José Soto y el sueño de la gran escala
l 'José Soto. Campos de color'. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Desde mañana (inauguración, a las 20:00) hasta el 9 de septiembre. El creador sevillano, tras casi 40 años sin pintar, cumple en una muestra que le dedica el CAAC su aspiración de realizar obras de gran formato
A José Soto (Sevilla, 1934) le acompaña la paradoja de ser un autor "bien conocido en Sevilla, muy querido, pero también un tanto secreto". Es Juan Antonio Álvarez Reyes, el director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) quien apunta esta contradicción, la de un autor que decidió interrumpir la práctica pictórica a mediados de los años 70, pero que continuó consagrado al arte como uno de los comisarios de exposiciones más respetados de Andalucía. De su impresionante producción quedaban testimonios "en colecciones privadas, y algo en el CAAC", explica Álvarez Reyes, pero el responsable del espacio de la Cartuja estimó conveniente reunir ese legado tras quedar deslumbrado por algunos trabajos de Soto en una muestra dedicada a creadores sevillanos. "Pregunté si querría montar algo con su obra. Y la sorpresa fue que dijo que sí", desvela. Así surgió José Soto. Campos de color, el repaso a la carrera de uno de los artistas que introdujo la modernidad en Sevilla, una propuesta que se puede visitar a partir del viernes -se inaugura mañana por la noche- hasta el 9 de septiembre.
Que Pepe Soto, como es conocido en los circuitos artísticos de la ciudad, accediera a salir del segundo plano del comisariado y protagonizara una muestra sobre sí mismo no es la única sorpresa que esperaba a los responsables del CAAC. Campos de color permitía al autor realizar obra nueva y abordar así un viejo empeño que antes no había podido encarar. "Pepe tenía interés en resolver una asignatura pendiente, que era hacer cuadros en gran formato. En su época, si alguien hacía una obra de gran tamaño lo tomaban por loco", observa el crítico Juan Bosco Díaz-Urmeneta, comisario de la exposición junto a Luisa López. Efectivamente, Soto nunca había podido emular en sus grandes formatos a los pintores que admiraba -Mark Rothko, Barnett Newman- y que descubrió gracias a una publicación que llegó a sus manos. "En mis comienzos iba de un lado para otro, no terminaba de encontrarme. Hasta que vi unas revistas norteamericanas y supe de los pintores abstractos de Estados Unidos. Quise hacer lo mismo, pero yo no podía enfrentarme a sus medidas, a sus formatos. No tenía grandes medios, desconocía algunos materiales que usaban. Y empecé a hacer una obra parecida a la de ellos, pero a pequeña escala", rememora el artista. La exposición se compone de 56 piezas, cinco de ellas nuevas, con las que Soto se ha atrevido por fin al gran formato, pero hay una, Escultura, que simboliza las ambiciones de la nueva etapa y que se quedará en los fondos del CAAC una vez finalizada la exposición. Para inspirarse, el sevillano repasó pinturas y serigrafías de aquellos años primeros, antes de que ese arrebato de honestidad le llevara a concluir que ya lo había dicho todo en el mundo del arte. Entre el material encontró un cuadro que su maestro Fernando Zóbel adquirió para el Museo de Arte Abstracto de Cuenca y que reprodujo en serigrafías, una pintura que, como todas las suyas, reflexionaba sobre los contrastes de color y el espacio pictórico, las posibilidades de la geometría y el movimiento. "Empecé a investigar la tridimensionalidad de este trabajo", cuenta sobre un proceso al que se entregó con un entusiasmo renovado, y por el que llegó a comprar "un despertador, que no tenía, para despertarme todos los días a las siete. No falté ni una sola mañana al estudio". Aunque Soto duda que su vuelta a la pintura "sea el comienzo de una nueva carrera. Yo lo que quería era que esto saliera bien, que la exposición tuviera una dignidad", admite. Por el momento, Soto expresa su felicidad por el resultado. "He visto que lo que hacía funciona muy bien en gran formato", valora.
Entre las curiosidades de Campos de color, destaca también otra obra de gran formato que se inspira en la intervención que Soto hizo en una planta de un edificio de oficinas de Sevilla. De este encargo que le propuso la empresa de arquitectura Otaisa, una colaboración entre disciplinas que se inspiró en la Bauhaus, se conservan también algunas fotografías y bocetos que se muestran estos días en el Monasterio de la Cartuja.
En este regreso de Soto a los pinceles, Luisa López percibe la firmeza de quien quiere prolongar el discurso iniciado anteriormente. "Da igual el momento en el que ha hecho cada cuadro. Todas las obras tienen una unidad extraordinaria, el suyo es un trabajo riguroso, serio, homogéneo",asegura la especialista, que defiende que el autor "sigue fiel a unos principios e influencias". Como alguien mantenía en los pasillos del CAAC, la vuelta de Soto casi cuatro décadas después, leal a su estética de siempre, recuerda a aquel famoso retorno de Fray Luis de León a sus clases: pese a los años de ausencia, el pintor podría comentar aquello de "Decíamos ayer", como si el tiempo no importara frente a la voluntad de continuar el camino.
El autor,
fiel a sus comienzos
pese a un largo paréntesis.
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