Mada Carreño: el relato en femenino del exilio
La editorial Renacimiento publica por primera vez en España 'Los diablos sueltos' de esta autora que huyó a México tras trabajar como periodista en el frente republicano
Sevilla/Como tantas otras etapas de la historia literaria, la del exilio español tras la Guerra Civil también tiene voz eminentemente masculina y, por tanto, incompleta. Porque junto a los intelectuales españoles que tuvieron que huir, también salieron mujeres igualmente cultas, muchas de las cuales escribían y, como ellos, dejaron testimonio de ese momento si bien con mucha menor repercusión. La editorial sevillana Renacimiento se ha propuesto recuperar esas voces femeninas para su colección Biblioteca del Exilio y acaba de publicar, por primera vez en España, la novela de Mada Carreño Los diablos sueltos, 44 años después de que viera la luz en México, a donde se exilió la autora junto a su primer marido, Eduardo Ontañón, y donde vivió hasta su muerte.
Para la edición de esta novela, escrita por una mujer que dejó su casa familiar para irse al frente republicano como periodista con apenas 22 años, Renacimiento ha contado con la investigadora y profesora de la Universidad del País Vasco Josebe Martínez, que llegó a entrevistar a Carreño en México en 1995 mientras cursaba su doctorado en la Universidad de California.
Martínez, que estos días ha presentado también en Sevilla su novela policíaca Ciudad Final sobre los feminicidios de Ciudad Juárez, contactó con Carreño a través del Ateneo de españoles en México, junto a otras escritoras exiliados "muy olvidadas y dispersas". En el caso de Carreño, constató que, tras divorciarse de Ontañón y casarse con su segundo marido, libanés, y al no haber militado nunca en el Partido Comunista, poco a poco se fue separando del ámbito de los intelectuales españoles exiliados "muy descreída de la política de partidos". "Ese distanciamiento le supuso caer todavía más en el olvido", subraya Martínez, y además "fue madre de familia por lo que, como ella dice en el libro, se dedicó a vivir para otros" y aparcó la literatura y el periodismo, aunque siguió escribiendo libros infantiles –un género al que acabaron dedicándose otras autoras exiliadas como Silvia Mistral– y critica y reseñas.
No obstante, según Martínez, "no estaba amargada ni resentida, ni mucho menos, su vida era la de una señora de clase media bien, sin tristeza ni añoranza por España o pensando que se le debía algo, había tomado la decisión de alejarse del recuerdo pero tenía su libro, Los diablos sueltos, y sí quería que se conociese. Además había traducido la Biblia y el Nuevo Testamento, ya estaba por otros derroteros. Mientras otros se mantenían fieles a la causa del exilio, ella seguía publicando sobre literatura pero no tomándose muy en serio porque pensaba que la hora de tomárselo en serio ya había pasado".
El libro, aunque utiliza nombres ficticios, relata su paso por Madrid, Valencia y Barcelona durante la contienda hasta cruzar la frontera, con Ontañón, donde permaneció un tiempo en un pueblecito francés en mejores condiciones que otros exiliados gracias a que se había educado en el Liceo francés y conocía el idioma, por lo que hacía de traductora. Finalmente embarcó junto a su marido y otros muchos exiliados en el barco Simaya rumbo a México, de donde nunca regresaría. Si algo destacan tanto Josebe Martínez como Christina Linares, de Renacimiento, es la calidad literaria de Los diablos sueltos más allá del valor testimonial, muy por encima de otras obras escritas por este grupo de intelectuales. Pese a lo cual, el nombre de Mada Carreño es casi desconocido y la novela nunca antes se había publicado en España, a pesar de que en México ya vio la luz el mismo año en que murió Franco.
Es ese olvido de las voces femeninas, muchas de ellas a la sombra de sus parejas "dedicados a la causa mientras ellas tenían los pies en la tierra y gestionaban la precariedad del día a día" el que la editorial Renacimiento se propone enmendar. Y es que pocas autoras de esa época han trascendido más allá de Victoria Kent o Luisa Carnés, a quienes pilló el exilio cuando ya "tenían una trayectoria" frente a la juventud de Mada Carreño o María José de Chopitea. Aun así, recuerda Martínez, "Luisa Carnés, que tan bien retrató el ambiente de la mujer obrera, vivió a la sombra de su marido, el poeta Juan Rejano", como le ocurrió a María Teresa León con Rafael Alberti o Zenobia Camprubí con Juan Ramón Jiménez. Ellas forman parte de la "genealogía" de la literatura femenina rota por los 40 años de dictadura y "otros 40 que hemos necesitado para rellenar el vacío de pensamiento feminista", por lo que según Martínez pasarán generaciones hasta llegar al papel que la mujer empezaba a ocupar en la Segunda República.
También admite la profesora Martínez que, pese a ese segundo plano de las escritoras del exilio, en comparación con las que se quedaron en la España franquista, sometidas "a la Sección Femenina y los colegios de monjas", eran "muy libres" y gozaban de "una voz, una opinión y una conciencia feminista que aquí ni se sospechaba". Por eso quizás cree que los estudios sobre el exilio han sido "muy cuidadosos" al abordar el trato que estos intelectuales varones daban a las mujeres, pero es obvio que no tuvieron el eco que merecían y muchas vieron truncadas sus carreras para dedicarse a la familia y la vida doméstica con el fin de que ellos pudieran centrarse en la causa política.
Por ello esta profesora de la Universidad del País Vasco agradece a la editorial sevillana que recupere ahora "una parte suelta de la literatura que hay que incorporar para la historia literaria ya que no ha sido incorporada a la historia política" como es la de los testimonios femeninos del exilio que, en este caso, además, tiene forma de "una gran novela".
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