"Laffón es la primera mujer con este premio"
V Premio Manuel Clavero · Carmen Laffón
Discurso de Manuel Olivencia para Carmen Laffón.
Carmen Laffón es "la primera de la clase". A esta sevillana "global", ciudadana del mundo, reconocida hasta en su tierra, acostumbrada a ser número 1, no le sorprenden ya las estadísticas. Es la primera mujer que gana el Premio Manuel Clavero; es la primera artista en conseguirlo. En sus anteriores cuatro convocatorias, un cardenal, un empresario de la cultura, un médico psiquiatra y un político la han precedido. Llega al podio en la quinta una mujer artista. Nada menos que una artista.
El artista utiliza la capacidad de la mente humana para crear. El investigador descubre lo que existe y se ignora; pero el artista se acerca un paso más a la imagen y semejanza de Dios: crea, ex novo, y crea belleza.
Aprendí en la Preceptiva literaria del Bachillerato que "todos sentimos un placer desinteresado y puro en la contemplación de lo que nos agrada; es decir, de lo que según nuestro gusto está dotado de belleza". Por eso llaman bellas artes a las que crean belleza, a las artes mayores. Y Carmen Laffón es maestra en dos de las bellas artes, en pintura y en escultura. Permítanme una calificación personal: mayor aún en la pintura, y en la pintura realista, figurativa, en la que no hay "trampa ni cartón".
¿Quién no siente placer contemplando un cuadro de Carmen Laffón, los azules del cielo o de la mar de Sanlúcar, el verde de las viñas del marco de Jerez o un bodegón, naturaleza viva, no "muerta", que la artista capta del mundo real al que añade belleza? O un retrato, ese ejercicio artístico sublime que consiste en reflejar en el lienzo o en el papel no sólo los rasgos físicos de una persona, sino el gesto y hasta el alma, "la personalidad", su identidad anímica.
Recuerdo que, siendo yo Consejero del Banco de España, éste le encargó a Carmen los retratos de los reyes Juan Carlos y Sofía para el salón de Consejos. Los reyes posaron pacientemente ante el caballete de Carmen; pero ésta no se conformaba con el resultado. Al parecer, se le resistía un zapato del Rey. Retoques y más retoques, tiempo y más tiempo, y dilaciones en la entrega de la obra. Tantas, que el Subgobernador Luis Ángel Rojo habilitó una dependencia del Banco de España como taller de la pintora y allí la encerró hasta que la obra estuvo culminada y perfecta.
Yo vi colgar esos espléndidos retratos en sala contigua a aquella en la que cuelgan los Goya, la magnífica colección de retratos de Carlos III, Cabarrús, Floridablanca... Admirable es crear belleza; pero tan admirable es narrarla con palabras. Los que de ellas vivimos, como los juristas, admiramos a los críticos de arte -y Diario de Sevilla tiene uno tan excelente como Juan Bosco Díaz de Urmeneta- que transmiten con palabras no hechos ni derechos, sino sensaciones anímicas, vibraciones del alma, para hacerlas sentir al lector destinatario. Yo, personalmente, los admiro porque soy incapaz de hacerlo. Por eso, me contento con contemplar y elogiar la obra de Carmen Laffón, pero renuncio a describirla. Sólo diré que me impresionan las formas y el color, los colores, sobre todo los blancos de su paleta. En plural; dicen que el blanco es la luz solar no descompuesta en los colores del espectro, pero los blancos de Carmen Laffón son otra cosa. Vean el vestido de Doña Sofía en el retrato del Banco de España. ¿Son matices, irisaciones, reflejos? ¡Imposible describir con palabras la belleza de esa obra maestra!
Maestra es Carmen Laffón; más aún, maestra de escuela, porque enseña y crea escuela. El Premio Manuel Clavero, que ensalza las virtudes cívicas, las que adornan a quien le da nombre y modelo, distingue hoy a una maestra de las artes mayores, creadora de belleza, que es armonía, que es paz, el mejor tributo que se puede ofrecer a la sociedad. ¿Qué sería de un pueblo sin arte y sin artistas? Afortunadamente, en esta tierra de arte y de artistas no lo sabemos, pero nos tememos que debe de ser algo parecido al infierno. Carmen Laffón nos lleva a los cielos azules de sus paisajes y nos transmite belleza, armonía, paz. Bien merece un Premio.
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