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"La niña se pregunta / y pregunta a los mayores : ¿Dónde / estaba yo antes de estar aquí? (...) ¿Y por qué los mayores / evitan responderle? / Ni una pestaña de sus ojos sabe / dónde la niña estuvo. / Ni les importa". Cuando presentaba Escritos en la corteza de los árboles, su último libro, Julia Uceda diferenciaba entre los escritores de versos que se desenvuelven "entre realidades concretas y verificables" y los poetas, "personas desamparadas que no saben por dónde van ni adónde, ni quién los empuja, ni qué buscan", autores que en sus páginas proponen un encuentro con lo intangible, con las zonas desconocidas de lo humano, que prestan su oído a un murmullo secreto y revelador en el que los otros no parecen haber reparado. Jacobo Cortines, buen conocedor de la escritura de la sevillana -fue su alumno y reunió años más tarde como editor su obra en En el viento, hacia el mar, el volumen con el que Uceda ganó el Nacional de Poesía-, sostiene que siempre que se ha adentrado en la creación de su maestra sentía "haber penetrado en un territorio nuevo y misterioso, con sus nieblas y tinieblas, pero también con sus destellos y sus deslumbramientos. Porque frente a las falsas respuestas que tantas veces se oyen, es preferible escuchar una interrogación continua, aunque ésta nos lleve por caminos poco transitados, por ásperas regiones".
El nombramiento como Autora del Año por la Junta de Andalucía, la exposición Julia Uceda.La mirada interior, que acoge en Sevilla la Sala Santa Inés hasta el 28 de este mes, y la antología Viejas voces secretas, que recorre una producción poética iniciada en 1959 con la publicación de Mariposa en cenizas, recuperan en estos días la voz lúcida y compleja de la poeta. Un discurso interesado en la parte espiritual, en los orígenes ancestrales del hombre, y que, como apunta Ignacio F. Garmendia, responsable de la antología, entiende por ejemplo que el sueño, "aunque sea de modo nebuloso, nos pone en contacto con una instancia que nos trasciende y de alguna manera nos explica"; pero que pese a transitar por parajes ignotos no da la espalda a la realidad. "La veta social, por así llamarla, de Julia Uceda-defiende Garmendia en el prólogo de Viejas voces secretas- se distingue por un tratamiento muy estilizado que rehúye la obviedad y desde luego la grandilocuencia, aunque también -presente asimismo desde los inicios- ha evolucionado desde una formulación donde se mezclaban la angustia existencial y el malestar específico por la situación española -aludida casi siempre de manera indirecta, pero clara e inequívoca- hasta una denuncia general de la injusticia, la guerra y los horrores de nuestro tiempo". En Lugar con cremalleras, un texto antibelicista de su libro Zona desconocida, la voz de la escritora advierte con pesadumbre: "De nacer, más vale que te olvides: las bolsas / están ya preparadas para todas las guerras".
Con motivo de la muestra Julia Uceda. La mirada interior, que tras su paso por Sevilla visitará distintas provincias andaluzas, la Junta de Andalucía ha editado un catálogo en el que diversos especialistas trazan una semblanza de la escritora. En unos apuntes biográficos, María Teresa Navarretedestaca el profundo vitalismo que se respira en sus versos más tempranos -"Y por el mar corrí pidiendo: ¡Vida!"-, así como la inteligencia con la que Uceda logró zafarse del modelo de mujer que le imponía el franquismo y comprendió, desde un decisivo viaje a París que realiza con sus compañeros de universidad, que su futuro aguardaba fuera de España [ejercería en la Universidad de Michigan y en Dublín, entre otros destinos]. También en el catálogo, Jacobo Cortines recuerda las largas conversaciones que promovía Uceda en sus clases, donde se saltaba "de la literatura a la filosofía, a la música, al arte (...) Julia era una llamada a la reflexión, al compromiso, a la seriedad (...) fue una especie de guía en la selva oscura de nosotros mismos". La publicación incluye igualmente textos del desaparecido Miguel García-Posada, Juan Lamillar, Manuel Ángel Vázquez Medel, Juan Rey o Aurora Luque. Esta última rememora un emotivo pasaje: cuando le comunicó a Uceda que, para despedir a una estudiante griega que había muerto de meningitis, se había leído en la Facultad de Letras de Málaga su poema Tiempo para ahuyentar la muerte, una información que conmovió a su autora. "Julia Uceda -escribe Luque en el catálogo- sintió que su poema ganaba sentido porque tuvo una misión, la más definitiva y honda utilidad que pueda tener la palabra humana".
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