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Luz entusiasma al Olimpo

La intérprete gallega confesó sentirse feliz por compartir la noche con el público sevillano.
Ricardo Castillejo

16 de octubre 2011 - 05:00

Voz: Luz Casal. Piano y teclado: Fran Rubio. Guitarras: Juan Cerro y Jorge Fernández. Batería: Tino di Geraldo. Bajo y Contrabajo: Pedro Oteo. Percusión: Pedro Pablo Rodríguez. Trompeta: Manuel Machado. Trombón: Joulien Ferrer. Saxofón: Martín García. Violines: Eunice Santos e Iván García. Viola: Belén Villanueva. Chelo: Sebastián Larco.

Acostumbrado a las grandes producciones del mundo de la ópera, seducido por las mejores voces de la lírica, ese templo de la música clásica que es el Teatro de la Maestranza cayó ayer rendido a los pies de Luz Casal. Una de las pocas solistas del rocken España que no sólo ha triunfado -y mucho- en dicho estilo sino que, más allá, ha demostrado su maestría vocal para otros géneros, como el bolero o la balada, más suaves, tal vez, en la forma pero igual de desgarradores, o incluso, en ocasiones, más en el fondo.

Así,de blanco y negro, casi como haciendo una metáfora en el vestir de la propia existencia, la gallega compareció ayer ante un público que no pudo sino emocionarse escuchando las notas de Lo eres todo, con la que abrió el espectáculo, Con mil desengaños o Historia de un amor. Piezas que aparecen en el último álbum de la artista, La pasión, cuyo título nació, precisamente -y según explicó ella misma en sus primeras palabras-, al amparo de la sevillana Plaza del Salvador. De seguido, dejando siempre asomar el alma por la garganta, Luz comenzó a desgranar un repertorio ante el que los asistentes que abarrotaron el recinto comenzaron a entregrarse al llegar composiciones propias como No me importa nada o Besaré el suelo.

Después, turno para los pantalones de cuero y, con ellos, Plantado en mi cabeza, Tal para cual, Loca, Un pedazo de cielo y hasta Rufino, uno de los primeros éxitos -allá por los 80- de esta mujer que, a pesar del paso del tiempo, por encima del glamour adquirido, sigue conservando intactas tanto su fuerza de antaño como esa especie de obsesión por transmitir felicidad y optimismo que, con sus sinceras sonrisas, contagia a cada instante. Antes de terminar, Piensa en mí , Gracias a la vida, el estreno de Un ramo de rosas y Te dejé marchar, una excelente despedida que, apoyada en los numerosos bises, dejó el claro mensaje de que Luz ha convertido la suya en una obra imperecedera a la altura de cualquier escenario.

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