SORTEOS
Lotería Nacional, Bonoloto, Primitiva y Eurodreams: resultados del 2 de enero

Europa, isla, ciudad

José Carlos Llop: Una conversación | Crítica

La conversación de Daniel Capó y Nadal Suau con su paisano y maestro José Carlos Llop ofrece un exhaustivo recuento de los temas, los propósitos y la genealogía de su mundo literario

José Carlos Llop (Mallorca, 1956).

La ficha

José Carlos Llop: Una conversación. Daniel Capó y Nadal Suau. Elba. Madrid, 2020. 216 páginas. 21 euros

Siendo uno de los grandes escritores de su generación y pese al prestigio del que disfruta en Francia, donde ha recibido premios importantes, José Carlos Llop no ha tenido entre nosotros un reconocimiento acorde a la calidad de su obra, aunque sus libros sean muy apreciados por un número no escaso de fieles para los que el mallorquín, en cualquiera de los géneros que ha cultivado, es un viejo conocido al que debemos muchas horas de felicidad lectora. Desde la periferia insular, donde ejerce como bibliotecario y articulista, Llop lleva cuatro décadas entregado a la elaboración de una literatura exquisita, muy consciente de su pertenencia a la tradición o las tradiciones europeas y en particular al luminoso ámbito mediterráneo, espacio fundacional que considera su "verdadera casa". El elegante cosmopolitismo de su escritura remite a un tiempo, el siglo XX en parte mitificado, en el que el término, ahora envejecido, era sinónimo de civilización e intercambio de culturas. Poeta en verso o en prosa, su obra ha logrado eso tan difícil, alumbrar un universo propio donde se unen lo vivido, lo leído y lo imaginado, asociados en lo formal a un tono y una atmósfera inequívocamente llopianos.

Llop ha alumbrado un universo propio donde se unen lo vivido, lo leído y lo imaginado

Del "entramado de mapas sociales y culturales" que habita el autor se ocupa esta demorada conversación en la que los escritores y críticos Daniel Capó y Nadal Suau, paisanos y amigos de Llop, recorren las claves y los motivos recurrentes de su literatura, en un exhaustivo repaso que adquiere en muchos momentos densidad ensayística, como ocurría en aquel otro libro –Lavista desde aquí, publicado por la misma editorial Elba– donde Ignacio Peyró entrevistaba en profundidad al también mallorquín Valentí Puig. La complicidad y la declarada admiración de los interlocutores por Llop, del que en buena medida se declaran discípulos, no le resta rigor a su trabajo indagatorio, que más allá de la relación personal explora ejemplarmente los temas y la singularidad del entrevistado, en sus facetas de poeta, narrador, ensayista o escritor de diarios, también de autor de una pieza teatral o de veterano colaborador en la prensa.

Las ponderadas reflexiones del entrevistado valen por la poética de un creador genuino

Para Llop la poesía, género en el que se inició y nunca ha abandonado, es un don, algo sagrado que "habita en la esencia de las palabras y en el misterio". La Biblia leída por el padre o los cuentos de hadas en la voz de la madre fueron esenciales en su formación, pero también las aventuras de Tintín o después la música popular de los sesenta y setenta, decisiva en el imaginario sentimental de su generación. Proust y Rilke no han dejado de ser presencias tutelares, pero en el nutrido altar de sus devociones figuran también los poetas Eliot, Ajmátova, Auden o Milosz, y autores como Jünger, Connolly, Waugh, Powell o Chatwin. Un temperamento libre e independiente, la vocación de estilo –no se trata de contar sin más, ni siquiera en los periódicos– y una idea de la belleza como concepto moral sustentan su visión del oficio, inseparable de la experiencia propia pero abierta a los referentes que nos llegan de fuera. Su identidad se acoge a la "insularidad como destino", abordada en libros espléndidos como En la ciudad sumergida o Solsticio, donde recrea su ciudad o el territorio estival de su infancia y adolescencia, que tenía en muchos aspectos las trazas de un mundo antiguo, ya desaparecido. Pero hay otras ciudades, la efervescente Barcelona de la segunda mitad de los setenta, igualmente extinta, o el París y el Burdeos de la madurez como escritor, o Alejandría o Venecia o Beirut, y todas las que a través de la literatura o el cine –tan fundamental como la música– permiten viajar casi mágicamente, "atravesando los tiempos y los espacios".

"Europa, isla, ciudad: círculos concéntricos que se superponen en finas capas de papel de arroz", escriben Capó y Nadal Suau, al frente de una "conversación de ideas" que traza la genealogía del escritor –y el modo en que la vida se transubstancia en los libros– a partir de sus palabras, en diálogo con la obra. No es imprescindible haber frecuentado a Llop o conocer todos sus títulos para disfrutar de sus ponderadas reflexiones, que valen por la poética de un creador genuino. De ellas surge un retrato intelectual que a la vez que define al hombre –su perspectiva moral– pone de manifiesto la extraordinaria riqueza de su mundo literario.

Literatura de la memoria

"El único tiempo que tenemos es el presente –donde por cierto están todos los demás–, pero hay algunos escritores que estamos empeñados en viajar a través del tiempo y no perder ninguno de los tiempos que creímos nuestros. Literatura de la memoria se le llama a eso, y yo pertenezco a esa familia". La mirada de Llop se proyecta ciertamente hacia el pasado, sea al de una realidad con base autobiográfica, por ejemplo en sus novelas del ciclo de Mallorca o en Reyes de Alejandría, donde reelaboraba con brillantez su vivencia de la contracultura, o a épocas que no pudo vivir y ha recreado de la misma personal y sugerente manera, pero como él mismo dice –"una cosa es escribir sobre el pasado y otra añorarlo"– no hay en sus libros nada parecido a la nostalgia. Hay una "pulsión elegíaca" que el autor relaciona con la condición mediterránea –el influjo del genius loci en el caso de su isla natal, por lo demás sometida, como tantos otros lugares, a una transformación profunda– o la conversión de la mitología, propia o ajena, en literatura concerniente. Y sobre todo hay, reiterada en estas páginas, una reivindicación de la memoria, de la que se dice que es una forma de narrativa que se conserva –con más precisión que en la historia– en la propia literatura. "El pasado no se borra nunca: somos pasado y sin pasado no somos, aunque esto hoy –la época del presente continuo y la desmemoria– haya caído en el desprestigio". Más allá del uso publicitario que se le ha dado a la calificación de Modiano mallorquín o español, debida a un crítico de Le Figaro con ocasión de la traducción francesa de El informe Stein, ese "vivir entre fantasmas" del que habla Llop –temprano lector y admirador del Nobel– tiene en efecto resonancias modianescas, e implica en efecto no tanto añoranza como la convicción de que "tener memoria de lo que ocurrió es una forma de resistencia". Otra cosa es que el autor, como superviviente de un "fin de época", se muestre severo frente a algunos de los rasgos de nuestro tiempo, tales como la mentalidad narcisista, la "vuelta al paganismo primitivo de las imágenes", el radical empobrecimiento del lenguaje, el olvido indiscriminado de la tradición o la pérdida de la cultura humanística.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Parthenope | Crítica

Sorrentino scatenato

Lo último