria no preveía antes de internet". Desde las iniciales The Virgin Tour (1985) y Who’s That Girl World Tour (1987), Madonna fascinará a los espectadores con sus costeadas proyecciones, sus cambios de vestuario y sus trabajadas coreografías, y convertirá cada concierto en una experiencia sensorial y abrumadora. Porque aquí no se muestra sólo como cantante: es también la actriz que salvo excepciones no tendrá grandes alegrías en su carrera, la bailarina que se formó con Pearl Lang, discípula de Martha Graham. "Sus directos combinan la música con el teatro, añadiéndole toques de la grandiosidad y el glamour de las grandes producciones de las antiguas películas de Hollywood o de los musicales de Broadway, así como del dinamismo y estética del cabaret y del circo", asegura González sobre una artista que "reivindica una forma de pensar personal y abierta en la que no se dudará en crear controversia".
En Like a...: discursos, narrativas y roles en la era MTV, Eduardo Viñuela estudia la condición de icono cultural de Madonna, según el especialista "la primera en situarse en el ámbito de la inautenticidad, del artificio, de la mascarada, apropiándose de figuras del arte y de la cultura popular y desempeñando roles muy dispares en los videos de sus canciones". Sí, afirma Viñuela, Sinatra, Elvis Presley o The Beatles ya supieron redoblar su fama con películas y programas de televisión, pero la material girl va un paso más allá: Madonna "va a utilizar estos medios de una forma distinta, construyendo una narrativa que juega a mezclar y confundir la realidad y la ficción, la persona y el personaje, lo público y lo privado, lo personal y lo político. Todo ello convierte a Madonna en una artista poliédrica y difícil de encasillar, en un personaje líquido (en términos de Bauman) abierto a múltiples lecturas e interpretaciones".
Otro de los apartados en los que se detiene el libro es la complicidad que la cantante encuentra en el público gay en particular y LGTB en general. Madonna, "testigo de excepción" en la crisis del sida de los primeros 80 y activista entregada contra la enfermedad -que publicara en 1989, dentro del álbum Like a Prayer, consejos sobre sexo seguro representó un "hito comunicativo" en la "información y prevención"-, conecta con esta franja, opina el coordinador de actividades del Centro Niemeyer Borja Ibaseta, porque presenta "una sexualidad contraria a los cánones e incluso desafiante y contracultural (si se pudiese utilizar en el contexto sexual diríamos que hasta punk) porque permite al resto de sexualidades no normativas disponer de un modelo de contestación al discurso dominante desde la autoafirmación y el orgullo".
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