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José Luis Morante reúne una selección de sus poemas en una antología titulada 'Pulsaciones' y publicada por la joven editorial sevillana Takara.

El escritor José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956).
M. Ángeles Robles

27 de junio 2017 - 06:00

La ficha

'Pulsaciones'. José Luis Morante. Takara. Sevilla, 2017. 124 páginas. 12 euros.

José Luis Morante acaba de reunir una selección de sus poemas en la antología Pulsaciones, publicada por la joven editorial Takara en su cuidada colección Wasabi. Entre el primer poema del volumen, Heterónomos, perteneciente a su libro Rotonda con estatuas de 1990, y el último, España, de 2016, más de veinticinco años de escritura comprometida, de versos certeros, de vivir la literatura como única manera de vivir.

El propio Morante se ha encargado de la selección y, tal vez por eso, es este libro una declaración de intenciones literaria y vital. El autor admite que este poemario implica una conclusión y un principio en su obra poética, que coincide, además, con un cierre y con un principio en su vida. En lo literario, Pulsaciones supone un repaso a su obra pasada, pero al final, bajo el mismo título que lleva la antología, se incluyen un puñado de poemas inéditos que son parte de un libro en construcción que aún está por definir completamente, que es el germen de un nuevo periodo en la poesía de Morante. "Es aquí donde estoy. / Tras las grietas de un yo parapetado / en las profundidades / de sí mismo", confiesa en Aquí, el poema que abre éste último capítulo. Con estos versos, hasta ahora sin publicar, Morante abre la puerta a su poesía futura.

El autor, además, se acaba de jubilar como profesor de Ciencias Sociales, una actividad que considera parte esencial de su vida, indisolublemente unida a su labor literaria, como nos deja ver en estos versos de su poema Funcionario poeta: "Ningún salario habrá que gratifique / languideciendo el mes, tanto desvelo / por meter en cintura una sinécdoque, domar un adjetivo / subrayar el acento de una esdrújula".

A través de los poemas, el lector puede observar la evolución en la obra de Morante, pero también la insoslayable coherencia de los temas de los que se ocupa -el tiempo a la cabeza de todos ellos- y de la voz poética en que se expresan. Esa voz, única y reconocible, puede desdoblarse en muchas otras, pero nos habla fundamentalmente del propio poeta, que en algunas ocasiones se nos presenta brevemente disfrazado, aunque siempre comparece evitando la impostura. En estos versos escuchamos esa voz alta y clara porque en todos ellos prevalece un fondo de verdad personal, desprovista de vanos artificios, que emociona.

Podemos rastrear en estos poemas un hilo conductor que, a través de un puñado de composiciones, desentraña la actitud vital que caracteriza a Morante, su particular forma de ser ante el mundo, su peculiar destreza para explicárselo con atinadas palabras que traslucen sencillas e imperecederas emociones. El poeta "a veces llora y viste el jersey gris / de la melancolía; / entonces toma un folio, / donde inicia el galope un sentimiento" (Heterónomos). Es experto en conjurar los lunes "y adjetivar la prosa cotidiana / con una terca voluntad de estilo" (El arte de vivir los lunes) y trata de parecer "un sujeto sociable / receptivo, cercano" (Rácanos). Aunque acabe confesando: "También soy yo / por la fidelidad a mis contradicciones" (Autobiografía).

Es Morante poeta de la esencia y también de la experiencia, pues no reniega de esa etiqueta que en los 90 lo unió a un puñado de autores que han acabado tomando derroteros muy distintos, muy alejados algunos de ellos de esa manera especial de entender la poesía como una vía para contar y ordenar el mundo bajo un particular prisma que podríamos llamar realista. Podemos señalar algunos ejemplos memorables de esa llamada poesía de la experiencia, casi todos ellos pertenecientes a su libro Población activa (1994), como Playa de Valdelagrana -"Un tórrido silencio / inclemente quemaba los restos de la tarde. / El viento de levante recogía muchachas / y las depositaba en los cercanos bares / del paseo marítimo"- o el ya mencionado El arte de vivir los lunes.

Como apunta en el certero prólogo Rosario Troncoso, escritora y coeditora, junto a Carmen Sotillo, de Takara, en este poemario Morante "entrega su poesía más viva, el latido constante de su trayectoria poética". Pulsaciones cumple con esa doble función que debe tener la buena poesía: ayudarnos a vivir, a respirar el aliento de la verdad y de la belleza, pero también ser mediadora en el conocimiento propio y de los otros. A través de los versos de José Luis Morante se nos muestra un hombre capaz de descifrar el silencio, de leer en los escuetos signos que nos ofrece la naturaleza, un hombre que desconfía y que teme. Por eso su palabra sincera nos alivia y reconforta ante la soledad y el miedo.

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