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RECONOCIMIENTO
El escritor Luis Mateo Díez ha recibido el Premio Cervantes en la tradicional ceremonia en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, con un discurso en el que ha reconocido que ha vivido "entregado" a sus personajes, porque son ellos los que le "salvan".
"Mis personajes no tienen tanta nobleza pero son conscientes de alguna ejemplaridad heroica, ya que sus aventuras se consuman al doblar las esquinas donde aguarda el destino y la consecuencia de alguna perdición o la expectativa de un sueño que pudiera salvarlos. A ellos vivo entregado, ya que son ellos quienes me salvan a mí", ha afirmado durante su intervención.
Díez ha continuado hablando en una intervención de más de veinte minutos y ante la mirada de sus familiares y otras autoridades de sus personajes, que considera que no le "pertenecen" y que, en ocasiones, le "ponen a prueba" su capacidad de invención, como "una suerte de hilo conductor que va y viene sin otro compromiso" que el de la escritura.
Recordando la afirmación de la escritora Irene Nemiroski de que "toda gran novela es un callejón lleno de gente desconocida", el creador del imaginario territorio de Celama ha defendido la relación del arte con "ese compromiso con la vida al que se debe aspirar". "Las artes nos enriquecen y hacen mejores, además del placer que proporcionan", ha defendido.
En cualquier caso, ha recordado -también usando las palabras de Borges- que "la irrealidad es la auténtica condición" del arte y el propio autor ha afirmado tener "una precaria incapacidad" para escribir lo que le pasa. "Nada me interesa menos que yo mismo, y lo digo con una radicalidad sospechosa pero no mendaz", ha apuntado.
El escritor leonés ha hecho un repaso de su trayectoria hasta llegar al lugar en el que se encuentra ahora literariamente, "con la inquietud de un octogenario de salud razonable, y conciencia de las ausencias correspondientes". Así, ha asumido que pese a una obra "prolífica", se encuentra con un cúmulo de ficciones que, "sin avalar la posteridad, sí lo hagan con la condición de póstumo, fruto de la sobrecarga".
Para Díez, escribir es "descubrir" y desde su infancia contar la vida fue su "aspiración". En este sentido, la revelación de tantos cuentos y voces contadoras, íntimamente unidas a las propias de los grandes maestros de la ficción, fue el aliciente que le llevaron a apostar por este oficio literario.
El autor ha tenido además varias palabras para ensalzar la obra de Cervantes, en especial del Quijote, que también influyó en su obra. "La entidad de mis personajes no estaba, así, eximida de una incierta heroicidad, tan cervantina y quijotesca, en aras de una imaginación liberadora y redentora, siendo acaso héroes del fracaso, como así me gustó denominarlos", ha confesado.
Díez ha retrocedido varios años para hablar de su relación con don Quijote, "ya con algún viso de melancolía infantil en el invierno de su primer conocimiento". Para el autor, este encuentro tuvo un "aliciente misterioso, rodeado de algún secreto deslumbramiento", que en nada atañía a los personajes que ya le habían asombrado.
"Don Quijote llegaba para quedarse conmigo como un héroe no menos inquietante que entrañable, y a quienes en la dimensión de los reyes de la selva o los robines del bosque, se irían lentamente fosilizando, como hitos que perdurarían en sus convenciones", ha explicado, para luego concluir resaltando que el protagonista cervantino se quedó con él "como un héroe no menos inquietante que entrañable".
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