Voces del último imperio colonial
LÍDIA JORGE | ESCRITORA
La autora de 'La costa de los murmullos', una de las figuras más relevantes de las letras portuguesas, conversará hoy en la Pérgola de la Feria del Libro sobre el conjunto de su obra
Lídia Jorge (Boliqueime, Algarve, 1946) tenía 15 años cuando empezó la guerra colonial portuguesa, cuya etapa final conoció de cerca mientras impartía clases de literatura en Angola y Mozambique entre 1969 y 1973. Con los recuerdos silenciados de aquellos años escribió La costa de los murmullos (1980), un relato impresionante de la liquidación del Imperio portugués y la historia de unos amores sacudidos por la violencia. La directora Margarida Cardoso la llevó al cine en una película homónima que ayer se proyectó en el Consulado de Portugal con presencia de la escritora, quien hoy hablará en la Pérgola de la Feria del Libro (20:00) de toda su obra, una de las más relevantes de las letras portuguesas.
"La costa de los murmullos fue muy importante en mi vida y mi camino literario porque la construí a partir de unas memorias muy fuertes que llevé a la ficción pero en las que volqué toda mi experiencia africana", recuerda a este medio. "En Angola comprendí que había un conflicto gravísimo porque había una cultura que tenía poder sobre otra, que estaba sometida y humillada. Fui muy sensible a esos dos mundos tan diferentes y escribí este libro sobre el conflicto, mis sentimientos y sobre lo arcaico del poder colonial para poder mostrar el sufrimiento que creó un sistema injusto. Al principio pensaba que era un tabú para mí pero pasaron los años y asumí que sólo esa experiencia africana me convertiría en escritora. Cuando viví allí era joven y darme cuenta de que había peleado por una causa política errada fue muy doloroso. Además en África aprendí algo muy importante: que desconocemos el lado violento y oscuro que cada uno de nosotros esconde y que sale a la luz durante las guerras. Mi libro trata de un utópico matemático pacifista que al estallar el conflicto acaba convirtiéndose en un bárbaro".
Al oírla hablar así es ineludible preguntarle por la más célebre novela de Joseph Conrad. ¿Hasta qué punto El corazón de las tinieblas pesaba en su imaginación literaria? "Por completo", continúa. "En 1902, cuando se publica, Conrad abre la conciencia colonialista de Europa y esa fase no ha terminado aún, ni de nuestra parte ni de la otra. El colonizado parece siempre la víctima y el colonizador el verdugo pero la situación puede invertirse y esto es algo que a través del arte y la literatura debemos dar a conocer para construir un nuevo mundo que no sea ya el de nuestros padres y abuelos sino el de una generación que quiere vivir en paz y sin diferencias raciales. Pero esto aún tardará".
La obra de Lídia Jorge, autora de novelas, cuentos, poemas y crónicas periodísticas, explora siempre los ángulos inquietantes de la realidad. "Escribo de modo perturbador porque me interesa que al acabar mis historias el lector se sienta trastornado, removido por dentro. El bien y el mal conviven en cada uno de nosotros y la frontera entre ambos es una superficie muy fina". Esta idea aparece en la mayoría de los cuentos de Los tiempos del esplendor, su último libro publicado en español por el sello La umbría y la solana. Es una obra asfixiante, escrita en un lenguaje bellísimo, donde un cuento golpea con fuerza: Overbooking. "Mezclé diversas historias reales para componer este relato sobre una monja devorada por un cocodrilo. El horror del tema da paso a una reflexión más amplia sobre la culpa y la la redención por el sacrificio, que es un tema esencial para mí. Un periodista israelí me comentó una vez que mis libros gustaban muchísimo en su país porque ellos se sentían muy identificados con la idea del sacrificio y la expiación, y que mis historias les recordaban a ciertas películas de Tarkovski. Sé que puede parecer una idea cristiana pero me interesa hablar de esos sentimientos elevados".
Algunos cuentos de Los tiempos del esplendor parten de vivencias que le relataron amigos o personas que admira para que ella las convirtiera en ficción, como ocurre con la que da título al libro. "Antes de su última operación en un hospital una gran amiga me contó esta historia maravillosa, muy conmovedora, sobre un pañuelo que ella le bordó a su padre con hilos de colores y que llegaron a confundir con una pieza de brujería. Cuando me la dio a conocer supe que me estaba haciendo un regalo y que así se despedía de mí". Al lector español la atmósfera de esta historia puede recordarle, en su tono melancólico e inquietante, a la obra maestra de Adelaida García Morales, El sur. En otros cuentos, Lídia Jorge nos enfrenta a la pérdida de la inocencia, como cuando una familia trata de impedir que sus hijos vean cómo varios guerrilleros son ejecutados en el mismo barco en el que huyen de África. "La política nos separa casi siempre y las conversaciones sobre el tema suelen ser estériles. Por eso cuando organizo comidas en casa animo a mis invitados a que en vez de hablar de política me cuenten una historia, y es curioso cómo de ese modo nos conocemos de un modo distinto, más real".
La autora de Noticia de la ciudad silvestre se reconoce sobre todo como novelista. "Me siento escritora de obras extensas; tanto los cuentos como la poesía son para mí un reposo, momentos de paz, intermedios. Me interesan especialmente los momentos epifánicos de la vida. Uno está siempre a la defensiva pero hay veces en que, de pronto, nos revelamos como seres distinto, abiertos a la belleza".
En su proceso de escritura se obsesiona por llevar el lenguaje al límite y dotarlo del máximo sentido semántico. "Contar por contar no me interesa mucho pero cuando hay algo que realmente me toca y narrarlo es importante para mí busco las palabras iniciales, primigenias. No me interesa la dimensión ordinaria y doméstica de las palabras sino empujarlas, llevarlas al límite, explorar su sentido último hasta agotarlas y por eso la poesía me resulta esencial".
Y lo mismo sucede con su gusto por la alegoría y el carácter ritual del texto, "pero esto es común a la ficción portuguesa, tan distinta al relato anglosajón. A nosotros los portugueses nos gustan las historias un tanto litúrgicas, los relatos donde importan los ritmos, las repeticiones, las entonaciones y gradaciones, donde las palabras acompañan el desarrollo poético de la historia".
Lídia Jorge está muy contenta de encontrarse en Sevilla "con tantos colegas portugueses a los que conozco y admiro. En este momento hay una convivencia feliz entre varias generaciones. La anterior, tal vez por las diferencias políticas, era más beligerante", dice, no sin antes recordar que en su generación "hubo grandes mujeres pero los hombres ganaron la delantera. Por eso estas Ferias nos sirven también para animar al público a leer a gigantes como Agustina Bessa-Luís o Sophia de Mello Breyner Andresen. O como Inês Pedrosa, Inês Fonseca Santos o Dulce Maria Cardoso, que estará la próxima semana en Sevilla. Son muchas y todas maravillosas. Ojalá sean más traducidas", concluye.
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