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Una hermosa metáfora

La materia | Crítica de danza

Olga Pericet y Daniel Abreu en uno de los pasos a dos de 'La materia' / Alain Scherer

La ficha

**** ‘La Materia’ Cía. Olga Pericet. Idea original: Olga Pericet. Artista invitado: Daniel Abreu. Dirección, coreografía e interpretación: Olga Pericet y Daniel Abreu. Música original y arreglos: José Manuel León y Juanfe Pérez. Músicos: José Manuel León (guitarra flamenca), Juanfe Pérez (bajo) y Javier Rabadán (percusión). Iluminación: Alfredo Díez. Vestuario: Olga Pericet. Lugar: Teatro Central. Fecha: Martes, 4 de junio. Aforo: Casi lleno.

Fue en el verano de 2021 cuando Olga Pericet nos habló por primera vez de esos misteriosos prototipos de guitarra que obsesionaron al lutier Antonio de Torres (Almería, 1817-1892) y que, más tarde, darían lugar a la guitarra clásica española y probablemente a la flamenca.

De todas ellas -que él llamó La fea, la Indomable, la Leona, la Invencible- fue la Leona la que resonó en esta bailaora, frágil y salvaje, poética y carnal al mismo tiempo, que comenzó una intensa búsqueda para encontrar “el rugido del yo, lo felino, lo femenino, lo feo y lo bello, la fuerza interna, el flamenco, el pre-flamenco y los diferentes discursos dancísticos que llenan mi interior”.

De ahí surgieron dos caminos, uno que empezó en el Festival de Itálica de aquel año con el work in progressLa tienta de La Leona y dio lugar a La Leona en la pasada Bienal de Flamenco, y otro que culminó el pasado año en el Festival Temporada Alta de Girona y que anoche pudimos ver en el Teatro Central, dentro del ciclo Andalucía-flamenco.

La materia es justo la otra cara de La Leona, tan llena de mundo, de luz, de rugidos, de referencias a la pintura (Ramón Casas, los cubistas…), de cante e incluso de humor. Es la esencia, una búsqueda hacia dentro, hacia un origen que en la guitarra es la madera, el árbol del que surgió, la vida.

Una búsqueda realizada por Pericet junto al bailarín y coreógrafo de danza contemporánea Daniel Abreu (Premio Nacional de Danza, como ella), con el que construye un espectáculo quizá irregular -elaborado en varias etapas y eso se ve-, oscuro a veces y sin más escenografía que unos cuantos tablones de madera sin pretensiones estéticas, pero en el que ambos, con la ayuda de tres grandes músicos, despliegan una hermosa y profunda metáfora.

Comienza la cordobesa explorando el sonido, la textura de esa madera que luego se hará cuerpo –el cuerpo semidesnudo de Pericet- al que Abreu se aferra una y otra vez para hacerlo maleable y expresivo. Independiente y flamenco al final del espectáculo.

Aunque ambos brillan también en solitario, los pasos a dos son de una enorme belleza. Partiendo del cuerpo-madera que el bailarín-lutier trata de conocer, de moldear a toda costa, irá surgiendo un cuerpo guitarra que responde a su creador con toda la pureza de su materia, con una sensualidad -incluso sexualidad- que se hace cada vez más independiente, que prueba a jugar con el mundo y hace guiños a la mujer leona, como en la sofisticada escena del mantón.

Ni Pericet -que lleva años bailando flamenco y danza española con probada sabiduría- ni Abreu tienen ya nada que demostrar así que, con la libertad que los caracteriza, y con una química increíble, se olvidan de sus bagajes dancísticos -porque los llevan dentro- y bailan, sencillamente bailan en libertad, poniendo en sus cuerpos un peso y una densidad realmente admirables.

En un final algo desconcertante, la guitarra Leona de Pericet se vuelve flamenca y sofisticada y pública, pero, como se ha dicho, lo mejor del espectáculo, como su nombre indica, es la materia de primerísima calidad con que lo han construido.

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