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Luis de Pablo | Obituario
“No es que fuéramos una banda organizada ni nada parecido. Las ideas que teníamos en común, suponiendo que tuviéramos alguna, eran muy vagas: interés abstracto por renovar la música, acercamiento a la escuela de Viena, rechazo del neoclasicismo y en general de todo lo francés y, sobre todo, un distanciamiento de Falla y de la herencia nacionalista”. Fue Ramón Barce quien definió así la actitud de los compositores que formaron aquella mítica Generación del 51 a la que tocó la misión histórica de renovar el panorama musical español tras la Guerra, con Falla en Argentina y la Generación de la República dispersa en los exilios.
Una generación a la que 2021 está castigando de forma cruel: en marzo moría Antón García Abril, en mayo, Cristóbal Halffter y ahora le ha tocado el turno a Luis de Pablo, tres personalidades diferentes, pero que han marcado de forma decisiva el tránsito de la música española por la modernidad de las últimas décadas. Muchos han glosado ya su trayectoria: Luis de Pablo fue un pionero en el acercamiento a los experimentos de las vanguardias de Darmstadt y a la música electroacústica, que impulsó e incorporó a su obra desde los años 50, pero también fue un pionero en el repliegue sobre formas más tradicionales y en la vuelta a un gusto por la pura belleza del sonido.
El acercamiento a la ópera que empieza en los primeros años 80 con Kiu –a la que seguirían otras cinco, la última de las cuales la presentará el Teatro Real en febrero próximo: El abrecartas, sobre la novela homónima de Vicente Molina Foix– se complementa con un interés inusitado por la poesía, de lo que da cuenta ya una obra crucial de la música española del último medio siglo, Tarde de poetas (1986), y una inclinación hacia el color que conectará su música con lo mejor de la tradición francesa del siglo XX, de Debussy a Messiaen, y en eso se apartó de la receta de Barce que abría este comentario.
Las formas concertantes, habitualmente tripartitas, como en Amicitia, un concierto para acordeón escrito para Iñaki Alberdi en 2014, o en Anatomías, obra anterior, compuesta para viola, empiezan a nutrir una música que, sin abandonar las conquistas armónicas del siglo, se complace en elementos de naturaleza impresionista, incluso con resonancias tonales, que, como en la hermosa Nubilus, dedicada al conjunto sevillano Taller Sonoro también en 2014, alzan al timbre como gran protagonista. Frente al transgresor electroacústico de We, el compositor aleatorio de Móvil 1 o el experimentador de los Módulos y los Eléphants Ivres, acabó por imponerse el músico rendido a la sensualidad de los versos de Aleixandre y la calma espiritual de Mompou.
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