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José el de la Tomasa en arte

Hijo de payo y de gitana emparentada con Manuel Torre, aprendió el oficio de pescar y publicó un libro titulado 'Alma de barco'. Bético, saetero, su primera actuación fue en Fuente de Cantos, cuna de Zurbarán

José el de la Tomasa en arte
Francisco Correal

18 de septiembre 2008 - 05:00

Tal vez de acompañar a su padre siendo niño a pescar por el río Guadalquivir en una barquilla de aparejos se le quedó alma de barco. Es el título, Alma de Barco, del libro con poemas de José el de la Tomasa que hace ya casi veinte años publicó la Fundación Machado con la colaboración del Equipo Arriate. José Giorgio, hijo del payo Pies de Plomo y la gitana Tomasa, es con Silverio Franconetti una de esas rarezas italianas en el acervo del flamenco.

José el de la Tomasa -el artículo determinado es crucial: nada le molesta más que la supresión, es como una preposición deshonesta- nació en Sevilla el 19 de agosto de 1951. Es italiano por su proximidad geográfica a la centuria de los armaos de la Macarena. Por su adicción festiva, nada cainita, a la Bética. Participó en una de sus expediciones más gloriosas, el viaje en autobús a Burgos para certificar el ascenso de su Betis en el Plantío a Primera División en 1994, primer año de Serra Ferrer. Los que le acompañamos en la marcha verde, réplica del título de Antonio Hernández, recordamos la olla de puchero que la mujer de José preparó para los expedicionarios.

Es el único cantaor ágrafo que escribió un libro de poemas. No era un libro cualquiera. Sus editores dividieron su contenido en coplas de tres, de cuatro y de cinco versos. Como si estuviéramos ante un Lope o un Petrarca. Su primera actuación en público tuvo lugar en Fuente de Cantos, el pueblo extremeño donde vino al mundo Zurbarán. Cuando la Fundación editó Alma de barco, con un prólogo del catedrático de Literatura Pedro Piñero, en la reseña biográfica se daba cuenta de que contrajo matrimonio el 17 de junio de 1972 con Ana González de Jesús. Gabriel, el tercero de la prole, que hoy toma la alternativa de la mano de su padre, a su modo pescador de almas como Aquel que alienta sus saetas que cortan el aire y estremecen la noche, tenía entonces ocho años. Antes nacieron José Miguel y Manuel. Juan Amor cerró el cuarteto, familia con geometría de poeta. Juglar verdiblanco, artista de los callejones, le llamaban Brujo en sus comienzos por su habilidad con cantes negros y boricuas. Sones espirituales de esa materia que le llegó de Pies de Plomo y la Tomasa, herencia de Manuel Torre. La estirpe del cante de quien creció a la vera de la torre de los Perdigones, giralda de macarenos, broadway caló del Moscú sevillano.

En 1977, el año de la gloria copera de su equipo, obtiene en Córdoba el premio Manuel Torre por seguiriyas. Ha sido profesor en la Fundación Cristina Heeren tutelando a remotas vocaciones nórdicas, teutonas y orientales. Dice José María Pérez Orozco, su tutor literario, que José nunca fue a la escuela y aprendió a leer por los letreros de las tiendas.

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