'Julieta', Almodóvar en busca de la esencia
Llega este viernes a los cines el nuevo proyecto del director, una película de emociones contenidas y sorprendente austeridad.
Casi con la misma desventura que trastoca la vida de sus personajes, Julieta, la vigésima película en la carrera de Pedro Almodóvar, llega a los cines ensombrecida por las circunstancias: la aparición de los hermanos Almodóvar en los papeles de Panamá, también el reciente fallecimiento de una actriz tan ligada al universo del realizador como Chus Lampreave, han restado alegría a uno de los estrenos más esperados de la primavera. Pero las evidentes virtudes de Julieta, una obra de madurez en la filmografía del director, llevan a augurar que la cinta sobrevivirá a los elementos externos. Aquí van algunas claves de este trabajo con el que Almodóvar recobra el pulso.
No se confundan: no es una apuesta sobre seguro. Algún malintencionado podría pensar que con Julieta Pedro Almodóvar se agarra a algunas claves que siempre le funcionan -así lo sugiere su regreso al universo femenino- después de la tibia recepción que tuvo Los amantes pasajeros, ese incomprendido esfuerzo por avivar las ascuas del humor disparatado de sus inicios. Pero quien espere una operación calculada del cineasta para recuperar su prestigio se equivoca: con Julieta el director factura una película de una austeridad casi áspera, dolorosa y rotunda.
Almodóvar renuncia a algunas señas. Dicen que es la película menos almodovariana de su producción, y algo de cierto hay en ello. El director que sabe verbalizar mejor que nadie, a través de sus personajes, los sentimientos arrebatados explora esta vez esa gangrena invisible de las palabras no dichas, los secretos no revelados. El guionista que tantas veces ha propuesto ramificaciones inesperadas en sus historias despoja en esta ocasión su obra de lo accesorio. Y en esa especie de dique que ha levantado para contener allí todo exceso no hay cabida para una seña de identidad en sus trabajos como el humor. La propensión a lo barroco del cineasta se templa aquí.
Almodóvar es fiel a sí mismo. Parece reinventarse, pero lo que hace, principalmente, es destilar y servir en un trago seco muchas de sus inquietudes. Las pasiones, aunque se muestren de manera mesurada, siguen rigiendo aquí los destinos de sus personajes. El director afirmaba en una entrevista reciente con Efe que no encontraba ventajas a ir cumpliendo años, que le gustaría "ser siempre joven", pero su público sí apreciará esa sabiduría que sólo da la edad. Almodóvar, que rodó Julieta tras un período forzoso de inactividad debido a una operación de espalda, propone un relato que entre elipsis y silencios habla de muchas cosas. Del abandono, de la culpa, de la incomunicación y sus efectos devastadores. De familiares que se convierten en extraños y de ausencias que se sienten más que aquellos a quienes tenemos cerca.
Munro guía los pasos. Era conocida la admiración de Almodóvar por Alice Munro, a la que el cineasta ya hacía un guiño en La piel que habito, donde Marisa Paredes leía Escapada, el libro que contiene los tres relatos (Destino, Pronto y Silencio) en los que se basa esta Julieta. Da la impresión de que, aunque el guión dispone finalmente una adaptación muy libre de los cuentos, la escritura precisa, serena pero a su modo feroz de la canadiense ha impregnado el tono del largometraje.
Hubo una vez un proyecto en Canadá. Mucho se ha especulado a lo largo de los años con la posibilidad de que Almodóvar hiciera alguna vez una película en inglés, y aprovechara así la fortuna de ser un director por el que sienten devoción actores de todo el mundo. Adaptar a Munro parecía la oportunidad de cruzar el océano para un cineasta que llegó a sopesar, en su momento, hacer Brokeback Mountain, pero esta nueva aventura en el extranjero, ahora, tampoco cuajó:el creador desistió ante los inhóspitos y fríos escenarios canadienses. La inseguridad de ambientar una historia en un paisaje humano que no controlaba motivó que aparcara el libreto de Julieta, un proyecto que no terminó de cobrar sentido en la cabeza de Almodóvar hasta que la planteó en castellano y en territorios próximos.
Regreso a Andalucía. La Julieta del título es una joven (Adriana Ugarte) que aún está buscándose a sí misma y viaja entre el sur y el norte, y de una mujer ya madura (Emma Suárez) que se establece en Madrid, aunque lo que haga realmente sea echar raíces en el dolor. El sur representa los orígenes del personaje, lo que ha permitido que el equipo del manchego haya vuelto a Andalucía con este proyecto que se ha rodado también en Madrid, Galicia y el Pirineo de Huesca. La Plaza de San Pedro de Sanlúcar la Mayor y un cortijo en Mairena del Alcor fueron las localizaciones elegidas. Son pocas las escenas que transcurren allí, pero ese material filmado encierra algún momento particularmente conmovedor, como el reencuentro de Julieta con sus padres, interpretados por Joaquín Notario y una portentosa Susi Sánchez.
La recuperación de Emma Suárez. La energía y la pasión que Almodóvar dedica al trabajo con los actores son sobradamente conocidas, y Julieta no supone una excepción. Adriana Ugarte ofrece su mejor interpretación hasta la fecha, pero conmueve el partido que el director saca a la soberbia madurez de Emma Suárez. Almodóvar la encontró por casualidad en el Festival de San Sebastián e intuyó que la intérprete podría encarnar la desolación callada de su protagonista. No se equivocaba: la actriz de La ardilla roja y El perro del hortelano, queno había dejado de trabajar en los últimos años (La mosquitera, Murieron por encima de sus posibilidades) pero que parecía reclamar más atención para su talento, se crece en la piel de esa mujer devastada por el abandono y la culpa.
Caras nuevas, viejos conocidos. Junto a Adriana Ugarte, Almodóvar ha reclutado a algunos de los actores más prometedores de la actualidad. Inma Cuesta, como una escultora amiga de la protagonista y hermanada de alguna manera con ella en el drama y la culpa, y Michelle Jenner, como la compañera de la hija de Julieta que le recuerda a ésta los fantasmas del pasado, afrontan papeles secundarios pero decisivos en el transcurso de la trama. Daniel Grao encarna a Xoan, un pescador objeto del deseo y origen del conflicto que sacudirá la existencia de Julieta. Conviven con estos recién llegados al universo de Almodóvar la ya citada Susi Sánchez; el argentino Darío Grandinetti, que tras Hable con ella muestra de nuevo el perfil de hombre bondadoso y comprensivo; y una Rossy de Palma que sorprende con un personaje desapacible e inclemente como las borrascas de la tierra gallega en la que se mueve.
¿Regreso a Cannes? Antes de ser Julieta, el proyecto de Almodóvar tenía un título certero, Silencio, pero la coincidencia con la película homónima de Martin Scorsese (Silence) motivó el cambio en el nombre. Con Scorsese podría medirse el cineasta español en Cannes, un festival en el que participará según la predicción de algunas publicaciones internacionales como Variety. El director de La ley del deseo regresaría así a un festival que le ha concedido el reconocimiento a la mejor dirección (Todo sobre mi madre) y al mejor guión (Volver, también premio a la mejor actriz para su elenco), pero en el que aún se le resiste la Palma de Oro.
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