Joaquín Sabina en Sevilla: mástil de la lírica y la nostalgia
MÚSICA
El artista inauguró el ciclo de conciertos Noches de La Maestranza con su gira 'Contra todo pronóstico'
Concierto de Joaquín Sabina en Noches de La Maestranza, en imágenes
Arrancan los conciertos del ciclo Noches de La Maestranza
Fue la primera noche del mes de septiembre, con su tono de costumbre o de fracaso, la que acogió el concierto de Joaquín Sabina en Sevilla. En la plaza de toros de la ciudad. El artista andaluz inauguró sobre el coso el ciclo de conciertos Noches en La Maestranza. Lo hizo ante un público que se vistió con el uniforme de gala del mito, es decir, con ese aliño indumentario del bombín, junto con camisetas promocionales en las que se leían versos del poeta de Úbeda. Esos versos que han leído o cantado, a estas alturas de vértigo de la historia, varias generaciones, y que tanto han acompañado. Las canciones de Joaquín Sabina -sucede con el repertorio de los grandes- suponen esa doble lectura: lo que dicen y lo que nos dicen.
Un público heterogéneo se fotografiaba con Benjamín Prado o con Curro Romero -ambos, torero y poeta, casi compartían fila de asientos- y entonces la noche evocó a aquella España en la que Alberti salía a hacer el paseíllo.
Apenas diez minutos después de las nueve y media de la noche, sonaron los primeros acordes sobre el escenario y, sin más demora, apareció Joaquín Sabina. Chaqueta de rayas, sombrero color hueso, pantalones pitillo. Dandy rockero. Y la gente en pie. Cuando era más joven, la primera canción. Y después una dedicatoria a Curro Romero. Y de seguido un poema, con esa música tan sabinera, tan bien rimada.
Al piano Antonio García de Diego. Sonido melódico y seductor. Sintiéndolo mucho o Lo niego todo -aquí el último Sabina- fueron los siguientes temas. "El tiburón de Hacienda, / confiscador de bienes, / me ha cerrado la tienda. / Me ha robado el mes de abril", escuchamos en la letra de la segunda de estas dos canciones. El cantautor pronunció con énfasis -y con cierta sorna- estos cuatro versos. Todo se entendía a la perfección.
En el concierto -en sus primeros tiempos- se disfrutaba de un Joaquín Sabina rockero. Ese Sabina influenciado por la música de Leiva. Un estilo que nos recordaba al cantante ochentero o de los primeros noventa. Al Sabina contra la OTAN, contra Felipe González, la sátira de Cuervo Ingenuo, la compañía de Javier Krahe. Aquel del famoso concierto Joaquín Sabina y Viceversa, en el teatro Salamanca de Madrid.
Y la noche seguía, y llegaron los homenajes y nuevas dedicatorias: al actor Antonio de la Torre o a Chavela Vargas, con la mítica Por el boulevard de los sueños rotos. Emocionante la interpretación de Sabina y de Mara Barros en ese tributo a la "paloma negra de los excesos". De nuevo una clave fundamental del ideario sabinero: México, José Alfredo, Diego Rivera. La canción Llueve sobre mojado sirvió para presentar a los músicos, cuyas fotos, de niños, se proyectaban en la pantalla.
Joaquín Sabina, al cumplirse la primera hora del concierto, se marchó para hacer una pausa. Fue entonces el turno de Mara Barros y de Antonio García de Diego. Este último interpretó la preciosa La canción más hermosa del mundo. Una letra que conmueve, con sobresalientes imágenes; una canción más cercana al poema que a la canción. Las manos del público hacia arriba, de izquierda a derecha -o de derecha a izquierda- Así también en Tan joven y tan viejo, con ese magistral cierre, con ese autorretrato del autor que es el autorretrato de cada uno de nosotros: "Así crecí volando, y volé tan deprisa / que hasta mi propia sombra de vista me perdió. / Para borrar mis huellas destrocé mi camisa. / Confundí con estrellas las luces de neón". Soberbio. Terminó Sabina de cantar la canción y, de nuevo, la plaza en pie.
Recitó Sabina uno de sus bien medidos sonetos -publicado en su libro Ciento volando de catorce- y a continuación La Magdalena, una de sus canciones más conocidas e icónicas. Acompañó Mara Barros en la escena: una mesa para dos con un vaso de agua. "Beber agua, con lo que una (sic) ha sido”" bromeó el cantautor. Y de manera inesperada, pero a su vez tan esperada, en la guitarra de Joaquín Sabina los primeros acordes de 19 días y 500 noches. La Maestranza coreó la letra como quien canta en una fiesta familiar, en una celebración inolvidable. Todo tuvo en este instante un aire de otra época. Una España como demodé pero con indudable encanto. Con su paquete de Ducados negro, los móviles aún con antena y tapa, el chat de Terra. Ese tiempo. Los últimos años noventa.
Enhiesto Joaquín Sabina, mástil de la lírica y de la nostalgia, que son las dos banderas de la letra Peces de ciudad, la cual canta a aquellos que naufragaron en "una playa sin mar". Tras esta canción, otro referente del repertorio del cantautor: Y sin embargo. "De sobra sabes / que eres la primera…". El público recitó la letra con entusiasmo y con emoción. Alzaba los brazos y las manos. Palmas al compás de las percusiones.
Princesa hizo bailar a toda la grada, a todo el auditorio de la plaza. Se entró así en calor en una noche que, poco a poco, se iba volviendo cada vez más fría -tan sólo en la temperatura-. Parecía que llegaba el final del concierto -todos se despedían sobre el escenario-, sin embargo los músicos volvieron a salir a escena con El caso de la rubia platino. Todos menos Sabina, quien apareció al terminar la canción rockera. Vestido con levita de chaqué y con bombín. "He cantado en Nueva York, en Londres… Pero nada se parece a cantar en la Maestranza con Curro Romero", aseguró el cantautor.
El artista cantó Contigo, ese poema contra la rutina del amor, contra los clichés -cotidianos, domésticos- de la relación sentimental, contra la apatía en la pareja, que se ama ya por la inercia de los años. "Y morirme contigo si te matas / y matarme contigo si te mueres. / Porque el amor cuando no muere mata. / Porque amores que matan nunca mueren" Y justo después, otro imprescindible de la trayectoria de Joaquín Sabina: Noches de boda. Ese manual de instrucciones para la celebración, para la felicidad, para el vivir -o sobrevivir-.
Y nos dieron las diez, Pastillas para no soñar fueron cerrando este recital. Este concierto que significó una espléndida antología de la obra -poesía y música- de Joaquín Sabina. De uno de los mayores letristas que ha conocido este país -y parte del extranjero-.
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