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Llega a los 'Jueves flamencos' José de la Tomasa, "el último mohicano"

El cantaor sevillano, "de lo poco que queda ya absolutamente puro", defenderá "la bandera" de sus raíces.

José de la Tomasa, durante una actuación reciente.
Francisco Camero Sevilla

13 de febrero 2014 - 05:00

José de la Tomasa, hijo de La Tomasa, que le dio "la magia", y de Manuel Pies de Plomo, antiguo alamedero llamado en realidad Giorgio y del que aprendió "los sonidos de Italia", vuelve hoy a actuar en Sevilla, en esta ocasión dentro del ciclo Jueves flamencos que organiza Cajasol en su Centro Cultural de la calle Laraña. "Yo, mira, es que a priori nunca sé lo que voy a hacer, porque según sea el público y esté el ambiente uno también va creando cosas ahí en la silla", decía ayer el cantaor sevillano, indiscutible referente actual del cante flamenco más clásico y ortodoxo de la ciudad -"de lo poco que queda absolutamente puro", dijo el director del ciclo, Manuel Herrera-, cuando este último le pidió que explicara lo que ha preparado para su recital, en el que le acompañará, a la guitarra, Pedro Sierra.

Malagueñas, cantes de Levante, soleás, alegrías y seguiriyas se escucharán seguro. Es todo lo que avanzó este cantaor sevillano que se siente muchas veces, dijo, como "el último mohicano, sin que haga nada del otro mundo" más allá de "llevar con gusto la bandera" de su familia. "A lo mejor me he equivocado", añadió, "pero bueno, a mí es que lo crematístico nunca me ha importado demasiado". Aunque sí mostró su extrañeza ante el hecho de que tantos de sus alumnos, "60 o 70", calculó a bote pronto el cantaor, "vivan del cante". "Mucha gente. Todos menos yo", se quejaba -aunque entre risas- José de la Tomasa, profesor de cante en la Fundación Cristina Heeren desde 1996.

El cantaor no acaba de comprender el modo en que actualmente funciona el flamenco, lo que le da a su discurso, también por su sentido humor, un aire de fin de raza, de oráculo zumbón y outsider. "Antes se hablaba de cantes y ahora se habla de chalés. Que si uno le ha puesto ya la piscina, que si al otro se le ha quemado el potaje...", medio bromeaba el artista, que confesó sentir tanto respeto por el público que hasta le da "un pelín de miedo". Porque él, como apuntó Pedro Sierra, sentado a su lado, siente el flamenco como hay que sentirlo, "y al flamenco, si le quitas la herida, ya no sirve para nada, y hoy hay muchos cantaores que te pueden hacer 40 cantes todos muy correctos, pero yo prefiero que me hagas sólo siete u ocho y que hieran".

El caso es que José de la Tomasa lo que hace, lo hace de verdad, dijo. Por eso, explicó, entre muchas otras cosas que no acaba de entender del flamenco actual, están "los proyectos". "Hoy todo funciona a base de proyectos. Para cantar una saeta tienes que presentar un proyecto", afirmó sobre la tendencia -innegable- de los flamencos contemporáneos a concebir espectáculos con sentido escénico para poder entrar en teatros y llegar a públicos más amplios. "Y mi proyecto es... mi cante", añadió, "y eso no me lo va a quitar nadie y quien me quiera encontrar ya sabe dónde estoy".

El cantaor confesó que tiene "días de estar Torre", dijo sobre el cantaor jerezano Pepe Torre, del que es nieto. "Estos días sin ir más lejos", explicó: "Con el nublao. Sí. Me levanto y me pongo el sombrerito y cojo el bastoncito... y ya está, qué le va a hacer uno", dijo haciendo un gesto de melancolía. Aunque por supuesto también tiene sus días alegres, por ejemplo -contó- cuando se monta en el "barquito" que tiene en Chipiona y se va a pescar, "pero no muy lejos de la costa, los 20 metros le digo yo, que estoy pescando pero viendo el humito del potaje humeando".

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